Latinoamérica asiste hoy a la explotación retórica de un falso nacionalismo, en la forma de una ideología que se aferra y vincula directamente al gobierno de turno. Así se ha visto en la reciente celebración del nuevo aniversario por la Revolución de Mayo en la Argentina, relegada a un mero acto partidario y, como era de preverse, financiado de manera inconsulta por los propios contribuyentes argentinos.

En el país sudamericano, los significados de «Patria» y «Nación» han quedado encuadrados dentro del pensamiento peronista; a la postre, las fechas nacionales no son otra cosa que actos promovidos y alentados desde el oficialismo.

Entre aquellas frases pronunciadas por la jefe de estado argentina, Cristina Fernández Wilhelm, durante el encuentro en Plaza de Mayo, pueden citarse las siguientes: «El peronismo vino a cambiar definitivamente la historia del país» (…) «Mal que les pese, fue una década ganada por el pueblo» (…) «Los precios no los ponen los trabajadores ni el Gobierno [Nacional]; los precios los fijan los grandes empresarios y los monopolios». Todo ello, mientras la Casa Rosada ordena publicar, durante la semana, una lista de los 500 productos que pasan a exhibir precios congelados. En otro pasaje, la presidente argentina advirtió a los «40 millones de argentinos» que, «si no se organizan, si no participan, si no cuidan ustedes mismos lo de ustedes, van a venir otra vez por todos ustedes como lo han hecho durante toda la historia», completando que espacios no identificados pretenden «dividir a los argentinos, instaurar climas de división de insulto, agravio, odio permanente…» y que aquéllos «no vinieron a insultar ni a agraviar, sino a festejar el Día de la Patria». Acompañando el discurso presidencial, la militancia de «La Cámpora» (el espacio juvenil que ha acaparado la totalidad de la acción estatal, involucrándose en groseros actos de corrupción) entonaba cánticos tales como «Llora la derecha (…) Volveremos a ganar, gorila no volvés más» o «Vamos al frente, combatiendo a los gorilas con la bandera de Evita, de Perón y de Fidel» y «Junto a Néstor y Cristina, los soldados de Perón».

Prestigiosos analistas y medios de todo el mundo se hicieron eco del mensaje oficial, a modo de certificar cómo el peronismo -sin importar mayormente sus vertientes- continúa vigente y dotado de gran empuje desde ciertas porciones de la juventud argentina: en este país, el justicialismo ha pasado a ser protagonista de todo cuanto sucede.

A caballo del aniversario de la Revolución de Mayo, el kirchnerismo recordó los diez años desde su arribo al poder, de la mano de personajes del mundo artístico como Silvio Rodríguez y el polémico cantautor local Fito Páez, quien portó una bufanda con los colores de la bandera venezolana.

A ciencia cierta, la tristemente célebre «década ganada» -o «década lavada», conforme lo expuesto por el ciclo periodístico ‘Periodismo Para Todos’ de Jorge Lanata- no es más que un reflejo contundente de las ganancias reflejadas en aumento de patrimonio para los políticos de turno y de otros muchos que reclaman su derecho de vivir a costa de los demás.

El gobierno argentino se esfuerza en maquillar las estadísticas oficiales, pero la maniobra comparte ya demasiadas carencias, si de efectividad se trata: de acuerdo al Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), el 26,9% de los argentinos -casi once millones de personas- vive en la extrema pobreza, y ello representa un incremento del 5% solo en relación a 2011. Por otra parte, el gasto público se ha disparado, y hoy equivale a al menos la mitad del PBI. Así lo ilustra un informe reciente del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL).

A esto han quedado reducidos los supuestos logros de la «década ganada» del kirchnerismo: a un gasto estatal cada vez más elevado, a mayor pobreza, interminables regulaciones y una rampante inflación. Recordaba el economista austríaco Friedrich Hayek: «Se ocultará a la gente todo lo que pueda provocar dudas acerca de la competencia del Gobierno o crear descontento».

Ante este delicado panorama, los argentinos asisten a un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, pero sin escarapelas, banderas ni insignias nacionales. Este material ha sido cínicamente reemplazado con estandartes y pancartas con eslóganes tales como «Fuerza Cristina», «Gracias, Néstor», o las empuñadas por las agrupaciones La Cámpora o KOLINA (Corriente de Liberación Nacional, conducida por la hermana del fallecido Néstor Carlos Kirchner, Alicia). La ‘celeste y blanca’ no forma ya parte de celebración alguna: la partidocracia y el griterío militante son engranajes de una maquinaria confeccionada en un país para pocos. Sentencia igualmente respaldada por el visionario Juan Bautista Alberdi: «La Patria es libre cuando no depende del extranjero, pero el individuo carece de libertad cuando depende del Estado de una manera omnímoda y absoluta».