En el año 2005 se publicó el libro “Blue Ocean Strategy” (Harvard Business School Press) de W. Chan Kim y Renée Mauborgne. La idea del libro era simple y poderosa: el éxito puede derivarse de una victoria luego de una encarnizada competencia o mediante la innovación generándose un posicionamiento que resulte de improbable equiparación, al menos, durante un tiempo considerable. La estrategia tradicional implica competir en un mercado existente, desafiar a la competencia y adoptar diversas estrategias (reducción de costos, calidad diferenciada, etc.) para ocupar un lugar importante en el mercado. Esta estrategia es denominada “océano rojo”. La otra opción es generar un espacio de acción nuevo (en el que no hay demanda) o generar una nueva demanda en un espacio de acción inexplorado. En este escenario –de “océano azul”– la competencia ya no es relevante.

Uno de los ejemplos empleados para graficar el concepto es el de “Cirque du Soleil”. Los circos tradicionalmente han competido por los mejores malabaristas, los mejores payasos e, incluso, por cuál consigue animales más raros y extravagantes. Esa no era la idea de “Cirque du Soleil”. Mediante la innovación generó un producto que no estaba limitado a menores de edad y que, mediante una bien lograda combinación circo-teatro, logró generar un “océano azul”. De alguna forma, la experiencia que se brinda es única o, por lo menos, ha logrado convertirse en un referente. En este punto, de alguna forma, se triunfa sin competir.

Es posible triunfar, bajo esta tesis, creando un nuevo espacio de acción, retar los límites propuestos por la demanda actual y triunfar con un proyecto innovador y comercialmente viable. ¿Qué tiene que ver la propiedad intelectual con todo esto? Pues… mucho. Una de las claves para el éxito de una estrategia de océano azul es el establecimiento de un precio adecuado y del ofrecimiento de características que incentiven al consumidor a consumir más y al no consumidor a convertirse en uno. Para eso se requiere una combinación especial de talento y capital.

La propiedad intelectual no es una herramienta de bloqueo exclusivamente. Lamentablemente, sobre todo en nuestro país, la propiedad intelectual es vista como una armadura. Bloqueo algo y lo defiendo, de ser el caso. Pero para combinar talento y capital se requiere colaboración. Al estudiar management de derechos de propiedad intelectual, lo primero que uno aprende rápidamente es que uno puede hacer mucho más que simplemente patentar algo y accionar en defensa de esa patente cuando corresponda. La propiedad intelectual facilita la conducta cooperativa porque mitiga desconfianzas naturales.

Mitigar desconfianzas es importante si un emprendimiento nace de la conjunción de talento y capital que provienen de individuos diversos. Tradicionalmente vemos a la propiedad intelectual como un instrumento que nos permite excluir a la competencia. Pero la propiedad intelectual facilita también la innovación sin competencia. En otras palabras, su propiedad intelectual puede ser un arma más dentro de la agresiva batalla en su “océano rojo” o puede ser un elemento para viabilizar (y luego asegurar, ciertamente) ese éxito insospechado.