Por: Aldo Cisneros
Estudiante de Derecho en la PUCP y miembro de la Asociación Civil THEMIS

Bien dicen que cuando una puerta se cierra otra se abre; sin embargo, ¿qué acontece cuando ambas se cierran? Dependiendo de la desesperación de quienes buscan salir, o de la presión que sean capaces de ejercer, se pueden romper ventanas, incluso derrumbarse muros en busca de una salida. Esto fue lo que aconteció (y acontece) en la llamada Primavera Árabe. Ahora bien, ¿cuáles eran las dos puertas que fueron cerradas a la población provocando el desborde? Al ser dos puertas tenían la misma función pero representaban alternativas distintas; ambas eran los medios de expresión como canal de protesta y malestar, mas lo eran en distintas modalidades y expresiones.

La primera puerta, que representa a los medios clásicos de expresión –prensa televisada, radial, escrita– es también aquella que ha permanecido históricamente cerrada a la voz de la población y la crítica ya que, al tratarse de pueblos tutelados por regímenes autoritarios y gerontocracias rapaces, sería cuanto menos irónico que los medios de comunicación permitidos por el régimen sirio relaten los abusos cometidos contra civiles por la Shabeeha (comando paramilitar financiado por al-Assad) o que el bufonesco Gadafi aún en el poder le permitiese a un canal de televisión o una estación de radio de férrea oposición y alcance que desacredite su mandato. Entonces bien, si tenemos entre las variables gobiernos abusivos de larga data y la falta de acceso por parte de la población a medios de manifestación se obtiene un malestar acumulado en busca de abrir alguna válvula de escape y en muchos casos la encontraría. Esta sería la segunda puerta que mencionaba líneas arriba.

La segunda puerta, conformada por los nuevos medios de opinión y difusión: redes sociales, blogs, revistas electrónicas, correo electrónico… En suma, el mundo digital. Sería el escenario donde empezarían a gestarse desde opiniones en contra de los autócratas, pasando por material audiovisual revelando las atrocidades, hasta las incendiarias convocatorias para la seguidilla de marchas y mítines. Tan solo por listar los ejemplos más insignes: la revuelta convocada vía internet el 25 de Enero de 2011, día bautizado en la redes sociales como el Día de la ira en Egipto. Esta manifestación convocada vía Twitter tuvo 15 000 adherentes en la plaza Tahir en el centro de El Cairo y alrededor de 20 000 esparcidos por Alejandría, lo que produjo que el gobierno de Hosni Mubarak cerrara Twitter1. El 28 de Enero de ese mismo mes se convocaría ahora vía Facebook La marcha de un millón de hombres o Viernes de la ira. Esta marcha marcó un punto de quiebre entre lo que puede ser un ejercicio recurrente de protesta y una oleada masiva para poner fin a un régimen2. Los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía dejarían 13 fallecidos y el martirio sufrido por los manifestantes les brindaría tras la tragedia un sentido más profundo de cohesión. 17 de Febrero: día de la ira en Libia, convocado también por Facebook, fue el punto de ignición de la serie de levantamientos que terminaría por derrocar a Muammar Gadafi. El lector ya habrá advertido que el nombre y modalidad de difusión del movimiento de protesta libio fue un calco de lo sucedido en Egipto. Y es que las protestas convocadas por la red toman las características de los fenómenos de Internet, se hacen virales y estandarizados; la denominación de la convocatoria una vez extendida y de uso común no se altera, lo único que puede variar son la intensidad y los participantes de la protesta en un determinado espacio.

Estos son tan sólo los ejemplos más icónicos enmarcados dentro de este proceso político-social. Sin embargo, el impacto de la coordinación virtual trasciende al mismo, como se evidenció el año 2009 cuando en Irán bastó con la difusión de un video en Youtube para detonar la indignación general. El video en cuestión mostraba a la joven Neda Agha Soltan agonizando mientras es asistida por los transeúntes ya que tras las protestas electorales fue tiroteada por agentes de la milicia Basij3, grupo paramilitar al servicio del gobierno. El auténtico potencial y las aristas que rigen la dinámica de la organización política virtual es demasiado rica para ceñirla a este artículo, sin embargo, los ejemplos y casos ayudan a obtener una imagen macro de lo que Clay Shirky, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York analizaría en su libro Here comes Everybody aludiendo a la función del internet como medio universal de empoderamiento.

Si ya se ha detallado en qué consisten las dos puertas y como una de ellas ha sido históricamente manipulada o maniatada, queda pendiente pues detallar cómo los autoritarismos en decadencia enfrentaron a esta tribuna enardecida con una novedosa artillería mediática. ¿Cómo cerraron la segunda puerta animando aún más a la gente a salir a las calles? Los métodos adoptados son diversos y todos son condenables por tratarse de la aplicación intempestiva de la censura en contra de la tan mentada pero, no por ello menos valiosa libertad de expresión. De esa forma las medidas más “formales” como desarrollar nueva legislación tendenciosa para recortar el grado de acceso del público a contenido en línea hasta las más burdas como arresto premeditado de bloggers y cibernautas, bloqueo de páginas, redes sociales y de los dominios de red  en el país entero.

Dentro del primer caso de medidas estuvieron los decretos de emergencia, que Gadafi calificó de normas antiterroristas empleadas para “suspender temporalmente” el acceso a portales como Twitter y Facebook así como una lista indefinida de blogs, alegando que era a través de portales como estos que líderes yihadistas como Abdul Hakim Belhadj propagaban su prédica. Es necesario advertir que Abdul Hakim Belhadj siempre fue opositor a Gadafi y que con el estallido de las protestas sería líder de uno de los batallones rebeldes que tomó Trípoli; sin embargo, su participación a través de foros virtuales y redes sociales era casi inexistente y su participación más destacada en el conflicto se dio incluso tras la caída completa de Internet en territorio libio provocada por la Compañía de Correos y Telecomunicaciones de Libia, un ente estatal.

Y es este último método, la negación a todo acceso posible a Internet, el cual se abordó con mayor frecuencia ya que los rebeldes desconocían las leyes desesperadas de un gobierno desprestigiado y accedían a menudo a software alternativo para burlar los filtros. La caída del internet en lugar de desarticular los movimientos los dotó de bríos. Ya estaban organizados y les habían quitado su único medio de expresión; sólo les quedaba tomar las calles a grito limpio. Las medidas tomadas por los gobiernos de Libia, Egipto, Siria y similares impulsaron a que las Naciones Unidas declarase con énfasis en Mayo del 2011 a través del Reporte Especial de las Naciones Unidas sobre Protección y Promoción del derecho de libertad de opinión y expresión presentado por Frank La Rue lo siguiente: “Desconectar intempestivamente a los ciudadanos de Internet constituye un violación a los derechos humanos y al derecho internacional.”4 Sumar este nuevo crimen contra los derechos humanos sería un mero ejercicio de redundancia en el comportamiento usual de estos dictadores, y que en algunos casos sería, felizmente, su último error en el poder.