Al leer sobre la creación de este Vice Ministerio, con nombre bastante pretensioso, sólo pude sonreír. Como apreciarán, este Vice Ministerio consiguió darle felicidad por lo menos a una persona. Muy efectivo. Sin embargo, mi felicidad duró el tiempo que uno toma para sonreír y dejar de hacerlo. Inmediatamente después vino la preocupación. La felicidad no se sustenta en leyes ni en actos de las autoridades, menos en adelantar la Navidad. La felicidad tiene como componente a la libertad y para que haya libertad necesitamos educación, conocimiento para elegir aquello que es positivo para nuestro desarrollo como seres humanos.

En estos días, han habido distintas noticias vinculadas con la educación. Tenemos a Malala Yousafzai, la joven paquistaní de tan solo 16 años que sobrevivió a un intento de asesinato de los talibanes en su país. El motivo: reclamar educación para las niñas de su país. Luego tenemos la iniciativa del congresista Daniel Mora, que mediante un proyecto de Ley Universitaria pretende crear la Superintendencia Nacional de Educación Universitaria. Uno de los motivos: la necesidad de revisar el contenido del currículo de los cursos. Asimismo, tenemos al Perú ocupando vergonzosos lugares en los rankings que miden el nivel educativo y de comprensión de lectura. El motivo: la repetida y hasta sospechosa inacción de todos los gobiernos para mejorar la educación, salvó la honrosa excepción del Ministro Chang.

En el libro El Pie de Jaipur, su autor Javier Moro narra la vida de Song Tak, un camboyano sobreviviente a la matanza que realizó Pol Pot y el Khmer Rouge, en Camboya, entré 1975 y enero de 1979. Como se sabe, durante este corto periodo, la  población de ese país disminuyó en aproximadamente 1’700,000 habitantes, ello en parte por el genocidio que se cometió principalmente contra aquellos que tenían un cierto grado de educación. Javier Moro precisa en una nota al pie de página que al inicio de la dictadura  de Pol Pot habían 485 médicos, al final de ella tan solo 43. El padre de Song, que era profesor, le pide que mienta: que diga que su padre solo sabe hacer trabajos manuales y que afirmé que Song era analfabeto.

¿Por qué era peligrosa Malala, una niña de 16 que quería estudiar? ¿Por qué quieren controlar el contenido de los currículo de los cursos? ¿Por qué no se hace un intento serio para mejorar el nivel educativo en el Perú para las poblaciones menos favorecidas? ¿Por qué matar a quienes tenían educación?

La respuesta es muy simple: la ignorancia da felicidad a aquellos que desean someter a la población a sus intereses. Cuanto más educado un país, menos posibilidades de manipular a sus pobladores, a los electores.

Debemos estar atentos a las pequeñas directivas a las que nos someten los que nos quieren hacer felices, pues la suma de ellas nos puede hacer muy infelices. Han comenzado a decirnos qué debemos (o no) comer, cómo debemos ahorrar, luego quieren decirnos si debemos fumar o no; hubo un intento para restringir el consumo de Red Bull, quieren decirnos cuánto cine peruano debemos ver y así sucesivamente hasta terminar siendo seres restringidos en nuestras libertades. Ahora nos quieren decir qué debemos (o no) aprender y cómo. Atentados contra la libertad de enseñanza o contra los centros de enseñanza deben ser repudiados.

El conocimiento nos permite ser libres, por ello debe ser defendido por todos. Debemos cuidar que no se repita la experiencia de la reforma educativa que fue nefasta. Nuestro país está avanzando económicamente, pero sin peruanos educados el impacto de este desarrollo será restringido y tarde o temprano se detendrá. Sin libertad no hay espacio para la creatividad que genera progreso y, por supuesto, sin libertad tampoco habrá felicidad.

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