Por: Náthaly Abrahan E.
Licenciada en Ciencias Administrativas y Esenciales y ex miembro de la delegación UNITEC para modelos de Naciones Unidas.
El conflicto árabe israelí, cuyo inicio se atribuye popularmente a la partición del territorio palestino con el fin de poder conformar el emblemático estado de Israel, ha dado pie a una guerra extremadamente compleja, quizás uno de los temas más controversiales de la historia del último siglo, en la cual la apertura de los canales comunicativos ha hecho posible para individuos, o incluso entidades, tomar posiciones parcializadas en este conflicto, basándose únicamente en las acciones de ambas partes. Es entonces cuando nace la interrogante: ¿cómo es que un pedazo de tierra se vuelve el motivo de un conflicto tan complejo, duradero y controversial? A partir de allí se vuelve imperante la necesidad de conocer un poco más sobre ese incentivo o combustible que mantiene esta disputa incesante, pero esto sería imposible de determinar sin darle un vistazo a ambos pueblos, sin saber quiénes son y de dónde vienen.
Observando en retrospectiva, el pueblo judío ha encajado en el patrón de pueblo nómada desde tiempos muy remotos. Sometidos a la esclavitud en Egipto, hasta verse obligados a huir y pasar cuarenta años viviendo en el desierto. Fueron los protagonistas de dos diásporas en la historia universal al ser echados de su tierra prometida dos veces. También fueron el blanco de uno de los genocidios más nefastos de la historia, el holocausto, cuyo proceso los obligó a abandonar sus propiedades de forma drástica, para ser esclavizados en un campo de concentración y posteriormente asesinados. Los judíos llevan consigo una carga histórica muy difícil, en la cual se han roto por completo sus derechos individuales, de una forma enmarcada hacia al odio y el rechazo de personas ajenas a su religión, siempre funcionando como los medios principales para alcanzar un fin en específico. No es nada difícil pronosticar que, luego de todo esto, se volverán implacables a la hora de defender su propio Estado.
En el caso de los palestinos, más allá de dónde habitan como pueblo, es necesario definirlos bajo la religión que profesan, sobre la cual la libertad individual es prácticamente inexistente y cuyos derechos están disueltos en una sumisión hacia Dios, a través de un libro que define su comportamiento. Tal y como lo describió Emeterio Gómez en su artículo “¿Libertad individual islámica?”: “…El núcleo de este artículo es la posibilidad -¡o el sueño!- de que el Mundo Islámico desarrolle la noción de libertad individual. Vista esta, no sólo como libertad jurídica, política o económica, sino como la Autonomía de la Conciencia Individual”. Y es que dentro de esta religión cada individuo nace para cumplir con un fin, digno de una ética y sociedad completamente colectivista. Especialmente, en aquellas ramas islámicas creyentes del yihadismo muy común en el territorio palestino, en la cual hombres se inmolan en “nombre de Alá”.
Se puede notar que ambos pueblos, además de tener las mismas raíces, son el vivo reflejo uno del otro, tal y como si fuesen observados desde un espejo. Ambos vienen arrastrando a lo largo de su historia paradigmas que descartan -ya sean por cuestiones religiosas, o por una serie de eventos históricos desfavorables- la existencia de derechos individuales. Si un pueblo desconoce completamente los derechos de cada individuo, no habrá garantía alguna para éstos, ni mucho menos para su enemigo. Este factor ha alimentado constantemente una ética colectivista, que contribuyó a esa mentalidad de guerra, de invertir hasta el más escaso de los recursos, así se tratasen de vidas inocentes con el único fin de ofender al enemigo, generando consecuencias catastróficas.
Lo curioso del caso es el concepto tergiversado que los palestinos tienen sobre la libertad. En 1964 formaron la Operación para la Liberación Palestina (OLP), cuya palabra clave de éste contexto es libertad, pero aún así se vuelven cada día más prisioneros del rechazo hacia el estado de Israel y todos sus aliados en materia de política internacional. Pelean por la liberación de Palestina, pero el costo de ello es esclavizarse a una guerra de largo plazo. Que los palestinos puedan re-direccionar su concepto de libertad es algo bastante utópico, implicaría renunciar a sus creencias religiosas.
Los judíos, a pesar de poseer un estado bien conformado, en donde los derechos de los individuos se preservan de mejor manera que en el bloque islámico, también se han dejado atar a una idea de odio y repudio hacia el enemigo y hacia todas aquellas entidades que adoptan la posición contraria.
Quizás por sus antecedentes religiosos y bíblicos, estos pueblos estén destinados a no poder convivir, quizás no quede piedra sobre piedra en Jerusalén, lo cierto es que si judíos y palestinos le dan una nueva dirección su concepto de libertad, el combustible para el conflicto se haría más escaso.
Es muy fácil observar desde el exterior y tomar un bando específico en este conflicto. Ciertamente, uno lleva mucha más ventaja que el otro, pero la verdad es que posicionar a una parte como la víctima y a la otra como la victimaria no sirve de nada. A estas alturas lo que realmente representa un valor significativo en referencia a este tema es entender la causa raíz en miras de un escenario un poco más favorable para ambas partes.