Por: Emilia Abusada Raguz
Estudiante de Economía en la Universidad del Pacífico y periodista en PEIC

El Estado peruano se considera (a sí mismo) un responsable solvente de todas sus deudas. Es cierto que la capacidad de pago de las deudas internacionales es relativamente buena y puntual, sin embargo, las deudas nacionales como el pago de bonos de reforma agraria parecen ser poco importantes en la agenda de un gobierno que simplemente heredó el problema.

El ejemplo que nos da el Estado en lo que se refiere al cumplimiento de obligaciones se ve claramente en otras situaciones: falla en pagarles parte de la pensión a las personas que contribuyen a un sistema público de previsión, falla en reembolsar a los que invirtieron obligatoriamente en el FONAVI y falla, también, en pagarles a los funcionarios públicos que pasan horas litigando con el Estado para cobrar un bono de reforma agraria que no ve la luz.

La herencia que nos dejó – en bonos de reforma agraria- el dictador Juan Velasco Alvarado constituye, en valor actual, una deuda equivalente a 2,5% del PBI o aproximadamente 4,500 millones de dólares. El gobierno cuenta con los recursos para saldar las cuentas y, según el ex ministro de economía Ismael Benavides, el pago no generaría déficit fiscal ni aumentaría la deuda externa. Es cuestión de tomar una decisión política para luego hacer un estudio financiero y anunciar un programa de reestructuración de deuda.

Los bonos se pueden pagar de diversas maneras. Por ejemplo, exonerando a los propietarios de bonos del pago de impuestos o el reconociéndoles créditos tributarios. Otro mecanismo sostenible es el pago en bonos soberanos transables en 30 años a una tasa de interés menor a 5%. Los 150 mil titulares de deuda de reforma agraria tendrían la esperanza de recuperar algo del valor de las 15 mil propiedades que un general les quitó a cambio de papeles insignificantes.

La creatividad del MEF está a prueba para que el programa de restructuración de deuda acabe también con el mercado informal de bonos agrarios. Existe un grupo de inversionistas “buitres” que se aprovechan de la incertidumbre y la desinformación de los bonistas agrarios para comprar sus deudas a precios menores a un quinto de su valor. Los propietarios se someten a estos abusos de precio solo para evitar el trámite de litigar contra el Estado y perder miles de soles en el proceso.

El pago de la deuda agraria no sólo es algo éticamente correcto, sino que también incentivaría la inversión en el agro y calmaría las preocupaciones de los inversionistas sobre la solidez de las instituciones en el Perú. Estas ventajas que obtendría el país son vitales en este momento crítico de desarrollo y crecimiento, pero a nadie le gusta limpiar desastres ajenos.

El Tribunal Constitucional ordenó esta semana al Ejecutivo a pagar los bonos de la reforma agraria. ¿Cómo se comportará nuestro “modelo a seguir”? Probablemente, por la regla de la cadena, el Estado le delegará el problema a algún siguiente presidente que quiera saldar las cuentas de un dictador.

2 COMENTARIOS

  1. Me parece un artículo más opinativo que con sustento, y la persona -una estudiante- no tiene la más mínima autoridad para los calificativos que da. Argumentos endebles y le falta orden, repite una y otra vez que «hay que pagar las deudas del dictador». Recomendación, ve al grano y evita los adjetivos calificativos.

    • Estimado Miguel A-C:

      Tu comentario me parece más «opinativo» (1) que con sustento.

      Los estudiantes aveces también tenemos opiniones (y bastante claras). Es falaz atacar a una idea por su matriz y no por sus estribos (ad hominem que le dicen).

      ¿Por qué una persona que no tenga un pedazo de papel que dice que sabe algo no tendría autoridad para opinar? Me parece particularmente equivocado desacreditar cualquier opinión por el nivel de educación de quién la emite.

      Los argumentos no son endebles y repetir que «hay que pagar las deudas del dictador» es quizás la mejor forma de recordar que una pandilla de ladrones disfrazados de verde saquearon al país para que «patrón no vuelva a comer de la pobreza del campesino» (se olvidaron de decir que -por las próximas décadas- el patrón no tendría qué comer y tampoco el campesino).

      Por último: «evitar los adjetivos» es -al final del día- evitar juzgar racionalmente alguna cuestión que se someta al análisis lógico. No indicar con la palabras la opinión que alguien sustenta sobre un tema no es más que un amague a la corrección política que algunos preferimos evitar.

      Saludos,

      Mijael Garrido Lecca

      (1): Para ser una persona que (asumo) ya no es estudiante creo que es mejor dejar para Cortazar ese asunto de inventar palabras. «Opinativo» no existe. Habrá que regresar a Lengua I en primer ciclo. ( http://lema.rae.es/drae/?val=opinativo )

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