Por Walter Piazza, abogado por la PUCP, bachiller en Derecho por la PUCP, magíster en derecho por Harvard University.

Estimados alumnos:

Les escribo hoy para ofrecerles mi ayuda. Todos ustedes han decidido que quieren ser abogados en el Perú, una decisión valiente en la mejor de las circunstancias. Sin embargo, ahora que están en la facultad se acerca vertiginosamente una segunda decisión de casi tanta importancia como la primera, pues tienen que decidir qué tipo de abogados quieren ser. Pueden ver corporativo, contratos, familia. O pueden ser procesalistas, laboralistas, administrativistas, entre tantos otros “istas” más. Además, hay tantos lugares donde podrían ejercer el derecho. ¿Conviene un estudio de abogados o una empresa? ¿Es una buena idea trabajar en el Estado? ¿Podrían hacer una carrera académica en la universidad? Y la más importante de todas estas preguntas, ¿en función a qué deben decidir?

No tengo nada que me autorice a entrometerme en una de las decisiones más personales de sus vidas. No soy psicólogo ni he estudiado teorías vocacionales. No los conozco ni sé sobre sus intereses y pasiones, sus miedos o habilidades. Lo único que puedo decir para recomendarme es que soy abogado y que alguna vez fui estudiante de derecho. Pero por eso mismo, la experiencia me ha enseñado algunas cosas y a mis 31 años espero no haberme distanciado tanto como para no poder empatizar con lo que están viviendo. Así que me lanzo con algunos consejos.

La decisión sobre qué van a hacer con su vida profesional tiene dos partes. La primera es decidir el área del derecho a la que quieren dedicarse y la segunda es decidir el lugar en el que el quieren ejercer esa especialidad. Cuando he conversado con otros abogados sobre las razones que motivaron sus caminos profesionales, han aparecido siempre los mismos cuatro factores: el interés académico, la satisfacción personal, la calidad de vida y, no hay que olvidarlo, el dinero. Veamos cada uno de ellos.

El primer criterio que deben considerar es la fascinación intelectual que un área del derecho les produce. Esta usualmente nace en la universidad y se debe en gran medida a la calidad humana y académica de los profesores que imparten cada materia. Grandes maestros como Javier Neves o Giovanni Priori probablemente han atraído más alumnos a sus especialidades que cualquier otro factor. En pocas palabras, tienen que verdaderamente disfrutar de la materia, de leer y escribir sobre ella. Si esa área les saca una sonrisa cuando aparecen nuevas ideas, si quieren discutir, debatir y pelear por su posición sobre los puntos controvertidos en ella, entonces hay interés. Pueden hacer una carrera de eso.

No les puedo decir mucho más sobre este criterio. Ustedes saben qué les gusta. Lo que sí puedo hacer es advertirles de algunas de las trampas en las que he visto caer a mis compañeros a lo largo de los años. La primera es pensar que disfrutan de aquellos cursos en los que han sacado buenas notas. La memoria es una cosa curiosa y un efecto común es la de tomar emociones vividas en un momento específico y atribuirlas a todo un período de tiempo. A través de esa trampa, muchos confunden ese sentimiento de satisfacción al ver el correo electrónico que dice “Nota – 20” con la fascinación intelectual de la que estamos hablando. Un curso que odiaron todo el semestre de pronto no lo recuerdan tan mal cuando se dan cuenta que han aprobado con 18.

Sin embargo, las notas pueden ser reflejo de muchos factores y la carrera no siempre se va a alinear de tal manera que sus mejores cursos sean los que más les gustan. Pocas cosas son tan frustrantes como escuchar a estudiantes decir frases como “creo que voy a ver tributario, me saqué 18 en el final”. ¡Cuando se habían pasado el semestre diciendo que era un curso miserable! No, muchachos, las notas deben ser consideradas pero no pueden ser determinantes. Piensen en cómo vivieron las clases, piensen en si disfrutaron de las lecturas, en si se sentaron en la cafetería con sus amigos y si se sintieron espontáneamente instigados a discutir lo que habían aprendido. La nota es reflejo de su esfuerzo, no necesariamente de su interés.

La segunda trampa es la de escoger demasiado pronto. La carrera de derecho es larga y guarda algunos de los cursos más interesantes para el final. Con dos semestres encima, hay alumnos que ya han escogido su especialidad, cuando no han explorado ni la mitad de lo que el derecho tiene que ofrecer. Esto se agrava cuando los alumnos comienzan a practicar al inicio de la carrera, pues llegan a un mayor conocimiento sobre una materia específica temprano en su educación y se vuelve más difícil y trabajoso cambiar luego de opinión.

Es importante mantener una mente abierta. Según vayan tomando los cursos, consideren si las nuevas materias, y no la que ya habían seleccionado o en la cual actualmente trabajan, los haría más felices. Si ya están trabajando, consideren la posibilidad de rotar en las áreas o departamentos de su lugar de trabajo para experimentar cosas nuevas. Solo así podrán tener una visión completa de lo que el mundo legal tiene que ofrecer. Es una situación terrible cuando un día a la mitad de sus vidas los abogados se sientan a reflexionar y se dan cuenta que su especialidad les aburre y que la escogieron solamente porque no consideraron otras opciones. Son jóvenes, así que aprovechen su recurso más valioso, su tiempo, para explorar y ser libres antes de comprometerse a una línea que luego será difícil abandonar.

El segundo criterio requiere pensar en lo que necesitan para estar personalmente satisfechos con su trabajo. Esta satisfacción usualmente se encuentra vinculada a la búsqueda de cada persona de un propósito en la vida. Todos queremos lograr algo en los años que tenemos pero la actividad que nos va a dar ese sentido de realización varía de persona a persona. Algunos lo disputan, pero estoy convencido que al final del día esa satisfacción está conectada con la contribución que sentimos que hacemos a nuestra sociedad. Todos necesitamos sentir que participamos en algo más grande que nosotros mismos y, en realidad, lo que varía en cada caso es la inmediatez que necesitamos sentir entre la labor que hacemos y el resultado positivo de nuestras acciones.

Para algunos, la labor del día no les genera felicidad si su trabajo no ha tenido un impacto positivo directo e inmediato en otras personas. Quieren ayudar a un ser humano que tengan al frente, aquí y ahora. Estas son las personas que se ven atraídas hacia el voluntariado, a la labor social y a la representación directa de poblaciones desfavorecidas. Pueden llegar a su casa al final del día y saber el nombre y apellido de la persona que ayudaron, ver el resultado de su trabajo en el individuo y experimentar directamente la gratitud que su ayuda genera.

Otros, en cambio, quieren contribuir de forma directa pero a nivel general, a la mayor cantidad de personas posible. Necesitan que su objetivo directamente beneficie a su sociedad y que su trabajo, en el largo plazo y sumado a la labor de muchos otros, ayude a la gente de su país, localidad o del mundo. Aquí muchas veces encontramos a los servidores públicos y a los miembros de organizaciones no gubernamentales cuyo objetivo es contribuir de una u otra manera al bienestar social.

Un tercer grupo puede lograr esa satisfacción personal contribuyendo a la sociedad de forma diferida o indirecta. No es necesario para estas personas que el objetivo único o primario de su trabajo sea el beneficio social, con tal que haya un impacto positivo involucrado con su labor. Aquí comúnmente encontramos a las personas que trabajan en empresas o en estudios de abogados. Sus labores ciertamente proveen bienes y servicios valiosos a la comunidad, además de proveer trabajo para los empleados y utilidades para los dueños, pero comparten ello con el objetivo de generar dinero para su empresa y para sí mismos.

Determinar la forma en la que quieren contribuir y el nivel de inmediatez que requieren para estar satisfechos con su trabajo es una reflexión personal y compleja. Asimismo, estas tres categorías no son compartimentos estancos y las personas pueden encontrarse en puntos intermedios o ir cambiando sus necesidades en el tiempo. Piensen en qué necesitan que su trabajo les reporte para que estén orgullosos de lo que están haciendo y para que se puedan levantar cada mañana sintiendo que vale la pena el tiempo que están dedicando a su actividad profesional. Si encuentran eso, entonces estarán satisfechos con sus trabajos.

El tercer criterio se refiere a la calidad de vida que su trabajo les puede ofrecer. Esta es determinada por tres factores: la cantidad de trabajo, expresada en horas por semana, las condiciones de trabajo, que se refieren tanto al espacio físico en el que se labora como a los implementos que se proporcionan para trabajar y, por último, al clima de trabajo, que es básicamente la forma en la que se trata a las personas que trabajan en un lugar específico.

Cuando uno es joven, es fácil pensar que este criterio no importa. Mientras leen estas líneas, muchos de ustedes probablemente están dispuestos a trabajar 14 horas diarias, fines de semana y feriados en un cubículo diminuto en el fin del mundo, con una computadora que corre Windows 95 y un jefe que los grita si no le llevan el lapicero que le gusta para firmar los escritos. Después de todo, uno tiene que ganar el “derecho de piso”. Después de todo, los demás estudiantes de su promoción ya están empezando a aparecer en la facultad en terno o sastre y ustedes no se quieren quedar atrás. Después todo, es igual para todo el mundo.

La calidad de vida es importante, muchachos, sobre todo si piensan hacer carrera en un lugar específico. Su lugar de trabajo debe ser un lugar agradable para trabajar y cuando menos cumplir con la normativa de seguridad y salud en el trabajo. Están ahí para aprender, para crecer como profesionales y como seres humanos. Se merecen que los traten con amabilidad y respeto y que la práctica sea una experiencia educativa y no traumática. Cuando ya sean abogados, el tiempo libre se volverá cada vez más importante, conforme busquen tener una relación, formar una familia, enseñar, escribir, o buscar alguna otra actividad fuera de la oficina. Por tanto, no minimicen este criterio ni dejen de averiguar sobre el mismo antes de tomar un trabajo. No vale la pena ser exitoso en el trabajo si en el camino dejaron atrás todas las demás cosas valiosas de la vida, los amigos, la familia o su pareja.

El último criterio es el dinero. Es un cliché repetido frecuentemente que lo importante en la vida es perseguir sus sueños y que el dinero no importa. Sin embargo, esta es una visión un poco idealista del mundo y no es lo que les quiero transmitir. Si bien el dinero solamente es uno de los cuatro criterios que deben considerar cuando escojan lo que quieren hacer con sus vidas, y por sí mismo no debería en ningún caso ser determinante, sí es un criterio importante y que tiene que ser tomado en consideración.

La razón de ello es que el dinero es fuente de libertad para ustedes mismos y, eventualmente (si deciden tenerlos), para sus hijos. Es una realidad que las personas de mayores recursos tienen acceso a oportunidades que no se presentan a los demás y no hay nada de malo con tener la ambición de acceder a esas oportunidades a través del trabajo. Hay personas que tienen pasión por viajar y quieren ver el mundo, hay personas que tienen afición por los carros o por un deporte o que sueñan con ver en vivo un partido del Mundial. Hay personas que quieren tener muchos hijos y otras que quieren comenzar su propio negocio.

Todas esas cosas cuestan. La vida es cara, difícil y tiene eventos inesperados. En un país en el que la red de seguridad social es deficiente por decir lo menos, los reveses de la vida son más fáciles de enfrentar si tienen las inversiones o los ahorros para asegurar que además de batallar contra el problema mismo no tengan que estar preocupados por cómo van a pagar la renta o la educación de sus hijos o cómo van a poner el pan sobre la mesa. La tranquilidad que ofrece la seguridad financiera no es algo que debe ser descartado a la ligera y tampoco es algo de lo que avergonzarse si uno busca los trabajos mejores pagados.

Estos son los cuatro criterios que creo deben considerar cuando piensen en qué quieren hacer con su vida profesional. Los he desarrollado en función a mi propia experiencia y reflexión, sin adentrarme en lo que seguramente es una extensa bibliografía sobre psicología vocacional y teoría de recursos humanos. Ustedes son jóvenes, estudiantes, y tienen tiempo para pensar y decidir con cuidado lo que quieren hacer. Cuando lo hagan, consideren los criterios que describo más arriba y en lo que quieren lograr como abogados.

Hay una segunda parte a este análisis, que seguro ya se han dado cuenta que falta. Es fácil decir que deben buscar un trabajo en un área que les gusta, que los satisfaga personalmente, tenga una excelente calidad de trabajo y pague bien. Sin embargo, el mercado no suele ofrecer el paquete completo y cada lugar de trabajo ofrece mayor satisfacción en uno u otro criterio, sacrificando algunos en función de los demás. Dejaré para un siguiente artículo la comparación entre las grandes categorías de lugares en los que pueden trabajar (estudios, empresas, el Estado, las ONG los organismos internacionales y las universidades) y cómo cada uno satisface los criterios que aquí describo.

Por ahora, alumnos, vayan pensando en estos criterios y en cuán importante es cada uno de ellos para ustedes. ¿Qué les interesa ver en su ejercicio profesional? ¿Qué les va a hacer sentir realizados en la abogacía? ¿Qué condiciones de trabajo les ofrece el mercado? ¿Y qué posición tienen respecto al dinero y a la seguridad financiera que este ofrece?

Hablemos pronto.

Walter

Fuente de imagen: Free Vector.

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