Llegada la hora de presentarse ante el Congreso de la República, el premier Lerner avanzó un paso más en la prédica que hasta ahora sostiene el gobierno: crecimiento con mayor dispendio en lo social. Si ello es bueno o malo, es discusión de café; lo concreto es que el mensaje mantiene los parámetros hasta ahora formulados por las distintas voces que componen el Ejecutivo, desde el presidente Humala hasta el ministro Castilla.

Entre los aspectos positivos del discurso, podemos destacar la promoción del servicio civil, la mención de la inversión como motor del desarrollo, la necesidad de recompensar meritocráticamente a los maestros, así como la búsqueda de la mejora en la calidad educativa.
Siguiendo las líneas maestras hasta ahora esbozadas, se establecen políticas -negativas, en nuestra opinión- que buscan expandir la actividad empresarial del Estado, tanto de manera directa (Agrobanco, Electroperú, Petroperú, entre otras) como indirecta (sirviendo de contraparte estatal a la inversión privada en sectores estratégicos, subsidiando ideas sin un sustento real en la demanda, etc.). Esto último, como sabemos, tiene un doble costo que no ha sido mencionado: por un lado, consume recursos que podrían ser destinados a objetivos concretos en la lucha contra la pobreza (¿en cuánto se podría mejorar Juntos si no se sigue con el tole tole de la aerolínea?, ¿cuántos kilómetros de autopista se podrían construir si no se juega al explorador de petróleo?, ¿cuántos hospitales, wawawasis, escuelas y centros de estudios técnicos se podrían implementar si no se le vuelve a regalar dinero al agro?); por otro lado, la presencia del Estado minimiza los espacios empresariales («efecto desplazamiento», en argot económico), eliminando vía subsidios las propuestas privadas ad infinitum.

Empero, si de notas negativas se trata, considero que se pecó por omisión más que por intención: no referirse a la posible reforma constitucional es dejar aún en alto la espada de Damocles sobre la calidad institucional local. Esto, por supuesto, no es poca cosa, más aún cuando asociados al régimen sostienen reiteradamente la necesidad de hacer dicho cambio. Otra incertidumbre es la reforma de las instituciones claves (Poder Judicial, por ejemplo), así como la profundización de las mejoras en el ambiente de negocios, medido por el Banco Mundial (Doing Business).

En resumen: si de apaciguar a los mercados se trataba, sospecho que los aspectos positivos del mensaje se encuentran en línea con las expectativas empresariales; si el objetivo era cumplir con las promesas electorales, también se pueden dar por bien servidos. Hubo para todos los gustos. Ello, por supuesto, no hace fácil el camino: quedan aún espacios por esclarecer, e intuyo que cuanto más rápido se aclaren, será mejor para todos.

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