El ministro de Economía, don Ismael Benavides, nos anuncia una gran medida: la reducción en 1% del Impuesto General a las Ventas (IGV) y la disminución del Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) del 0.05% al 0.005%. Adicionalmente, se promete la reducción del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) a los combustibles desde marzo y otro paquete de rebajas arancelarias.

Como diría el general Milton Friedman, estoy de acuerdo con cualquier rebaja tributaria, por cualquier circunstancia cada vez que sea posible. Los tributos –de cualquier tipo- desincentivan la producción, el consumo y la inversión.

Las razones detrás de la reducción tributaria anunciada, que se calcula cercana a los NS/ 2,500 millones anuales (aproximadamente NS/ 1,500 millones de IGV y NS/ 1,000 millones de ITF), son sencillas; dado el crecimiento económico esperado en el 2011, los ingresos adicionales por recaudación arancelaria y aquellos originados por el aumento de los precios de los metales, nuestra caja fiscal se mantendría equilibrada incluso con dicha reducción.

Esto es en el papel. En la realidad, los efectos son más positivos que los enunciados. Por un lado, la reducción de los tributos fomenta la formalización, tan necesaria en un país donde cerca del 60% de la economía es informal, lo que, traducido a empleos (PEA), significa cerca del 70%. Es cierto que la reducción de 1 punto del IGV (de 19% a 18%) no significará una masiva migración al sector formal; una clara señal de reducir los costos de formalización.

De otro lado, la disminución de los ingresos fiscales tiene un efecto secundario poco percibido: reduce la participación del Estado en la economía. Esto es, controlas el apetito voraz del Estado o –en palabras de un colaborador- “contienes la voracidad de la bestia”. Con esto no propongo la hambruna hasta su desfallecimiento sino, por el contrario, la revitalización de la contabilidad familiar. La reducción del IGV y del ITF significará cerca de NS/89 en promedio para cada peruano, lo que se traducirá en NS/420 por familia (4.7 personas promedio). Si sumamos los NS/2,500 millones de ISC, esto subiría a NS/840 por familia de ahorro anual. Estos recursos, como comprenderá cualquier estudiante, se transformaran en mayor consumo de alimentos, acceso a mejor educación, inversión en mejoras del negocio familiar o cualquier otra forma de mejora en la calidad de vida.

El Estado tiene otros roles primordiales, como señaló Rafael Belaunde, el primero en pedir la eliminación del ISC a los combustibles y de los impuestos antitécnicos. Lo que no se le puede permitir es crecer al punto de asfixiar la iniciativa individual.