Jaque a la Democracia

"En plena pandemia y adoleciendo de una crisis sanitaria y económica, perdimos al Jefe de Estado y a su gabinete ministerial".

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Por Renzo Díaz Giunta, practicante pre-profesional en el Tribunal Constitucional y estudiante de Derecho de noveno ciclo en la Universidad de Lima.

Evidentemente, la aprobación de la vacancia del Presidente de la República Martín Vizcarra acontecida el 9 de noviembre del 2020 se consolida como uno de los más vergonzosos y sombríos capítulos de nuestra historia republicana. Y, es que optar por imponer con 105 votos una voluntad contraria a la que emana del pueblo, refleja una desconexión de la mayoría congresal con el pensar de los ciudadanos que dicen representar.

Las consecuencias del accionar de unos cuantos, en desmedro del Perú, generan un retroceso en el avance democrático alcanzado en los últimos 20 años. Tal es así que, frágil y estéril; el Estado peruano se encuentra acéfalo, con una gobernabilidad quebrantada y bordeando la anarquía.

Siendo uno de los principios rectores de la democracia el balance y equilibrio de poderes, este se vio menoscabado por una disposición del artículo 134 de la Constitución que, al prohibir la disolución del Congreso en el último año de mandato, dejó al Poder Ejecutivo vulnerable ante un Congreso mayoritariamente opositor.

El balance y equilibrio de poderes busca una armoniosa coexistencia de los poderes del Estado en pro de la gobernabilidad. No obstante, el despojar de esta facultad de disolución ante dos negaciones de confianza, pero mantener la censura en el último año del mandato, atenta contra este principio, ya que implica dejar al Ejecutivo a la merced del Legislativo, más aún considerando la inexistencia de una bancada de gobierno.

Asimismo, la controversial vacancia presidencial por causal de incapacidad moral permanente que, si bien está mencionada en la Constitución, no define el concepto de incapacidad moral permanente, ni menciona una lista de conductas que pueden calzar con aquella causal, tampoco establece estándares ni criterios objetivos. No obstante, existe, por lo que se puede aplicar y los legisladores a lo largo de la historia la han esgrimido y empleado como mejor les parece y conviene.

En plena pandemia y adoleciendo de una crisis sanitaria y económica, perdimos al Jefe de Estado y a su gabinete ministerial. Mientras Manuel Merino calcula la repartición, entre sus aliados, de los diversos ministerios y organismos que componen al Poder Ejecutivo, la conducción del país ha quedado paralizada y sin rumbo.

Con serios cuestionamientos, se inicia un gobierno de transición, que carece de legitimidad de ejercicio y posee un alto índice de impopularidad. La mayoría de la población respalda a Martín Vizcarra, quien fue su gobernante desde el 23 de marzo del 2018 y rechazan la forma en la Merino tomó el poder, al punto de considerar que encabeza un gobierno usurpador y, lo perpetrado el 9 de noviembre del 2020, un golpe de estado.

Ante este distorsionado status quo, recae en nosotros, la población, reconstruir nuestra democracia. El contexto de inestabilidad que atravesamos como país exige participación activa de la ciudadanía; fiscalizar todo accionar de las autoridades, la defensa de la reforma universitaria, de justicia, política y los diversos avances normativos, exigir el cumplimiento del cronograma electoral para la realización de las elecciones y demandar una selección transparente y meritocrática de magistrados del Tribunal Constitucional.

Reivindicar nuestra democracia es posible, bajo un compromiso ciudadano de desterrar perpetuamente el espíritu indiferente que nos ha caracterizado durante tantos años. Como bien indica la Carta Democrática Interamericana en su artículo 2: “La democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional”.

Para ver florecer al país, sembremos una cultura de participación ciudadana; constante y que no se remonte solo a las urnas. Naturalmente, el poder emana del pueblo y siempre regresa a este; por ello, es deber de todos los peruanos no olvidar este catastrófico suceso y, al momento de votar, emitir un voto informado y a consciencia. Juntos podemos hacerle jaque mate a aquella clase política que no nos representa y que no antepone al Perú primero.


Fuente de Imagen: DMS Consulting