Traducido por Michel Salazar. Republicado y traducido con permiso de los autores. El artículo original se encuentra aquí:http://www.becker-posner-blog.com/2012/03/the-growing-class-divideposner.html

El libro reciente “Coming Apart” de Charles Murray ha atraído mucha atención debido a la información que presenta concerniente a la creciente brecha social y económica entre la clase trabajadora y la clase media  (los políticos llaman a todos los  americanos no ricos ‘de clase media’, pero esto es porque los políticos en una sociedad democrática necesitan halagar a las masas con el fin de ser electos). Los ingresos de las personas de la clase trabajadora han caído, la estabilidad familiar y el empleo han declinado, y la tasa de crímenes ha aumentado, creando una brecha muy larga en estos aspectos entre la clase trabajadora y la clase media, especialmente sobre la clase media superior. El analista Robert Samuelson resume en el Washington Post: “Entre trabajadores de 30 a 49 años de clase trabajadora, el 84% se casaron en 1960 y sólo el 48% en el 2010. En 1962, el 96% de niños vivían con ambos padres biológicos; para el 2004, la proporción era de 37%. Mientras tanto, la proporción de hogares con algún trabajador de al menos 40 horas a la semana bajó de 81% en 1960 al 60% en el 2008”. La clase media y especialmente la clase media superior han escapado de estas tendencias. El libro de Murray no es muy analítico, sin embargo, y también (a pesar que esta es una limitación más que un defecto) no contiene propuestas constructivas para acortar la brecha de clases –ambos puntos discutidos en un comentario en línea reciente del libro por David Frun–. Como Becker señaló, las propuestas de Murray hechas el 7 de Marzo en New York Times no son de ayuda.

Un factor causal significativo en el crecimiento de la división de clases reportado en el libro de Murray podrían ser los retornos crecientes al coeficiente intelectual (CI). En una sociedad donde la mayoría del trabajo es manual (por ejemplo, labores de agricultura, construcción de edificios y carreteras, minería, manufactura de la línea de ensamblaje, soldaduras, y otros como plomería y carpintería), la demanda por mano de obra de este tipo es grande, y los retornos a cualidades personales que mejoran la productividad de un trabajador manual, como la fuerza física y la tolerancia por condiciones de trabajo sucias o peligrosas, es sustancial y favorece a los hombres, porque ellos tienen una aptitud superior para la mayoría de estos trabajos. (En particular, la fuerza de torso del hombre es sustancialmente mayor que el de la mujer.) La mujer tiene una aptitud superior para los trabajos del hogar, incluyendo el cuidado del niño, por lo que no compite con el hombre en el mercado de trabajo en una economía donde el trabajo manual es dominante.

Con el progreso tecnológico, el valor de mercado de las ventajas la mano de obra masculina –ventajas que no están correlacionadas al CI– descienden, y los hombres se ven compitiendo con la mujer por trabajos en el sector de servicios, que crecen en comparación con la minería, manufactura, y otras labores tradicionalmente hechas para el trabajo del hombre.  Por lo tanto, los ingresos de los hombres de clase trabajadora decaen, al mismo tiempo que los de la clase media, y especialmente los de la clase media superior, aumentan porque el retorno al CI aumenta con el incremento no solo de trabajos de complejidad tecnológica, sino también de gerencia y otras ocupaciones de servicios intelectualmente demandantes. La sociedad se vuelve más compleja, y este aumento de complejidad aumenta a su vez la demanda por el CI incluso si esta complejidad no es tecnológica.

El CI está normalmente distribuido, con un estándar de desviación de 15 desde su arbitraria puntuación  promedio de 100 (realmente no es una “puntuación”, tan sólo un número redondo para designar el promedio). Por lo tanto, dos tercios de la población tienen un CI entre 85 y 115. Personas con un CI inferior del 85 están prácticamente limitadas a trabajos de clase baja; pero esto parecería ser también verdad para la mayoría de personas con un CI entre 85 y 100 –y las personas con CI debajo de 100 comprenden a la mitad del total de la población–. El porcentaje de la población con CIs entre 70 y 130 (dos desviaciones estándar del promedio) es el 95% de esta, lo que significa que sólo el 2.5% tiene un CI sobre 130. El aumento de los retornos del CI provee muchas más oportunidades para la élite intelectual que en una sociedad en donde la abrumadora demanda es para el trabajo manual, y en donde la demanda por las personas con un alto CI está mayormente limitado a sacerdotes y tiranos.

Claro que hay personas con un modesto CI que son inmensamente exitosas, incluyendo atletas profesionales y artistas (aunque sólo una minoría en cualquiera de estos percibe grandes ingresos). Incluso hay hombres de negocios muy exitosos gracias a su carisma o por pura suerte antes que por un CI alto, y hay algún número de tontos que se encuentran en la clase superior media por razones de herencia. Y existe un grupo de personas de CI elevado que se encuentran retenidas por salud física o mental. Todo esto es sólo para decir que el CI no es de ninguna manera un índice consistente de éxito personal; este ni siquiera mide todas las dimensiones del valor intelectual. Ciertamente, no existe una correlación perfecta entre el CI y los ingresos, la estabilidad familiar o el crimen, pero el CI es un importante factor de éxito en estos aspectos.

Si este análisis es correcto, entonces (creo yo) un medio esencial para reducir la división de clases, si es que eso es considerado una meta importante, son impuestos redistributivos y políticas de gasto (que son costosas, y por tanto no valen la pena de ser tomadas si la reducción de clases no se considera importante). Incluso mejorando nuestro sistema de educación, de ser posible, aunque ello no parezca serlo, no haría mucho, porque la educación no puede hacer mucho para aumentar la inteligencia. Milton Friedman solía decir que el problema de las personas pobres es que no tienen dinero, y abogó por un impuesto a la renta negativo (que ahora nosotros tenemos en la forma del “crédito tributario de renta”[1]). Incrementar los ingresos de la clase trabajadora podría quizá lograr un aumento en la estabilidad familiar en esa clase, bajar la tasa de crímenes, e incluso quizá aumentar el empleo, siempre que la redistribución fuese acompañada de la creación de incentivos a trabajar.


[1] Nota del traductor: en inglés, “Earned income tax credit” (http://en.wikipedia.org/wiki/Earned_income_tax_credit)