Por: Khuska, el Programa de Desarrollo de Themis.

“Barba Blanca, el poblado de Huarochirí que casi ha desaparecido tras caída de huaico”, “COEN emite alerta roja por nuevo huaico en cauce del río Rímac”, “Cañete: auto impactó contra roca al ser arrastrado por huaico”, “El huaico caído en Santa Eulalia no llegó a zonas pobladas“, “Huaicos en el Perú: quinto desborde de quebrada San Idelfonso afecta centro de histórico de Trujillo”, entre otros, fueron los titulares de hace veinticuatro horas. Y es que la inmensa cantidad de damnificados, la escasez de agua y alimentos, las fallas en comunicación, la caída de infraestructura dan cuenta de la situación que nos rodea. En este  artículo analizaremos las políticas públicas de prevención para enfrentar desastres como éste procurando también hacer un  llamado a la solidaridad que como seres humanos nos identifica.

Los últimos sucesos muestran nuestra falta de preparación frente a los desastres. No había sucedido algo de la misma magnitud desde hace casi 20 años. La catástrofe de 1997-1998 afectó a Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela y Perú. Dentro de nuestro país, Piura tuvo 120,000 afectados,  La Libertad, 72,306 damnificados y Lambayeque, 71,756[1]. Durante este periodo pérdidas humanas, materiales, económicas y de infraestructura pudieron ser prevenidas con mejores políticas de prevención y de reacción. No obstante, teniendo la experiencia pasada, el error se vuelve a cometer este año.

El panorama sigue siendo desesperante. Actualmente, las fuertes lluvias han generado el desborde de los ríos y deslizamientos de lodo y piedras que “ya han afectado a más de 700 distritos en todo el país”[2]. De acuerdo al Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) existen 552,866 personas afectadas, 62,642 damnificados, 115,748 viviendas afectadas, 62 personas fallecidas, 170 heridas y 11 desaparecidos[3]. Asimismo, en Lima, durante esta semana se han clausurado algunos puentes del río Rímac, Chillón y Huaycoloro. Situaciones como estas lanzan la pregunta sobre si es posible tener una infraestructura que soporte estos fenómenos naturales.

Como miembros de Khuska entendemos que para la ejecución de un proyecto, el que fuera, se debe realizar un diagnóstico previo que englobe todas las variables pertinentes para la búsqueda de una solución eficiente. Este diagnóstico debe identificar una problemática. Después de la identificación, el siguiente paso será elaborar una estrategia que la solucione. Es decir, debe haber una relación directa entre el diagnóstico, el problema y la solución. Ejemplos de otras partes del mundo como Ecuador, que también sufre los estragos del denominado “niño costero”, y Japón frente a los constantes sismos, nos muestran que las políticas diseñadas para atender estas necesidades apoyadas en la ingeniería aplicada eficientemente a cada geografía son posibles. Ello sumado a la preparación ciudadana en simulacros, basados en una cimentada cultura de prevención, mitigan los efectos de los fenómenos ambientales.  De este modo, sí se puede contar con planes de infraestructura y de prevención, siempre y cuando las políticas públicas estén dirigidas a resolver necesidades concretas.

La informalidad que nos rodea debilita los avances que podamos tener como país, pero no es motivo para dejar de prestar apoyo.

Consideramos, que si bien es importante buscar ejemplos de otros proyectos, el que se realice debe adecuarse a las necesidades de la población en específico y al ambiente en el que viven. Así, creemos que en este punto radica el error común de las políticas públicas. Ni la Municipalidad de Lima, ni las Municipalidades del Norte y de los lugares afectados realizan un diagnóstico previo para la elaboración de su infraestructura, sino que imitan proyectos extranjeros que rara vez se adecúan a nuestra necesidad. Si a esto le sumamos la inadecuada organización y el retraso en la ejecución de las obras, el problema se agrava.

En palabras de Matthias Garschagen, “una infraestructura débil puede hacer que riesgos naturales se tornen catástrofes”[4]. Por ello, la prevención siempre será la forma correcta para mitigar los efectos adversos frente a desastres como este, y el verdadero remedio siempre será el desarrollo de oportunidades y la intervención del Estado. Desde el principio, las necesidades básicas no son totalmente cubiertas por las políticas de los gobiernos. Por lo que, por ejemplo y en este caso, el acceso al derecho a una vivienda prepondera para muchos al margen del de tener una vida digna. Las personas viven en zonas de alto riesgo y sin servicios básicos con el único objetivo de poder tener un lecho, sin considerar las consecuencias.

La informalidad que nos rodea debilita los avances que podamos tener como país, pero no es motivo para dejar de prestar apoyo. Ante ello, nos queda aceptar que ésta, aunque negativa, es una verdad y que debemos enfrentarla interviniendo sin darle la espalda. Pero debemos ser conscientes que en ello todos tenemos un rol como defensores de los derechos a la mejora de las situaciones de estas personas, involucrándonos en lo que sucede, lejos de solo criticarlos por las decisiones que tomaron.

En ese sentido, se ha escuchado también una lluvia de críticas de otros sectores resaltando que la situación de muchos es merecida por elegir a autoridades que no hicieron ni harán nada por ellos. No hay duda de que la corrupción ha sido otro factor que agravó el asunto. Pero el origen de eso nos lleva a discutir cuestiones sociológicas profundamente arraigadas en el sentir de las personas para preferir a alguien que se apropie de los recursos del Estado solo porque hizo obras. El “roba pero hace obra” nos deja una lección y una tarea muy grande para advertir que futuros eventos como estos no vuelvan a tomar lugar. Tenemos las herramientas necesarias para ejercer nuestros derechos ciudadanos y; reclamarlos se ha tornado en un deber que como sociedad debemos asumir. No hace bien buscar culpables ahora mismo; pero sí nos haría bien el reflexionar sobre nuestra propio papel y, que como hemos hecho estos últimos días, tomar las cosas y salir a ayudar, que con el simple hecho de llevar donaciones se contribuye a mejorar la situación. El Perú es uno solo. De lo realizado por sus autoridades, su población y la acción conjunta que tengan, dependerá la vida de sus futuros ciudadanos. Hagamos que vivir en este país sea lo mejor para ellos, para no volver a repetir lo mismo, tal vez, en 20 años más.


[1] EL PERUANO (s/f). Fenómeno natural castigó a peruanos en 1983 y 1998. Historia de El Niño. Consulta: 19 de marzo del 2017. <http://www.elperuano.com.pe/noticia-historia-deel-nino-38870.aspx>

[2] PERÚ 21 (2017). Perú en emergencia: Estas son las cifras de damnificados y víctimas que dejan los desastres. Perú 21. 16 de marzo del 2017. Consulta: 19 de marzo del 2017. <http://peru21.pe/actualidad/peru-emergencia-estas-son-cifras-damnificados-y-victimas-que-dejan-desastres-2274283>

[3] COEN citado por PERÚ 21 (2017)Perú en emergencia: Estas son las cifras de damnificados y víctimas que dejan los desastres. Perú 21. 16 de marzo del 2017. Consulta: 19 de marzo del 2017. <http://peru21.pe/actualidad/peru-emergencia-estas-son-cifras-damnificados-y-victimas-que-dejan-desastres-2274283>

[4] DW (2017) «La infraestructura es clave para evitar desastres». Made for minds. Entrevista a Matthias Garschagen. Consulta: 19 de marzo de 2017. <http://www.dw.com/es/la-infraestructura-es-clave-para-evitar-desastres/a-19503093>

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