Hace 7 días se llevaron a cabo las elecciones municipales y regionales en todo el país. Una semana después, aún seguimos esperando los resultados. La razón: La tremenda complejidad del proceso electoral y específicamente del sistema de conteo general de votos, que parte del propio procedimiento previsto para este tipo de elecciones. La solución: En esta breve nota pretendo sugeriré dos posibles soluciones, haciendo una comparación con mecanismos utilizados en otros países.

Al momento la ONPE afirma que ya procesaron el 100% de las Actas, pero que solo el 73,81% pueden ser contabilizadas, ya que el restante 26,19% de actas han sido observadas.

Pero, ¿qué son estas “Actas” de las que tanto se habla? Las Actas Electorales son el documento oficial que consigna los hechos y actos sucedidos en la mesa de sufragio. El Acta Electoral cuenta de 3 partes: El Acta de Instalación, que debe reflejar que la mesa de votación se instaló con regularidad; el Acta de Sufragio, en la que se anota el número de personas que efectivamente votaron el día de las elecciones; y el Acta de Escrutinio, en la que se cuentan y asignan los votos, y se verifica que el número total de votos contabilizados coincida con él que refleja el Acta de Sufragio.

Ante cualquier suspicacia, las Actas pueden ser observadas, lo que es diferente a que sean «impugnadas». ¿Cuál es la diferencia? Los personeros, que son representantes de los partidos en los locales de votación y que tienen el rol de vigilar la transparencia del proceso, son quienes tienen la potestad de impugnar. Pero no se impugnan actas, sino que se impugnan votos (revisar de nuevo el boletín), y eso se resuelve en la misma mesa electoral. De existir alguna irregularidad, esta constará en el Acta Electoral. Así, las Actas son “observadas”, y no “impugnadas”, por la propia ONPE. Fernando Tuesta explica muy claramente en su blog cómo funcionan las observaciones a las actas:

“…Se trata de actas que tienen votos impugnados, errores materiales (no cuadran las sumas), son ilegibles o con observaciones. Estas no pueden ser ingresadas al sistema de cómputo, que las rechaza. Son enviadas a los JEE, quienes resolverán y, si hay alguna apelación, pasarán al JNE, quien resolverá en última instancia. Estas catas regresan a la ONPE y recién pueden incorporarse a la suma total. …” (1)

Ahora bien, con estos conceptos claros, pasemos a analizar el problema. Para explicarlo de modo sencillo, utilizaré como ejemplo el caso de Lima. Sólo en la capital se instalan más de 3 mil mesas de sufragio (3,058 en 2006) el día de las elecciones. En cada una de esas mesas existen 6 encargados: presidente, secretario, tercer miembro y tres suplentes de mesa, por cada mesa. Es decir, el Estado debe informar a más de dieciocho mil personas (3 mil mesas x 6 personas encargadas por mesa) sobre cómo llenar cada una de las tres actas que contiene cada Acta Electoral, además de indicarles que cada acta debe tener la firma y la huella digital de cada miembro de mesa. Por si eso fuera poco, las personas entrenadas por el Estado deben estar en capacidad de guiar al resto de votantes adecuadamente. Luego, si alguno de los cerca de nueve mil miembros de mesa presentes a la hora de llenar las actas (tres miembros activos por mesa) comete algún error en su llenado, o si algunos votantes no llenaron bien la cédula, la ONPE tiene la obligación de observar todas las actas en las que existieron irregularidades.

Preguntémonos entonces: ¿No es acaso demasiado probable que varias de estas más de dieciocho mil personas no hayan sido debidamente informadas –por responsabilidad de los órganos electorales o de ellos mismos, eso es irrelevante- y, por lo tanto, puedan equivocarse a la hora de llenar las actas? ¿No resulta algo exagerado establecer un procedimiento tan engorroso? ¿Por qué se exigen rigurosidades tan específicas como que cada Acta Electoral debe tener las tres firmas y las tres huellas digitales de los miembros de mesa? ¿No bastaba sólo con la firma, o sólo con la huella?

Dos alternativas de solución al problema

La primera y más simple alternativa es, sin duda, hacer menos engorroso el procedimiento, eliminando requisitos tan específicos como el exigir firma y huella de los miembros de mesa, o firma y huella de cada persona que vota, u otros detalles cuya ausencia no afecta el que se pueda determinar la voluntad del votante.

La segunda alternativa, en mi opinión mucho más efectiva, es la utilización del voto electrónico. Se ha hablado bastante en estos días sobre si deberíamos adoptar este sistema. El voto electrónico no es, como algunos piensan, un “voto por internet”. Se trata de una pequeña computadora que se ubica en la cámara secreta y que registra todos los votos en un software especial que se conecta con una central a través de una red interna. Esta modalidad existe hoy (y ya desde hace algunos años) en países vecinos como Venezuela, Brasil y Paraguay.

Nuestro propio presidente, quien hace algunos días aseguró al mundo que los famosos Transformes son en realidad unos drogados, ha criticado el sistema de voto electrónico por considerar que se presta a que los votos sean manipulados por “hackers”. Si bien esta premisa es comprensible, yo pregunto, ¿es acaso el sistema de conteo de votos en papel (misma elección de delegado de clase en el colegio), en el cual nadie sabe qué pasa con los votos durante varias semanas, menos propenso al fraude? La respuesta es que no. De hecho, el sistema electrónico ha permitido cosas bastante impensables, como que Hugo Chávez pierda poder en el congreso en las elecciones de hace algunas semanas, o que el mismo Chávez no haya podido cambiar la constitución para ser reelegido indefinidamente. En ambas circunstancias al menos no parece haber habido fraude, dado los resultados obtenidos. Con el sistema de votación tradicional, por el contrario, si han existido conocidos y escandalosos fraudes electorales, en especial en el Perú. Esto ya lo sufrió el APRA, así como varios otros partidos.

Para analizar hechos concretos e ir cerrando así este breve artículo, hace siete días también se llevó a cabo la primera vuelta de las elecciones generales en Brasil. El conteo de votos demoró tres horas. Nadie siquiera plantea que hubo fraude. De hecho, de haberlo habido, probablemente se hubiera favorecido a la candidata de Lula, Dilma Rousseuf, y esta hubiese ganado en primera vuelta. Pero ello no ocurrió. Rousseuf no pasó la valla del 50% (como si lo hacía, y de lejos, en las encuestas) y a fin de mes se enfrentará a José Serra en la segunda vuelta.

¿Qué esperamos en el Perú para aplicar el voto electrónico? La propia Magdalena Chu, jefa de la ONPE, ya dijo que ellos ya están preparados. Ya se tiene el software y este mes se termina de realizar la segunda certificación de calidad ante la EOA . El proyecto de ley ya fue aprobado, pero fue observado por el Ejecutivo y aún no se han vuelto a pronunciar sobre el tema. ¿Cuándo sabremos los resultados finales de este inacabable proceso electoral? Esperemos que pronto. Quizá, como van las cosas, nos enteraremos de la respuesta incluso antes de que se termine de contar el voto municipal.

(1) TUESTA, Fernando. La ONPE, el conteo y el fraude descartado. En: Blog de Fernando Tuesta, 05 de octubre de 2010. http://blog.pucp.edu.pe/fernandotuesta/la-onpe-el-conteo-y-un-fraude-descartado (visitado el 10/10/10 a las 16:00).

¿Cómo citar este artículo?
ALBAN GONZALEZ, Javier. Voto a voto, la paciencia se agota. En: Enfoque Derecho, 10 de octubre de 2010. https://enfoquederecho.com/voto-a-voto-la-paciencia-se-agota (visitado el dd/mm/aa a las hh:mm).

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