Traducido por José Antonio Salgado. Republicado y traducido con permiso de los autores. El artículo original se encuentra aquí.

Como bien señala Becker, el desempleo es un índice engañoso, ya que ignora a los trabajadores desmotivados que han abandonado la fuerza laboral (el denominador al calcular la tasa de desempleo, donde el numerador es el número de empleados a tiempo completo) y a los trabajadores haciendo medias jornadas involuntariamente. Pero ello sirve para decir que el 6.5% de desempleo elegido por la Reserva Federal como la cifra bajo la cual se dejará de inundar la economía con dinero es conservador, en el sentido de que a ese ritmo la inutilización de la fuerza laboral es considerable y merece medidas extraordinarias. Del mismo modo, un índice inflacionario de 2.5% es bajo, siempre y cuando la Reserva Federal deje de inundar la economía con dinero antes que la inflación alcance niveles peligrosos.

No soy un macroeconomista, pero a mi parecer la macroeconomía es muy complicada, sobre todo porque envuelve tantas fuerzas interactivas que nadie llega a entenderla por completo. Por ejemplo, podría parecer obvio que políticas de bienestar («hand outs») como el seguro de desempleo, los vales alimenticios o el seguro social,  al reducir la presión financiera (hacia una persona desempleada) para encontrar trabajo, lo que hacen es incrementar el desempleo. Sobre este terreno, Casey Mulligan, a quien Becker cita, sostiene que las políticas de bienestar son las que han evitado que la pobreza incremente durante la depresión actual, y que esto es algo malo porque la pobreza hace que la gente desempleada busque más urgentemente un trabajo. El otro lado de la moneda, sin embargo, es que las políticas de bienestar incrementan la cantidad de dinero que las personas tienen  y pueden  gastar en consumo, y el consumo maneja la producción, la que a su vez maneja el empleo. Si no hay empleos que tener, la búsqueda de un empleo no tiene pago alguno. Por supuesto que pueden existir métodos para incrementar los ingresos de consumo que no impliquen hacer del trabajo una actividad menos atractiva, como los proyectos públicos keynesianos que incrementaban el empleo directamente, o reducciones en el impuesto a la renta. Estas son medidas fiscales impedidas por el carácter disfuncional de nuestro sistema político, del cual la Reserva Federal es inmune; y así, la carga de acelerar la recuperación económica ha recaído sobre la Reserva Federal.

La política de «dinero fácil» («easy money») de la Reserva Federal, adoptada expresamente para acelerar la recuperación, mantiene las tasas de interés muy bajas, lo cual reduce tanto la carga del endeudamiento como el costo de los préstamos, estimulando el consumo, la producción, y por tanto el empleo. La inflación, que es estimulada por un incremento en la relación del dinero hacia los bienes, también reduce el costo del endeudamiento. Conforme este va cayendo, la gente ahorra menos y gasta más.

De esta manera, tiene sentido que la Reserva Federal aumente el suministro de dinero, cuando el empleo (como fuere medido) es anormalmente alto y la inflación muy baja. Y al no solo hacer esto, sino también comprometiéndose a seguirlo haciendo (hasta que los puntos de activación del 6.5% y el 2.5%  sean alcanzados), lo cual indica un alejamiento de la tradicional figura taciturna de los banqueros centrales, la Reserva Federal está reduciendo la incertidumbre. Esto es importante porque la incertidumbre económica tiende a impedir la acción, ya sea para contratar gente o comprar bienes de consumo. El congelamiento es una reacción común y racional a la incertidumbre -uno congela sus actividades en la esperanza de que la incertidumbre pronto se disipará, y luego uno puede actuar con mayor certeza respecto de las consecuencias de sus acciones-.

La Reserva Federal expande el suministro de dinero básicamente comprando bonos gubernamentales por efectivo. Si se avista la inflación, la Reserva Federal tratará de reducirla vendiendo los bonos por dinero en efectivo, y retirando el dinero que recibe, y así, reduciendo el suministro de dinero. El peligro está en que reduciendo el suministro de dinero, y de esta manera forzando hacia arriba las tasas de interés, la acción en respuesta de la inflación por parte de la Reserva Federal podría causar una recesión. Pero hoy, la debilidad continuada de la economía, dado el enorme déficit,  parece una preocupación más urgente, justificando el actuar de la Reserva Federal.

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