El pasado 7 de enero, los ojos del mundo se centraron en París cuando 3 jóvenes yihadistas atentaron contra el semanario Charlie Hebdo dejando como saldo 12 muertos, entre ellos 4 caricaturistas del medio francés y 11 heridos. El lamentable suceso fue una respuesta del extremismo y fundamentalismo Islam ante las sátiras a Mahoma y a su religión publicadas por el semanario. Desde entonces, cientos de franceses, respaldados por los principales medios de comunicación, han salido a las calles bajo el eslogan #JeSuisCharlie, defendiendo el trabajo del semanario y la libertad de expresión. Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar, y bajo el eslogan #JeNeSuisPasCharlie, se condenó al atentado, pero también a las caricaturas del semanario tras calificarlas como racistas y anti-islámicas. En este contexto, el presente editorial busca responder la siguiente pregunta: ¿ser o no ser Charlie?

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Para empezar, es menester ahondar en las posturas mencionadas anteriormente. Por un lado, #JeSuisCharlie defiende acérrimamente la libertad de expresión y crítica al fundamentalismo religioso. Así, se ha señalado que lo máximo que causan estas caricaturas es ofender; sin embargo, el extremismo religioso, reflejado en los yihadistas en el atentado, causa masacres. Por otro lado, #JeNeSuisPasCharlie considera que el atentado no tiene justificación alguna, pero que mediante las caricaturas de Hebdo, se ejercieron prácticas racistas y se fortalecieron estereotipos de un grupo marginado en Europa: los musulmanes. Ejemplo de ello, fue la portada del semanario N° 1099, donde se trivializó la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar.

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Y no le falta razón a #JeNeSuisPasCharlie, pues la situación de la comunidad musulmana en Europa es difícil de ignorar. Conformada por 25 millones de personas, esta comunidad es víctima de discriminación en materia de empleo y educación, además de ser relegada por constantes estereotipos y prejuicios en base a su religión, origen nacional, idioma, entre otros. Un informe del Gobierno español recalca que los musulmanes son un grupo en condición de vulnerabilidad por las prácticas discriminatorias en contra suyo; así como por las amenazas verbales y agresiones físicas que sufren producto de la islamofobia. A pesar de que Francia es uno de los países con mayor población de esta comunidad, su comportamiento respecto de ella también ha sido cuestionable. Así, fue sumamente criticada por promover políticas como la prohibición del uso de la vestimenta tradicional musulmana femenina. Tras el atentado, todo esto se vio reflejado en las represalias contra las mezquitas en París que acabaron con la tranquilidad de musulmanes que nada tenían que ver con los extremistas.

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Ahora bien, cabe preguntarse hasta qué punto llega la libertad de expresión y si estas caricaturas deben prohibirse. La sátira expresada en estas caricaturas es una manifestación de la libertad de expresión, y si bien tiene como objetivo causar risas y sorpresa, es a la vez un instrumento de denuncia y crítica social. Justamente, por servir a esto último, es que debe ser restringida en casos excepcionales como cuando se produce un caso de discurso de odio, también conocido como hatespeech. El discurso de odio es aquel destinado a intimidar, oprimir, discriminar o incitar al odio o la violencia contra una persona o grupo en base a su raza, religión, nacionalidad, género, orientación sexual u otra característica grupal. Pero ¿las caricaturas de Charlie Hebdo son un discurso de odio que amerite limitar la libertad de expresión? Creemos que no, puesto que muy difícilmente a través del sarcasmo y la burla se puede incitar a la violencia. Por ende, estas caricaturas no podrían prohibirse en base a esta figura.

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Entonces, ¿somos o no somos Charlie? Somos Charlie, en tanto condenamos el extremismo, el fundamentalismo y las matanzas que se realizan en nombre de estos. Somos Charlie, porque defendemos el derecho de la libertad de expresión, el oficio periodístico, y la crítica política y social que se puede hacer a través de la sátira. Sin embargo,  cabe recalcar que no somos, ni seremos Charlie, en tanto consideramos que mediante sus caricaturas, se corre el riesgo de fomentar aún más la discriminación y marginación de un grupo históricamente vulnerable. Defenderemos a capa y espada el derecho que tiene la prensa, los caricaturistas y los periodistas de producir y publicar este tipo de contenido. Pero también defenderemos nuestro derecho de criticarlo, y el de todos aquellos que compartan esta posición.

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