Por César Ordinola G., Director Ejecutivo de Perú Consume.

Preámbulo: Citas a ciegas ayer y hoy

Hace algunas décadas, las citas a ciegas podían ser realmente una tortura. Cuando dos personas decidían salir sin conocer nada la una de la otra, las posibilidades de éxito y fracaso se encontraban equiparadas. Desconocer el aspecto físico, los gustos en común, los modales y hasta la forma de hablar, podían hacer de este tipo de encuentros una experiencia tan incierta que generaba los incentivos suficientes para descartarla como una opción válida para relacionarse emocionalmente.

Con el paso del tiempo, la aparición de la Internet cambió radicalmente el modo en el que las personas nos conectamos, incluso a nivel sentimental. Desde sus inicios, los primeros chats de páginas web orientadas a encuentros románticos, abrieron la posibilidad de conocer a personas sin necesidad de tener un contacto físico. Programas como el desaparecido Messenger de Microsoft permitían mantener horas de conversación con una persona (o varias) y conocerlas un poco más antes de concretar una cita en el mundo real. La falta de información de la era pre-virtual se veía aminorada con estas nuevas formas de comunicación.

En los últimos años, el apogeo de las redes sociales ha transformado aún más los parámetros a través de los cuales nos podemos conocer los seres humanos. Los perfiles de Facebook, Twitter o Instagram, hoy por hoy, brindan información muy valiosa sobre nosotros, a tal punto que existen muchísimas historias de amor que se inician con un friend request o un follow en estas nuevas plataformas sociales que no conocen fronteras. Sin embargo, en todos estos casos, existe aún una brecha imposible de superar totalmente: saber a ciencia cierta el interés en salir con otra persona.

Como acertadamente señalan Alex Tabarrok y Tyler Cowen, revelar interés por una persona a nivel romántico suele ser incómodo, especialmente cuando existe la posibilidad de no ser correspondido[1]. Una invitación de amistad aceptada en Facebook o un followback en Twitter no permiten asegurar el interés de una persona hacia otra y por ende, pueden acortar la brecha de información que existe entre ambas pero no eliminarla del todo. Sin embargo, aplicaciones de teléfonos móviles como Tinder han cambiado este panorama. En esta app de creciente popularidad, los usuarios pueden expresar interés en otras personas, pero no se les permite contactar sin que ambos confirmen la existencia de un interés mutuo. En pocas palabras, para que dos usuarios de Tinder se puedan enviar mensajes entre sí, debe existir al menos una confirmación previa de un gusto entre ellas[2]. Definitivamente, este filtro previo no determina que una vez concretado el encuentro personal todo sea idílico, pero de alguna manera excluye el factor de incomodidad de revelar interés.

Citas a ciegas y relaciones de consumo

En cierto modo, las citas a ciegas y las relaciones de consumo comparten un mismo punto de partida: la asimetría informativa en la que se encuentran ambas partes antes de interrelacionarse. En una cita a ciegas, las dos personas usualmente desconocen, por ejemplo, los antecedentes amorosos de la otra. En una relación de consumo ocurre algo similar, los consumidores desconocemos los detalles de las relaciones de consumo previas que el proveedor ha tenido y viceversa. En ambos casos, existe un grado de incertidumbre sobre el comportamiento del otro que ambas partes asumen libremente y de forma natural.

Sin embargo, al igual que en las relaciones interpersonales, la brecha informativa existente entre consumidores y proveedores puede verse recortada en estos tiempos por la masificación de la información a través de la Internet. Hoy es posible conocer los antecedentes de un proveedor en el mercado desde diversas fuentes: la experiencia de otros consumidores relatada en una red social o los antecedentes de sanciones ante la autoridad de consumo que se encuentren en un registro online. De igual modo, los proveedores de ciertos servicios, pueden decidir contratar con una persona basándose en las relaciones que un consumidor ha tenido en el pasado, al evaluar, por ejemplo, su historial crediticio para establecer una relación financiera de crédito.

La gran pregunta es si a través de estas nuevas formas de obtener información, tanto consumidores como proveedores podemos esperar que en algún momento se elimine la asimetría informativa existente en el mercado y si realmente ello beneficiaría al mercado en general.

Un mundo sin asimetría informativa

El concepto básico de asimetría informativa es aquel según el cual el proveedor posee más información que un consumidor en el mercado, debido a su especialización en la producción de un determinado bien o servicio. A nivel normativo, el Código de Protección y Defensa del Consumidor señala que la asimetría informativa es la característica de la transacción comercial según la cual el proveedor suele tener mayor y mejor información sobre los productos y servicios que ofrece en el mercado a los consumidores. Adicionalmente, uno de los principios que se introdujo en el año 2010 con la promulgación de esta norma, fue el denominado “Principio de Corrección de la Asimetría” según el cual “las normas de protección al consumidor buscan corregir las distorsiones o malas prácticas generadas por la asimetría informativa o la situación de desequilibrio que se presente entre los proveedores y consumidores, sea en la contratación o en cualquier otra situación relevante, que coloquen a los segundos en una situación de desventaja respecto de los primeros al momento de actuar en el mercado”.

Muchas veces se ha satanizado a la asimetría informativa como la causante de las controversias de consumo. La “información privilegiada” que poseen los proveedores es la excusa perfecta para presentar a los ofertantes de bienes y servicios como agentes que siempre toman ventaja de esta situación para cometer abusos frente a los consumidores. En ese sentido, no faltan los “defensores” de los consumidores que señalan que debe combatirse la asimetría informativa y eliminarse para vivir en una sociedad “más justa”.

Sin embargo, y tal como hemos visto, la normativa vigente no propugna una eliminación de la asimetría informativa, estableciendo claramente que el sistema legal de protección al consumidor únicamente tiene como finalidad corregir las distorsiones producidas por esta. Entonces, ¿por qué muchas veces se propone eliminar la asimetría informativa como la panacea de los problemas de consumo? ¿Es cierto que los consumidores necesitamos toda la información vinculada a un producto para adoptar una decisión de consumo?

El argumento parte de un error: asumir que las transacciones comerciales sin asimetría informativa son fácticamente posibles. Imaginemos por un momento una relación de consumo simple, por ejemplo, comprar una bebida gaseosa. Si no existiera asimetría informativa, el consumidor conocería profundamente detalles como la composición química de cada uno de los ingredientes, el proceso de fabricación y distribución de la bebida líquida y de la botella que la contiene, las técnicas publicitarias empleadas para la comercialización del producto, las características de los productos que compiten en este sector del mercado, etc. Toda esta información tiene un costo y si el consumidor tuviera en su poder la misma, implicaría que ha gastado muchos recursos, como tiempo y dinero, para obtenerla. Si evaluamos las transacciones comerciales que realizamos a diario, es materialmente imposible acceder a toda esa información, no solamente por el costo de la misma, sino también porque el volumen de datos y conocimiento necesario impediría que realicemos nuestras actividades normales.

A los consumidores no nos importa conocer todos los detalles de la producción de un bien o servicio, lo que necesitamos saber es únicamente la información que es relevante para adquirir el producto. En el caso de la bebida gaseosa, nos importará tener claro, por ejemplo, la marca, el contenido de calorías, si posee o no registro sanitario, la fecha de vencimiento, el precio, entre otros datos. El resto de información es intrascendente para la transacción que realizaremos. Evidentemente, existen supuestos donde hay mayor información relevante que debe ser proporcionada, pero en general, los consumidores preferimos desconocer la gran mayoría de detalles de la producción de un bien en el mercado. Y no solamente preferimos desconocer estos datos, los discriminamos inconscientemente porque es económicamente ineficiente poseerlos.

Un mundo sin asimetría informativa en las transacciones de consumo es un escenario imposible en el mercado actual, distorsionaría el proceso competitivo y generaría que los consumidores empleemos recursos en obtener información que no nos importa tener para satisfacer nuestras necesidades. Por ello, propugnar un mundo “ideal” sin información asimétrica solamente demuestra un completo desconocimiento de la dinámica del mercado y conllevaría a un retroceso en el progreso y bienestar social.

El match entre consumidores y proveedores

Al igual que en las relaciones de consumo, en las citas a ciegas, las personas que confluyen no necesitan saber toda la información sobre la otra. Probablemente en la primera salida, conversen sobre sus intereses en común, descubran si coinciden en estos intereses y definan si desean seguir conociéndose o si, por el contrario, no existen incentivos suficientes para continuar viéndose. Esta misma dinámica es la que tenemos los consumidores en el mercado, no deseamos conocer toda la información de nuestros proveedores, sino solamente la necesaria para determinar si contratamos con ellos o no.

El match que se produce entre consumidores y proveedores se concreta por diversos factores; sin embargo, del mismo modo en que dos personas pueden conectar por Tinder si tienen gustos mutuos basados en los datos que colocan en sus perfiles, en el mercado la información relevante que nos proporcionan los fabricantes de bienes y servicios determinará que optemos por adquirir un producto específico y que nuestras preferencias oscilen entre un proveedor u otro.

Con la información virtual que hoy se maneja de todos los agentes del mercado, podemos hablar de una reducción en los costos para acceder a información relevante pero de modo ninguno en una posible eliminación total de la asimetría informativa natural que subyace a las relaciones de consumo. Las experiencias de otros usuarios, los datos que las autoridades nos pueden brindar sobre los proveedores, entre otros, no excluyen la asimetría informativa existente, sino que disminuyen los costos para acceder a los datos relevantes que necesitamos para contratar. Ello, beneficia al mercado y a la sociedad, pues permite que esos costos puedan ser trasladados a otras necesidades y se optimice la asignación de recursos que cada ciudadano posee.

Sea a través de la publicidad, de los contratos o del rotulado, los proveedores intentan brindarnos toda la información relevante que necesitamos para premiarlos con nuestra decisión de consumo. Son como los pretendientes que muestran lo mejor de sí para conquistar a una persona, y por ello, pensar en un mundo sin asimetría informativa, eliminaría drásticamente los incentivos que actualmente tienen los proveedores para ser los mejores pretendientes para cada consumidor.

Dejemos que la propia competencia haga que los proveedores nos ofrezcan lo mejor de sí mismos para ganar nuestras preferencias. El reto de nuestros legisladores y de las autoridades vinculadas a temas de protección al consumidor es no dejar de creer que las citas a ciegas entre proveedores y consumidores pueden funcionar naturalmente, que los consumidores somos quienes decidimos qué información es la que necesitamos para hacer match con un proveedor.


[1] Ver: http://www.cato-unbound.org/2015/04/06/alex-tabarrok-tyler-cowen/end-asymmetric-information

[2] Ver: http://www.nytimes.com/2014/10/30/fashion/tinder-the-fast-growing-dating-app-taps-an-age-old-truth.html?nytmobile=0&_r=1

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