Por José Luis Pérez Triviño, Profesor de Filosofía del Derecho. Universidad Pompeu Fabra

En un famoso pasaje de “Alicia a través del espejo”, la conocida obra de Lewis Carroll, Humpty Dumpty responde a la pregunta de Alicia de cuál es el significado de las palabras: “Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos.

–La cuestión –insistió Alicia– es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

–La cuestión –zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda…, eso es todo.”

Eso es justamente lo que debió pensar el jugador uruguayo del Manchester United, Cavani, y el resto de hablantes del español de Sudamérica, cuando la federación inglesa de fútbol decidió sancionarlo  con 100.000 libras (110.000 euros) y tres partidos, por llamar “negrito” a un seguidor en las redes sociales. Aunque es dudoso que los miembros de la federación inglesa sean expertos hablantes del español que se practica en Uruguay (y otros países sudamericano), interpretó que tal vocablo era “insultante, abusivo e impropio”. Es más, consideró un “agravante” que el futbolista hiciera referencia al “color, la raza o el origen étnico” de otra persona. Qué signifique un término español depende de lo que decida quién manda, en este caso, la federación inglesa, no los hablantes que los usan normalmente.

Desgranar el sentido de los términos no es una tarea fácil. Y menos cuando incluye componentes emocionales que pueden ofender a un colectivo. ¿Quién manda sobre el sentido de una expresión si entre quien habla y el destinatario hay intenciones y comprensiones distintas? De esto ya se dio cuenta Cervantes. En un pasaje de ‘El Quijote’, Sancho dice: “Confieso que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie, cuando cae debajo del entendimiento alabarle”. Si el lenguaje es, en ocasiones, demasiado complejo y difícil de comprender para los propios hablantes, ¿cómo no lo será para un no versado en los vericuetos lingüísticos de un idioma que no domina?

Afortunadamente, la federación inglesa, vista la reacción por parte de la Conmebol, la Academia Argentina y de otras instituciones, -que se apresuraron a explicar el sentido de “negrito” entre los hablantes sudamericanos-, enmendó su sanción reconociendo que esta se debió a un choque lingüístico. Lo que resulta interesante para el mundo del fútbol, en especial, para los órganos federativos sancionatorios, es que el cambio de parecer fue debido a la intervención del profesor David Wood, experto en estudios latinoamericanos, instruido por la Federación, que defendió durante la audiencia que, si bien “negrito” se utiliza en América del Sur para referirse a las personas de color de piel oscura, también puede ser extendido en el contexto de los amigos sin una vertiente ofensiva.

Por eso, quizá resulte pertinente que las federaciones tengan en consideración a expertos lingüistas para tratar estos temas tan frecuentes en el mundo del deporte -insultos en el campo, en la grada y, ahora, y de manera mucho más frecuente, en las redes sociales-. No solo porque la globalización propia del fútbol actual pueda generar esos “choques lingüísticos”, sino también porque dentro de un propio idioma pueden surgir problemas similares. Recuérdese en este sentido la pancarta “Shakira es de todos” que apareció en un partido entre el Espanyol y el Barça -¿le atribuimos un sentido literal o el latente, claramente ofensivo? ¿y por qué prima uno sobre el otro?-, o los más de quince sentidos que se puede atribuir a la palabra “joder”. Quizá las federaciones, junto a los compliance officer o los oficiales de integridad, tengan que reclamar el asesoramiento de los “language officer”, que eviten caer en sanciones arbitrarias o en entuertos político-culturales como la federación inglesa con el término “negrito”.


Fuente de la imagen:Eurosport