Hace 70 años, el 27 de enero de 1945, tropas del Ejército Soviético liberaron Auschwitz-Birkenau, el mayor y más infame campo de exterminio nazi. Lo que encontraron allí fue espantoso. Durante cuatro años, los administradores del campo emprendieron una campaña de exterminio que acabó con la vida de más de un millón de personas, entre judíos, testigos de jehová, romanos, homosexuales y prisioneros de guerra. En el agregado, el Holocausto causó la muerte de 11 millones de personas (6 millones de ellas, judías) y dio origen a lo que hoy llamamos “genocidio”: el intento sistemático y deliberado de exterminar a una población.

Para recordar esta fecha, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió instituir el 27 de enero como el Día Internacional de La Remembranza del Holocausto; una fecha en la que la humanidad en su conjunto renovaría al unísono la promesa de “Nunca Más”: Nunca más un genocidio, nunca más tanta muerte.

Hoy es 27 de enero; día para pensar, remembrar y no olvidar. Día para reafirmar nuestra promesa de nunca más. Es por esto que, en este septuagésimo aniversario, quizás valdría la pena preguntarnos qué tan bien la hemos cumplido.

La respuesta –quizás un poco dura- es que no tan bien.

Así pues, en 1994, 800,000 ruandeses de la etnia tutsi fueron asesinados con machetes y hachas por otros ruandeses de la etnia hutu en lo que se conoce como el Genocidio de Ruanda. En el 2004, la Corte Penal para la ex Yugoslavia determinó que la masacre de Srebrenica de 1995 fue un acto de genocidio cometido por fuerzas Serbio-Bosnias en contra de la población musulmana de Bosnia. Asimismo, en el 2009, la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto contra el Presidente de Sudán Omar al-Bashir, acusándolo de cometer, desde el 2003 en adelante, un genocidio en la región sudanesa de Darfur.

Tres genocidios en 70 años no es precisamente una cifra alentadora. Pero, por terrible que suene, este no es ni puede ser el final de nuestra lista. Después de todo, “nunca más” no es una frase que aguante tecnicismos. Existen muy graves situaciones de violaciones de derechos humanos que quizás no hayan sido declaradas genocidio o incluso no encajen legalmente como tales, pero no por eso dejan de estar a la par de uno. ¿De qué otra forma entender lo hecho por el Khmer Rouge en Camboya, Boko Haram en Nigeria, El LRA en Uganda, ISIS en Irak, Sendero Luminoso en el Perú? El asesinato sistemático y generalizado de personas, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra son algunas de las parias que también deberíamos buscar eliminar. Nunca más #BringBackOurGirls; nunca más Lucanamarca; nunca más Joseph Kony.

El objetivo, a decir verdad, habría de ser nunca más violencia. Nuestro mundo no solo debe oponerse a las grandes y masivas masacres de decenas de miles de personas. ¿Qué hay de los ataques de Al Qaeda en Francia, España, el Reino Unido y Estados Unidos? ¿Qué hay de aquellos gobiernos que gobiernan sus países a través de la violencia y la violación de los derechos humanos? ¿Qué hay de la sentencia a 1000 latigazos al blogger Raif Badawi en Arabia Saudita, el encarcelamiento de opositores políticos en Cuba, los campos de trabajo forzoso en Corea del Norte?

¿Qué hay incluso detras de toda la violencia que se engendra actualmente en Israel y Palestina? ¿Qué hay de la guerra civil en Somalia? ¿Las protestas en Venezuela en contra de Maduro? ¿La guerra en Siria? ¿Qué hay de todos los países que aún guardan bajo leyes de amnistía los secretos más oscuros de sus dictaduras más violentas?

¿Qué hay?

¿Qué hay?

Pues, lo que hay es que estas terribles cosas siguen aquí; aquí  entre nosotros, en las páginas de nuestros diarios y los walls de nuestro facebook. Están aquí, mirándonos a la cara, haciéndonos faltar a nuestra promesa; retándonos con su mera existencia. La pregunta que deberíamos hacernos, más bien, es ¿qué hay de nosotros? Nosotros que las miramos y nos dejamos retar. Nosotros que las vemos pasar.

Y es que hoy, Día de La Remembranza del Holocausto, debe ser un día en el que hagamos más que solo recordar. Honrar la memoria de quienes fallecieron en el mayor genocidio de nuestra historia no es algo que deba quedar simplemente en un pensamiento. Remembrar a las víctimas de la crueldad humana implica necesariamente estar a la altura de nuestra promesa, en toda su dimensión. Es un día para decidir hacer más por los demás; aquellos que hoy sufren, aquellos que hoy están oprimidos o perseguidos, aquellos que necesitan que quebremos nuestro silencio. Hablar por ellos, actuar por ellos, tomar partido por ellos, alzar la voz, sin importar cuán grande o pequeño sea el problema, siempre alzar la voz. Nunca más genocidios, nunca más crueldad, nunca más abuso. Estar siempre del lado de la justicia.

Quizás el espíritu de este día, el espíritu de nuestra remembranza, haya quedado mejor reflejado en las palabras del pastor Martin Niemöller en su poema de 1955:

“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme a mí,
no había nadie más que pudiera responder”.

La pregunta es a quién van a llevarse hoy y qué vamos a hacer para detenerlos.

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