Por Fernando del Mastro, especialista en Análisis Psicológico del Derecho.

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                                                                                                                        Dedico estas reflexiones a mi papá y a mi mamá, porque no sería quien soy sin ellos.

 

El porqué de mi título

Siempre me ha llamado la atención que “elijamos” las palabras “Papá” o “Pater” para usarlas en términos despectivos y agresivos al calificar al Estado. Es un poco raro, ¿no? … digo, que “Papá Estado” sea equivalente, para una buena cantidad de gente, a “Estado de mierda”. ¿Cuál será nuestra idea, consciente e inconsciente, de “papá” para usar así la palabra? Lo cierto es que a nadie le gusta mucho esto del Estado Paternalista. Lo que me llama la atención ahora es la “nueva ola” … el algo así llamado “Paternalismo Libertario”. De arranque me sonó poco convincente. Y bueno … se trata de una nueva y creativa forma de paternalismo, que califica al Estado como “suave y blando”. Dije entonces: “¿Suave?” … “¿Blando?”. No me convence, para nada. Me pregunto, con toda seriedad: ¿es eso lo que necesitamos? … “valiente y con fortaleza” me suena mejor a mí. Claro, eso si pudiésemos realmente elegir cómo queremos ser liderados como país.

En cualquier caso, el “paternalismo” es considerado por un importante sector de opinólogos como una porquería que no funciona. Ok. Entonces, me pregunto: ¿por qué buscar una versión parchada del paternalismo? Porque eso es el “paternalismo libertario”, ¿no? En todo caso lo de “paternalismo”, que parecía ser el problema, sigue bien clarito, con todas sus letras, en el combo. Pienso entonces: ¿por qué parchar algo que no funciona? Mejor ver qué otras opciones hay en el mercado menos dinámico del mundo: el mercado de los modos en que se puede liderar una sociedad. Entonces, al mercado. En una vitrina esta el Papá, el Pater, el Paternalismo, en cualquiera de sus versiones. Y, ¿en la otra? Mi título:

                El Nuevo Maternalismo

Somos tan paternalistas, todos nosotros, que a nadie se le había ocurrido pensar en el maternalismo como opción. Francamente me asombra el nivel de falta de reflexión en el que nos encontramos para andar proponiendo un nuevo paternalismo medio parchado sin siquiera contemplar el otro polo, que es obvio y está bien ausente. Esto del maternalismo no es una doctrina, y no tengo slogans, tips cools y moldes para que ustedes los apliquen a absolutamente todo problema social. Es decir, no es una moda. Lo que les ofrezco es algo diferente: ideas de fondo para promover la reflexión. Claro que también tengo, para los interesados y motivados, pautas concretas respecto a qué podríamos hacer, porque para mí de eso se trata: hacer más que aparentar. Aquí mencionaré únicamente algunas ideas muy elementales, para que consideren sus posturas.

A las ideas:

1. Paternalistas somos todos. Paternalistas somos todos. O, bueno … un montón. El paternalismo es juzgar antes de comprender, es imponer de modo camuflado o directo nuestra opinión, sin saber escuchar y prestar verdadera atención. Es creernos lo máximo y pensar en el otro como un taradito. Es tener el poder y temer perderlo. Es enfrentarse y criticar por principio, es pelear, es la rabia hacia el que piensa diferente. Es depender de la aprobación de otro para sentirnos bien. Es dejarnos llevar por una autoridad, representada en personas o ideas, y depender de ella para sentir que vamos bien. Es el mundo de la heteroestima. ¿Somos, nosotros, lo que se podría considerar “paternalistas” en nuestra vida? ¿Con las personas cercanas? ¿En la familia? ¿En el trabajo? ¿En el facebook? ¿En el tráfico? ¿Con los colegas? ¿En los colegios y en las clases? ¿Con nuestra pareja? ¿Con nosotros mismos? ¿Somos, entonces, paternalistas?

En nuestras críticas al resto (en este caso al Papá Estado) estamos siempre nosotros mismos pintados, así que nuestros iluminados rajes al paternalismo y todo lo profundamente ligado a ese término, nos rebota. El problema del “paternalismo” es un problema de la sociedad, de nosotros. Quizá esa debería ser la primera reflexión al hablar del asunto. Lamentablemente hoy en día vivimos todo lo interno afuera y por eso, no comprendemos ni controlamos nada, y solo andamos criticando y peleando. A esto sería bueno agregar algo tan evidente como poco reconocido: los “tres” poderes del Estado no son los únicos que tienen el poder de liderar nuestro destino como país. El poder lo tienen también otros, que pese a no estar en la Constitución, son líderes muy importantes. Y dentro de ese grupo, ¿no cree usted que vive también el paternalismo?

Vamos más hacia adentro. ¿Qué es esto del paternalismo? Bueno, parece que un modo de ver al Estado como un papá. Ajá, un  dato interesante. La relación papá-hijo es compleja, ¿no? Jugar cualquiera de los dos papeles no es tarea fácil. Piense por unos segundos en sus propios vínculos y en el paternalismo ahí donde las emociones y sus motivos se fijan.  “No me entiende”, “no obedece”, “no me deja ser”, “solo me busca cuando necesita algo”, “solo me critica”, “no me escucha”, “nunca se equivoca”, “nunca está” y bueno, complete usted con otras frases, todas ellas tan aplicables a los vínculos “papás-hijos” como a los vínculos “ciudadanos-Estado”. Tanto en el espejo como en la elección de sus metáforas, el ser humano ve su reflejo. Por eso lo del “paternalismo” no es cualquier cosa. Es un tema difícil porque nos involucra a todos y a un nivel bien interno. Por eso es un tema del que nos encanta hablar, pero que solo lo pensamos en función al Estado. “Yo no soy así”, es una frase tan común como poco analizada. Lamentablemente nos ha tocado vivir en el mundo de la no revisión, del desconocimiento personal, del opinar y saber sobre todos menos sobre uno mismo. Súper “nudge”[1], mi brother. Más que andar pregonando nuevas verdades para nuestro alicaído Estado, deberíamos estar buscando las nuestras. Es eso lo que evita la esencia más oscura del paternalismo.

En el vínculo padre-hijo hay su rabia de cuando en cuando, ¿no? Sino díganle a los griegos: Urano (el viento) no dejaba salir a sus hijos (¡los Titanes, esos de la pela!) de Gea (la Tierra). Cronos castró a Urano, su padre, para poder vivir. Cronos después se comía a sus hijos y fue burlado por Zeus quien también casi lo mata. La más conocida, y caserita en psicoanálisis, es la de Edipo, quien escapando para no matar a quien pensaba era su padre, termina matando al verdadero. En la religión católica también el destino del hijo es morir. Y así sucesivamente, por todos lados en las diversas mitologías. Padre mata al hijo e hijo mata al padre. La muerte, ahora bien, es simbólica. El asunto arquetípico acá está en la tensión por madurar y ser uno mismo, lo que puede ser difícil cuando una autoridad, de quien muchas veces depende la sensación de propia valía, tiene una idea clara sobre lo que uno debe ser y la impone. Muere o agoniza, entonces, la oportunidad de ser uno mismo. Es ahí donde más nos friega el paternalismo, y es ahí, como veremos luego, donde el verdadero poder se manifiesta y la verdadera libertad se necesita.

Piense usted en sus relaciones de autoridad, donde usted es autoridad o interactúa con una figura de autoridad. De eso estamos hablando. La relación papá e hijo es quizá el arquetipo de dicho tipo de relación, y dado que en todo lo presente vive el pasado, influye siempre un poco en nuestro modo de opinar y sentir frente a la autoridad. Quizá algo de esa relación condimente hoy en día explica el agresivo uso del término Papá y Pater. Quizá algo de eso explique también la rabia que tiñe hoy a todo el debate sobre la regulación y al rol del Estado.

2. Hay padres y padres. La relación padre-hijo o, para estos efectos, líder-grupo, es un vínculo complejo, donde hay muchísimo pan por rebanar más allá de si algo se prohíbe o no, o si se dan empujoncitos camuflados o no. El padre, quien ha sido mantenido como central en la ecuación por parte de los paternalistas libertarios (o libertarios paternalistas… ¡el que más venda, of course!), puede ser y con frecuencia es una extraordinaria figura. Es aquel que guía sobre la base de la experiencia, que lucha por sacar adelante, que desea lo mejor para el hijo, que enseña, que muestra los puntos débiles, que enfrenta, defiende y cuida a los suyos, que pone límites cuando deben ser puestos y obra con justicia cuando el hermano más fuerte le pega o trata mal al débil, y que también pone a este último en su sitio cuando se aprovecha de su situación. Deja ser, ayuda a ser, exige y reconoce. Me suena mejor que “suave y blando”.

No necesitamos ningún paternalismo libertario. Si en la mente tenemos “paternalismo” como el padre ogro. ¿Cómo así le ponemos libertario al costado? ¿Qué queremos? ¿Un ogro tranqui o un ogro que maneje el rollo de la economía conductual? La misma cosa. La diferencia es que no obliga sino que, con jugarretas cognitivas de última generación, nos da un empujoncito. La misma vaina … o hasta peor porque ni siquiera nos toma en serios como sujetos reflexivos. Mucho más allá de eso, lo que necesitamos es un liderazgo fuerte y comprensivo, con capacidad de escuchar y de decir. El vínculo que establece un buen padre o, ya hablando de nuestro tema, un buen líder, no se limita a mostrar opciones induciendo a alguna de ellas. El vínculo en serio permite crecer, brinda seguridad, comprensión y protección. Antes de agregar otra palabra a “paternalismo” deberíamos pensar en una que represente los buenos valores de un buen líder. Sin lugar a dudas “blando” y “suave” no entrarían ahí. El buen líder dice lo que hay que decir, con el tono y la transparencia con que debe ser dicho para que uno se dé cuenta de ciertas cosas. Es un vínculo necesario para que uno se comprenda a sí mismo y defina sus propias metas, y comprenda sus deberes y derechos, sus límites y su potencial. El paternalismo libertario me suena a un tío que uno no manya bien y que te dice, mientras ve TV: “anda juega con tu ipad, y elige el juego que quieras, aunque hay uno que es recontra chévere para ti”, mientras el primo matón te lo arrancha. No, gracias. Si vamos a usar la analogía del “Papá Estado” quiero a un buen líder, una figura de autoridad de lujo. Con fortaleza, con deseo genuino de comprender y apoyar, con capacidad de poner límites que permitan un desenvolvimiento realmente libre, con amor y compromiso por toda su gente.

3. Y qué hay de la mamá. Hasta ahí solo algunas características de un buen líder … macho. Pero la mujer tiene lo suyo. Su capacidad natural, pero sobrefísica de comprender las necesidades del hijo y saber cómo está. Una madre oye el llanto del hijo antes de que este sea percibido por cualquier aparato técnico. Take that, Vader. Con intuición y practicidad que le permiten una visión clara de los problemas y las vías de solución, que sigue con fuerza y aguante. El parto ya les mostraba el destino: prepárense porque no es fácil. Pero lo logran. La mamá comprende, conoce, escucha, sufre, cuida, soluciona conflictos, lucha y da todo de sí. Serían buenas cualidades para un Estado, ¿no? Tienen un rol central en la familia, representan lo interno, lo profundo, la sabiduría, el amor incondicional. Las buenas madres reconocen lo que el hijo es, y lo ayudan a que eso sea una realidad.

Pensar en la Mamá Estado puede sonarnos una locura. Quizá he sido bendecido en mi vida con figuras femeninas de lujo. Los hombres tenemos también lo nuestro. Ahí también he tenido una gran suerte, por la que me siento profundamente agradecido. Desde la familia hay que crecer en un modelo armonioso, que saque lo mejor de los opuestos en un balance que promueva el desarrollo profundo y autónomo del ser humano. Es necesario también reconocer, ahora bien, que no todo es color de rosa. Así como el papá puede ser ogro, la mamá puede ser bruja. Se trata de sacar los mejores modelos de ambos, aunque hay que decir también que siempre en una relación de autoridad existirán malestares y tensiones naturales, que debemos comprender para poder manejar.

4. Nanalismo. Todo esto puede sonar, y de hecho está, bien lejano. Pienso en cierto sector de la sociedad, pequeño en número, donde son las nanas las figuras clave. Quizá estemos más cerca del nanalismo que de cualquier otra cosa.

5. Somos huérfanos en búsqueda de técnicos, (no) seámoslo siempre. Algunos estarán pensando que estoy desenfocado, que no tiene sentido hacer tanta analogía entre familia y Estado. Estoy absolutamente en desacuerdo. La analogía me parece inevitable y positiva, al menos en la época actual. El hecho que ni siquiera podamos dejar de usar la palabra “paternalismo” ya marca la idea. La analogía es buena porque cuando hablamos del Estado estamos hablando de liderazgo y el arquetipo del liderazgo se representa fuertemente en la imagen de una buena familia, donde uno cuenta con el entorno que le permite madurar hacia la autonomía real. Nosotros, los peruanos, estamos bien lejos de eso. Estamos en la etapa más primitiva, en la orda originaria descrita por Freud en Tótem y Tabú, donde la cuestión es, tarde o temprano: todos contra todos. Estamos en una sociedad sin valores que nos identifiquen, sin ideas sobre el bien y el mal, sin visión de futuro como país, sin compromiso más allá de nuestras críticas cargadas de rabia que seguro viene de nuestra propia historia. Cuan necesario se hace un líder que escuche, que reconozca necesidades, que genere unión, que sea fuerte y claro en su visión y sus mensajes, y se gane el respeto por su modo de ser comprometido y genuino, no por su autoritarismo explícito o implícito. Llegará quizá el momento en que la analogía de la familia no sea necesaria. El momento de la autonomía general, en el que nos gobernemos los unos con los otros, buscando la libertad en uno mismo y en el otro. Pero, en cualquier caso, estamos lejos de este nivel de madurez como sociedad y aun los lazos son necesarios. Nuestros esfuerzos deben estar en repensar y reformular dichos lazos, con modelos positivos que nos dirijan como país hacia la verdadera autonomía.

Estas discusiones de fondo, sin embargo, no tienen lugar en nuestro mundillo de pose y búsqueda frenética de aprobación por parte de algún “resto” (lo que también evidencia necesidades más originarias). Por eso creo que estamos tan obsesionados con “lo técnico”. El asunto de fondo, cuando pensamos en qué tipo de Estado queremos, es desde mi punto de vista uno de liderazgo. Y el liderazgo real nunca es técnico. Necesita una visión y una misión, algo hacia dónde dirigirse, virtudes y valores: una idea, una pasión, un discurso. Ahora, lo primero que se le pregunta a un supuesto líder es por su equipo técnico, y todos damos por hecho que eso es lo más importante. Quizá por eso seamos una sociedad sin sentido de valores comunes, y solo con posturas frías respecto a cómo solucionar tal o cual problema, que en sí mismo tampoco comprendemos.

La muestra más clara del paternalismo brutal nuestro de cada día es el egoísmo absoluto, el desinterés por todo ciudadano que no tenga una cuota suficiente de poder, es la corrupción extendida por todo el país. Es la desunión y el enfrentamiento. Nada de eso va a cambiar colocándole la palabrita “libertario” al costado. Acá necesitamos algo muy diferente.

6. Libertario frente a qué poder. Me imagino que los libertarios paternalistas usan mucho el discurso de la libertad. Este concepto es quizá el que más ha sufrido un achatamiento propio de la época, donde lo que convence no es el fondo de las ideas sino lo que cierto “research” superficial ha “demostrado” (ya no debe faltar mucho hasta que se descubra dónde en el cerebro esta la libertad y qué pastilla puede hacer que tengamos más o menos. ¡Sería un negociazo!). Dirán quizá que la libertad equivale a no ser obligado por el Estado (esa es la idea legal central de la “libertad de conciencia”). ¡Ok, eso es! Basta que el Estado no me obligue para ser libre. La verdad es que esto me parece un disparate, y de los más peligrosos. La libertad es lo más difícil de conquistar y tiene más que ver con el ser que con el hacer. En ese marco, los enemigos de la libertad no son principalmente los funcionarios públicos. Quien no pueda ver esto quizá no ha pensado (o, mejor dicho, no se ha pensado) lo suficiente. Lo primero que sería bueno preguntarnos es: ¿libertad respecto de quién? Estamos de acuerdo en que es libertad respecto del poder. Y aquí viene la gran pregunta. ¿Son los tres poderes del Estado los que tienen el poder? Porque todo el debate se suele enfocar en ellos.

Joseph Campbell, el especialista en mitología más importante de todos los tiempos, y uno de los académicos más influyentes en el cine, el arte, la cultura y la juventud de Estados Unidos (lamentablemente ya murió y no es tan fácil de leer, así que hoy no vende), habló en una entrevista con Bill Moyers (un periodista de aquellos) sobre el asunto de marras, a propósito de Star Wars (película basada en la teoría de Campbell, y hecha por uno de sus tantos seguidores, George Lucas):

Moyers: It wasn’t just the production value that made that such an exciting film to watch, it was that it came along at a time when people needed to see in recognizable images the clash between good and evil. They needed to be reminded of idealism, to see a romance based upon selflessness rather than selfishness.

Campbell: The fact that the evil power is not identified with any specific nation on this earth means you’ve got an abstract power, which represents a principle, not a specific historic situation. The story has to do with an operation of principles not of this nation against that. The monster masks that are put on people in Star Wars represent the real monster force in the modern world. When the mask of Darth Vader is removed, you see an unformed man, one who has not developed as a human individual. What you see is a strange and pitiful sort of undifferentiated face.

Moyers: What is the significance of that?

Campbell: Darth Vader has not developed his own humanity. He’s a robot. He’s a bureaucrat, living not in terms of himself but in terms of an imposed system. This is the threat to our lives that we all face today”.

El poder del que debemos defendernos no lo tiene sólo el Estado. ¿No está eso claro para todos? Piense en qué grandes poderes influyen en usted. Creo que el mayor poder es el que controla, voluntaria o instintivamente, los grandes canales de la “heteroestima” (porque de “auto”, hoy en día, no tiene nada). Estamos hablando de aquello que motiva profundamente lo que uno hace y desea. Hoy en día se trata de los reyes del reino de lo externo, en el que nadie se conoce realmente a sí mismo, ni se valora realmente por lo que es. El mundo en el que los síntomas que surgen de ese hecho son matados con drogas, medicación a granel (con niños incluidos) y vicios que nos alejan de nosotros mismos. La despreocupación por el mundo interior y el alejamiento sistemático del mismo: ese es el poder del lado oscuro. Son las ideas que viven dentro de nosotros las que contienen el verdadero poder, no las entidades estatales. Exceso de trabajo, adicción a los «likes», exceso de comida (y de la recontra mala), exceso de trago, exceso de estrés, destrucción de la naturaleza, violencia y enfrentamiento, caos, falta de autoconocimiento y de preocupación por uno mismo, desconexión, tristeza, depresión, deterioro de los vínculos, incertidumbre y ansiedad, esclavitud por la rutina frenética, etc.

El poder más poderoso es el que maneja aquello que la gente más necesita: el reconocimiento (aplauso, fama, dinero, status) del que depende su sensación de propia valía. Hoy ese poder no lo tenemos nosotros y tampoco el Estado. No tiene un lugar, no lo tiene una persona. Está en el ambiente y fluye por canales que tienen un acceso, mucho más peligroso que cualquier poder del Estado, a nuestro fuero interno. Frente a eso, no quiero nada “blando y suave”, ni necesito empujoncitos caletas que frente a los verdaderos caminos de la psique colectiva se ven ridículos.

7. Liderazgo en el Nuevo Maternalismo. Lo que necesitamos es a alguien genuino. Esa es la principal característica del líder de acuerdo con Carl Rogers, fundador de la psicología humanista (lamentablemente, tampoco vende). Alguien que diga lo que piensa, y que piense a futuro sobre asuntos de fondo. Alguien que no sea un vendido, como lo son todos esos políticos narcisistas que no viven realmente porque no pueden ver más allá de su propia imagen. Prefiero estar en desacuerdo con alguien real a quien respeto, que de acuerdo con un falso mediocre. Necesitamos gente que crea en algo, que sienta algo, que no solo piense en la técnica, porque ésta no es más que un instrumento.

¿Quién rayos vive su vida de acuerdo a la “Carta Magna”? Nuestro sistema legal, nuestros políticos, nuestro derecho: máquinas que a nadie le gustan y a nadie convencen. Los y las líderes del Nuevo Maternalismo serán reales, comprometidos, sabrán darse a entender y desearán comprender, con un interés genuino por el otro. Convencerán no por jugarretas cognitivas de moda, sino por el encanto de sus ideas de fondo, que plantearán emocional y racionalmente. Tendrán una misión y una visión. No existirán los “técnicos”. Será un grupo de gente capaz, con poderes y capacidades conocidos por ellos mismos, y también con aspectos por desarrollar reconocidos. Gente con sólido autoconocimiento, con fuerte autoestima y genuina motivación, con el más alto nivel de conocimientos y destrezas; con aquellas virtudes que uno siente dentro como fuerzas que guían la acción. La pasión, la mirada fija en grandes metas, el reto de empeñar nuestras virtudes en las más importantes empresas: eso es lo que hará que los mejores se sumen.

En el oráculo de Delfos (la más importante figura de la mitología griega, en cuyos orígenes se originó todo nuestro sistema, que ahora anda perdido de sus rutas primeras) está escrito:

“Conócete a ti mismo” y “Nada en exceso”

Esos serán los lemas. Si por mí fuera, seguiría al oráculo más que a nuestros políticos mercachifles de lo técnico. Al menos el oráculo del Delfos (que quiere decir “utero”) tiene más experiencia que ellos viendo lo que viene en el futuro, lo que es central para un líder. Y no creo que aquello que se ve hoy, respecto a nuestro futuro, sea lindo. Necesitamos un sentido de urgencia y una propuesta de balance y autoconocimiento. ¿Alguien está en desacuerdo? El debate sobre lo técnico debe darse, pero los grandes acuerdos y motores, y las grandes comprensiones, deben versar sobre lo anímico. Me siento seguro de que el paternalismo libertario no va en esa línea y creo que algo definido como “suave y blando” será incapaz de restaurar el balance en la fuerza.  Me suena más bien a un discurso del otro lado, que evita hacer explícito lo subyacente, que empuja suave y caletamente, y se enfoca solo en el Estado como fuente del poder. Reitero que el tema me parece mucho más profundo. Estamos hablando del sentido de futuro, del liderazgo y de los vínculos que queremos.

8. La “ciencia” del Maternalismo. El discurso “científico” actual, de tufillo excluyente, está también, en alguna medida, obsesionado con lo externo. Hoy en día, saber cómo piensa, siente y actúa el ser humano es “al toque”. Un par de clicks bien dados, un par de papers o noticias de blogs leídas y listo. Algunas cosillas cognitivas y datos chéveres desde neurociencias y listo. Uno puede saber todo del ser humano sin saber nada de uno mismo. Pero hoy esto es lo que está “in”. Yo lo veo con mucha claridad en el mundo terapéutico, donde la meta es matar al síntoma (con jugarretas cognitivas y/o pepas) sin tomarlo como una oportunidad de comprender su origen, conocernos y madurar verdaderamente. El síntoma es una puerta al mundo interior, que la “ciencia” cool de hoy en día llena de candados. Mucho bien nos haría seguir el viaje de los héroes en la mitología, caracterizados por decirle sí a la aventura de comprender nuestros temores y reconocer nuestros poderes, antes que tanta autoayuda legitimada por investigaciones de moda muy bien financiadas.

Los nuevos conocedores de la ciencia quizá piensen algo así como “bueno, pero el mito es puro mito”. Si piensan eso, los invito a pensar de dónde salieron esas historias. Lo que sale de adentro explica el adentro. Y las historias que encantan a la gente, le encantan porque conectan con algo adentro. Valores como la “justicia” o el “honor” o la “libertad”, que hoy andan fríos en nuestra Constitución y nuestras leyes, tuvieron su origen en ritos y diversas situaciones en el mundo antiguo, donde aparecían como fuerzas que el ser humano sentía, y que luego fueron proyectadas en estas historias, como dioses. Lo mismo pasó con los grandes “temas” del ser humano, que fueron proyectados en las tramas de los mitos. Hoy todo eso sigue influyendo en las grandes rutas de la humanidad, solo que desde lo profundo del inconsciente. Creo que no hay mejor fuente para comprender las profundidades del ser humano que la mitología, antigua y actual. La gente de neurociencias celebra mucho sus hallazgos. Con frecuencia, celebra demasiado. Y a veces muchos se entusiasman rápido y comienzan a hablar del cerebro como si fuera mi compu. A mi me encantan las neurociencias porque respeto al cerebro y su inmensa complejidad, que muchos, en búsqueda de aplausos y dinero, ultrajan. Yo creo mucho más en Star Wars y en la mitología que en lo que vende un neuromarketero, al menos si queremos saber de la fuerza y su lado oscuro, de los retos y temores del ser humano, del heroísmo y el liderazgo, y del camino hacia uno mismo.

Esto del paternalismo libertario parece enmarcarse en toda esta ciencia de lo externo para darle “su nudgecito” a la gente, justificando su acción sobre la base de lo que su ciencia ha demostrado como verdad. De nuevo: no gracias. La ciencia del Nuevo Maternalismo es la ciencia de lo profundo, del inconsciente, de la experiencia, del mito, de los arquetipos, del mundo interior y de la reflexión personal y social, seria y valiente. Es la ciencia del mundo detrás de la imagen, tan desconocido como importante. Ese es el mundo que necesitamos, al ser el único en el que podemos enfrentar nuestros miedos y encontrar nuestros poderes como sociedad. No hay otro modo de madurar como personas y como país.

Así que a los defensores del nuevo paternalismo, les digo, con todo cariño:

 gonudgeyourself

[1]Nudge quiere decir “empujoncito” y es la palabra cool del Paternalismo Libertario. En resumidas cuentas, la gran idea es que el Estado no obligue, sino que de “empujoncitos”, a través de jugarretas cognitivas, que inclinen a las personas a optar por lo que el Estado considera como lo mejor.

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