Guillerma Sutter Schneider, economista y candidata a Magister en Economía y Ciencias Políticas. Miembro fundador del Grupo Joven de la Fundación Libertad y del Partido Liberal Libertario de la Provincia de Santa Fe, Argentina. Investigadora del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas (CISE) de la Fundación Libertad (Argentina).
En el año 2009, quien se hizo conocer como Satoshi Nakamoto dio a conocer Bitcoin, una moneda electrónica descentralizada. A diferencia de las monedas con las que corrientemente las personas comercian, Bitcoin no depende de ninguna autoridad monetaria, sino de una base de datos distribuida, no existe tal cosa como la ley de curso legal. Esto significa que Bitcoin no se impone, Bitcoin se elige. Esto no es un punto menor, sino que es una de las principales características que la ponen por encima de cualquier papel de color respaldado por burócratas. Bitcoin es superior a cualquier moneda del mercado, ya que, así como es imposible falsificarla, tampoco es posible gastarla dos veces o que arbitrariamente un tercero, ya sea persona o institución, haga uso de Bitcoins que no le pertenecen. Pero más importante aún: Bitcoin protege a sus usuarios de la inflación.
La expansión de la base monetaria está predeterminada y es conocida: el número total de Bitcoins que pueden circular en el mercado no excederá las 21 millones de unidades y su oferta crece a una razón constante y predecible. Esto quiere decir que, si cualquier persona quisiera saber la cantidad de circulante en un determinado momento puede hacerlo, ya que la información es pública y transparente, hay simetría de la información. Incluso para quienes se preguntan si el día de mañana habrá escasez de Bitcoins, esto no debería significarles un problema, ya que es divisible hasta el octavo decimal; es decir que es posible hacer una transacción por 0,00000002 unidades. Enhorabuena, una buena moneda ha salido al rescate de quienes son víctimas constantes de la inflación.
Por otro lado, las transacciones realizadas con esta moneda electrónica no solo son potencialmente anónimas, lo que asegura una mayor privacidad a las partes, sino que los costes de transacción son prácticamente nulos. Esto ha contribuido a simplificar y acelerar el pago entre partes, ya sean micropagos o transferencias de grandes sumas. Además, estas transferencias no conocen limitaciones de tipo geográficas ni políticas. Esta última es una gran ventaja con la que corre especialmente en países latinoamericanos como Argentina o Venezuela, donde existen fuertes regulaciones en materia de adquisición de divisas y su transferencia hacia otros países.
La realidad es que el surgimiento de Bitcoin, junto con el de otras monedas virtuales alternativas o altcoins, va dejando obsoletas la infinidad de funciones que discrecionalmente se atribuyeron los Bancos Centrales respaldados por la ley. Muchos todavía están a la espera de un gobierno capaz de ofrecer a los individuos una moneda segura y libre de la discrecional manipulación para atender a los gastos crecientes del Estado. Si bien Bitcoin es una moneda joven, a la que todavía le quedan numerosos obstáculos por superar, no puede dejarse de lado que, a lo largo de su corta historia, ha demostrado innumerables y obvias ventajas frente al sistema monetario obsoleto que hemos heredado. Detrás de Bitcoin hay una idea revolucionaria, y sus ideas son a prueba de balas.