“La democracia es el peor sistema político diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás.”
Winston Churchill

El sistema político democrático es la forma de gobierno más extendida en la actualidad. Pero este sistema no se alcanza o se rechaza de forma absoluta; es decir, no es que haya algunos países que sean democráticos y otros no, sino que, como todo principio, es un sistema que debe ir mejorando y reforzando sus instituciones con el tiempo. En otras palabras, más que conseguirla de forma absoluta, la democracia se va optimizando y perfeccionando poco a poco, con el objetivo de servir mejor a sus ciudadanos.

En los últimos meses hemos sido testigos de cómo se ha atentado contra el orden democrático en varios países. Por ejemplo, en Venezuela se intentó privar de sus funciones legislativas a la Asamblea Nacional; en Paraguay, se desató una serie de protestas por el intento del oficialismo de legitimar la reelección presidencial; y, en Turquía, hace apenas unos días, se realizó un referéndum para que se establezcan una serie de reformas que le dan al actual líder turco, Recep Tayyip Erdogan, facultades políticas adicionales.

Ante esta situación, es imperativo recordar por qué debemos proteger la democracia y rechazar rotundamente actos como los mencionados. Principalmente existen tres motivos, la protección y garantía de derechos fundamentales, la participación de la ciudadanía en aquellas decisiones que les competen directamente y la posibilidad de fiscalización del gobierno por parte de la oposición.

En primer lugar, debemos tener presente que toda democracia y Estado Constitucional de Derecho garantiza y protege los derechos fundamentales. Luego de las atrocidades cometidas en la Segunda Guerra Mundial, las Constituciones de los países democráticos establecieron ciertos derechos, considerados fundamentales, basados en la dignidad del individuo y que funcionan como un límite al ejercicio del poder. Independientemente de la opinión religiosa o política, de la condición social o económica, e independientemente de si se pertenezca a la minoría más pequeña o la mayoría más grande, todas las personas tienen derechos fundamentales sin los cuales, se entiende, no podrían alcanzar su autorrealización. La existencia de los derechos fundamentales es la garantía que ofrecen los sistemas democráticos para que cada individuo pueda desarrollarse como mejor le parezca, ejercer su identidad sin impedimento de la sociedad o el poder político, y, finalmente, alcanzar la felicidad. Por tanto, solo las democracias pueden garantizar plenamente la vigencia de los derechos fundamentales.

El segundo motivo está relacionado con la que quizás es la característica más representativa de la democracia: la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones públicas. La capacidad de elegir y ser elegido ha sido quizá uno de los más grandes logros de las civilizaciones occidentales, y es que es muy difícil, sino imposible, encontrar a alguien que conozca mejor las necesidades y los intereses de la población que ellos mismos. En la democracia, los ciudadanos no solo son los responsables de elegir a sus ciudadanos, sino que también de la producción de las leyes y las reglas que guían sus vidas a través de sus representantes. A la vez, esta característica se conecta con la anterior en el sentido que para poder tomar decisiones correctamente es necesario contar con ciertos requisitos básicos, como la libertad de información y expresión; derechos que solo un sistema democrático puede garantizar. Por ello, solo la democracia asegura que cada individuo tenga participación y representación en aquellas decisiones que, por definición, van a reglamentar e incidir en su propia vida.

Finalmente, la democracia no es solo elección de autoridades, sino también la posibilidad de fiscalizar el trabajo que estas hacen una vez que han sido elegidas. Otro de los principios fundamentales de los Estados Constitucionales de Derecho es la separación de poderes y la legalidad en la administración. El primero de ellos significa que el poder se distribuya en varias instituciones y grupos, los cuales, se entienden, estarán en constante fiscalización entre ellos, evitando así la concentración de poder en pocas manos y el uso abusivo de este. Por otro lado, la legalidad de la administración significa que no solo los ciudadanos están obligados a respetar las leyes, sino también, y sobre todo, las autoridades. En un sistema no democrático es muy común que las autoridades realicen todo tipo de actos ilegales, dado que nada ni nadie tiene el suficiente poder como para fiscalizarlos. Por lo tanto, la democracia impide el uso abusivo e ilegal del poder, en tanto la separación de poderes permite que el poder se distribuya y se fiscalice a sí mismo, y la legalidad en la administración obliga a las autoridades a respetar la ley.

Sin embargo, como todo sistema político, la democracia no es perfecta. Hay muchos ejemplos a lo largo de la historia que han demostrado que muchas veces el pueblo puede tomar malas decisiones. El caso peruano es muy representativo en este aspecto. El gobierno de Alberto Fujimori contó con un amplio respaldo de la población. Incluso ahora que se han demostrado todas las violaciones a los Derechos Humanos que se cometieron en esos años y los escandalosos casos de corrupción, el partido fujimorista cuenta con un gran apoyo de parte de la población peruana, tanto así que el número de congresistas fujimoristas es mayor al de todos los demás grupos parlamentarios juntos. Todo ello demuestra que cuando una población no cuenta con el conocimiento político ni la información suficiente, es fácil que algunos grupos intenten y logren confundirla para satisfacer sus propios intereses y aprovecharse de ella.

Es cierto que el sistema democrático no es un sistema perfecto, y que el pasar del tiempo nos ha demostrado constantemente que la decisión de la voluntad popular puede estar en algunas ocasiones equivocada. Pero como mencionamos anteriormente, la democracia debe entenderse como un proyecto en construcción; como un objetivo que requiere voluntad y esfuerzo para que pueda ser alcanzado. Si bien es un sistema que falla -y puede fallar mucho- consideramos que, actualmente, la democracia es el mejor sistema político debido a que protege derechos fundamentales, permite que la ciudadanía participe en la toma de decisiones y evita la concentración y el uso abusivo del poder político. La tarea de protegerla y contribuir a su desarrollo recae sobre todos nosotros.

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