El pasado 12 de octubre, el Comité Noruego del Premio Nobel otorgó el Nobel de la Paz a la Unión Europea por su contribución al fortalecimiento de la paz y reconciliación, la democracia y los derechos humanos. Así, de acuerdo con la nota de prensa publicada con ocasión del premio, la Unión Europea habría hecho que dos otrora grandes enemigos como Francia y Alemania sean hoy grandes aliados. De igual forma, dice el Comité, la Unión Europea facilitó la transición pacífica de los Balcanes y la inserción de la democracia en Europa del Este.

Por supuesto, la Unión Europea ha sido una de las facetas más saltantes del mundo de la Post-Guerra y es un poderoso símbolo de que la convivencia pacífica entre los Estados es posible. El premio, sin embargo, no ha estado libre de controversias. Según estas opiniones, el premio es o una burla a la actual situación del viejo continente o una movida estratégica del Comité Nobel para dar legitimidad a la UE, en un momento en que parece estar perdiéndola.

En base a estas acusaciones, entonces, vale la pena preguntarse si es la Unión Europea realmente responsable por la paz que se generó en la Europa de la post-guerra y que, a pesar de las actuales protestas sociales, continúa hasta nuestros días, en el sentido de que, como dice el Comité Nobel, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, hoy es casi imposible imaginar una guerra entre dos países miembros de la UE.

Esta pregunta da justo en el clavo de un debate que lleva ya varios años dividiendo a la élite de las Relaciones Internacionales entre quienes ven en la Unión Europea y otras instituciones internacionales similares la posibilidad de cooperación entre los Estados y quienes ven  en estas instituciones nada más que el reflejo de las relaciones de poder entre las potencias dominantes; es decir, entre institucionalistas y realistas.

En efecto, allá por 1995, este mismo tema propició un acalorado debate intelectual entre varios pesos pesados de las Relaciones Internacionales en la influyente revista International Security; de un lado, el realista John Mearsheimer y de otro, sus varios opositores, el constructivista Alexander Wendt y los institucionalistas Charles y Clifford Kupchan, John Ruggie y Robert Keohane y Lisa Martin. En su intercambio (que incluyó una dúplica de Mearsheimer e incluso la posterior intervención del padre del Realismo moderno, Kenneth Waltz, cinco años después), Mearsheimer y sus críticos (sobre todo Keohane y Martin) discutieron sobre el rol de la OTAN luego del fin de la Guerra Fría y el papel que ésta jugó en la pacificación de la Europa post Segunda Guerra Mundial, tocando el tema de las Comunidades Europeas y la por entonces aún joven Unión Europea sólo tangencialmente; sin embargo la lógica es la misma y puede ser aplicada a ambos escenarios.

Así pues, Keohane y Martin argumentaban que las instituciones internacionales son un factor que permite a los Estados alcanzar mayores niveles de cooperación, mientras que Mearsheimer señalaba que las instituciones no tienen mayor efecto en la conducta de los Estados que la componen, sino que, en realidad, responden a la repartición de poder que existe per se entre sus miembros y que estos miembros las usan según su conveniencia para sus propios intereses.

De esta forma, mientras por un lado podría hablarse de la UE como una fuerza independiente que ha hecho que existan mayores vínculos entre Francia y Alemania o que exista una aspiración democrática para los Balcanes y Europa del Este, bien podría ser que, tal como señala Mearsheimer, lo que haya generado esta paz entre franceses y alemanes haya sido la continua presencia militar estadounidense en Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, como forma de contrapeso a la influencia soviética en la región durante la Guerra Fría, lo que hizo que las naciones europeas no tengan que preocuparse por su propia seguridad, lo que a su vez generó menos competencia e inseguridad entre Francia y Alemania y que, en última instancia, generó las condiciones para la paz que hoy vemos.

Como puede verse, en un escenario, la Unión Europea y la OTAN son causa de paz y, en otra, son o meros instrumentos o incluso consecuencia de una paz lograda por otros medios. Es más, según la teoría de Waltz y Mearsheimer, si Estados Unidos retirase su presencia militar de Europa y desfinanciase la OTAN, la necesidad de asegurar la propia supervivencia de cada Estado europeo causaría el colapso de la Alianza y el fin de la comunidad de seguridad europea.

En cierto sentido, existe algo de razón en ambos argumentos, sólo que en momentos diferentes. Después de todo, la estrategia estadounidense durante la Guerra Fría de mantener una presencia militar importante en Europa fue la causa que dio origen a las condiciones que permitieron a los Estados Europeos crear la comunidad de seguridad que hoy existe en el Viejo Continente. Sin embargo, también es verdad que la existencia de la Unión Europea hoy en día es un seguro adicional que evita que los avances logrados se mantengan en el tiempo. Al fin y al cabo, incluso si Estados Unidos se replegase completamente de Europa, la existencia de la UE (y más aún en una era post Tratado de Lisboa) continuaría haciendo que una guerra entre Francia y Alemania no sea viable, al menos en el mediano plazo. Más bien, al contrario, sería el desmoronamiento de la Unión –sea por motivos económicos o no– lo que podría incrementar la inestabilidad en la región.  El tema con las instituciones, sin embargo, es que, una vez creadas, son muy difíciles de “des-crear” (incluso si uno o dos Estados la abandonan por cualquier motivo que sea). Así, cuando cayó el Muro de Berlín y se desactivó el Pacto de Varsovia, en estricto, la fundamentación para la existencia de la OTAN en la práctica cesó. Esto, sin embargo, no ocasionó el colapso de la Alianza, sino que simplemente ocasionó un reenfoque, iniciado con las guerras de los Balcanes, y que terminó en las operaciones de Afganistán y, recientemente, Libia.

Bajo esta realidad, entonces, si bien no es un error (como dicen algunos) decir que la UE contribuye a la paz en Europa, sí sería injusto decir que es la única responsable de ésta. En efecto, fue el balance de poder causado por la Guerra Fría –eso que estuvo tan cerca de llevarnos a la Tercera Guerra Mundial– lo que dio origen a esta paz y tiene igual mérito en el asunto, por más irónico y políticamente incorrecto que pueda sonar.