Por Roy Irribarren Calderón, estudiante de pregrado en la Facultad de Derecho de la PUCP, jefe de redacción en el diario La Ley – Gaceta Jurídica, anteriormente redactor en SEMANAeconómica, exdirector de Enfoque Derecho, asociado extraordinario y exmiembro del consejo directivo de THEMIS.

Colaboración de Fanny Herrera Cevasco, estudiante de pregrado en la Facultad de Derecho de la PUCP, miembro del Consejo Editorial de Enfoque Derecho y asociada ordinario de THEMIS.

El año 2020 ha traído consigo numerosas complicaciones para los Estados a un nivel global. La proliferación de la COVID-19 en el mundo nos ha obligado a tomar medidas que cambiaron rotundamente los estándares de normalidad en cada país. El Perú no es ajeno al actual contexto global que vivimos, de hecho, viene siendo uno de los mayores afectados en Latinoamérica a consecuencia de los altos índices de contagio por la COVID-19 en nuestro territorio. Toda esta realidad nos ha llevado a adaptarnos a nuevas formas de relacionarnos, así como también ha evidenciado diversas problemáticas -muchas de ellas reiteradas- que nos aquejan como sociedad y gobierno.

Así como en los diferentes países, el Perú tiene que afrontar una pandemia dentro del marco de una crisis sanitaria que lleva años aquejándonos. Pero, por otro lado, nuestra sociedad también padece otra crisis generalizada; una crisis que ya no es del todo silenciosa, pero con consecuencias muy graves e incluso desapercibidas por una miopía voluntaria de la sociedad. Estamos hablando de la desigualdad de género, en específico aquella que nace desde la distribución de las tareas en el hogar.

  1. Diferencias en el involucramiento de hombres y mujeres en las tareas del hogar y de cuidado

Las nuevas medidas adoptadas por los Estados nos han obligado a enclaustrarnos en nuestras viviendas y a desarrollar todas nuestras actividades -laborales, negociales y sociales- desde nuestros hogares. Es así que esta ininterrumpida convivencia con nuestras familias nos ha demostrado como nuestra sociedad continúa estando organizada y qué problemas sectorizados trae consigo el actual sistema. Así lo demuestra la reciente encuesta de “Igualdad en tiempos de Covid-19”[1] realizada y publicada por GenderLab[2].

La encuesta que recoge data de entre abril y junio del presente año a expuesto resultados que evidencian las constantes desigualdades de género que existen desde la distribución de la carga en el hogar. Del mismo modo, la encuesta ha demostrado que la crisis sanitaria y el enclaustramiento que nos obligó a realizar actividades remotas ha venido impactando diferenciadamente en la distribución del tiempo de las mujeres y de los hombres. Esta distribución desigual de la carga de tareas del hogar y del cuidado de los hijos ya viene siendo una problemática antiquísima, sin embargo, las cifras arrojadas por la encuesta de GenderLab nos muestra como esta desigualdad ha venido acrecentándose y afectado en mayor medida a las mujeres, quienes tuvieron que verse forzadas a ajustar su tiempo para realizar con éxito sus actividades provenientes del home office y de las tareas del hogar.

*Encuesta de Igualdad en tiempos de Covid-19 por GenderLab – 2020*

Esta desigualdad en la distribución equitativa de tareas del hogar y el cuidado de los hijos nos demuestra el poco involucramiento que existe por parte de los hombres en estas tareas. Durante la pandemia, los hombres tuvieron mayor tiempo para dedicarse íntegramente en su trabajo remoto no afectando su productividad; sin embargo, este privilegio para la mujer está lejos de concretarse, ya que ellas asumen una doble carga en sus hogares. Según la encuesta señalada solo el 16% de los hombres precisan que sus responsabilidades del hogar interfieren con el desarrollo de su trabajo remoto; mientras que para la comunidad de mujeres este número se eleva a un 29%. Del mismo modo, solo un 18% de las encuestadas señalaron que no poseen dificultades en cuanto a la distribución de la carga del hogar antes y durante la pandemia.

Asimismo, en el sondeo de las horas que ambas partes dedican a las actividades del hogar se evidenció que existe una brecha de 23 horas aproximadamente en desmedro de las mujeres. Este número nos demuestra que existe prácticamente un día más de carga en las labores del hogar para las mujeres y que vino acrecentándose durante la pandemia. Todo esto nos pone en relieve que la desigualdad de género se agrava y sigue afectado a las mujeres, una desigualdad que nace desde el hogar y responde al poco involucramiento de los hombres en sus responsabilidades dentro del hogar.

  1. La distribución de las actividades del hogar desde la concepción de la masculinidad hegemónica

Con las bases señaladas y reveladas en líneas superiores cabe realizarnos una interrogante para explicarnos cuál es la raíz que da origen a estos altos índices de desigualdad dentro del hogar. Y para comenzar este planteamiento podemos señalar una cuestión que no es ajena ni debería ser irrefutable entre las diversas posturas; nos referimos a la sociedad patriarcal que aún predomina. Nuestra sociedad está construida para el dominio de los hombres y sus privilegios. Asimismo, este dominio responde a las relaciones de poder que históricamente se fueron instaurando en la sociedad colocando en la palestra al hombre.

La principal crítica realizada a las sociedades patriarcales radica en uno de sus componentes llamado como la masculinidad hegemónica. Este concepto se introduce para entender el actuar de aquellos hombres que controlan el poder y diseñan los sistemas para trasladar su entendimiento a los demás hombres para que lleguen a entender lo que es un verdadero hombre (Kimmel 1997:51). En ese sentido, podemos afirmar que el nacimiento de las relaciones de poder en las sociedades dominadas por los hombres responde al entendimiento que aquellos poseen sobre la masculinidad. Es decir, si una sociedad concibe que lo masculino es superior, subordinará y devaluará a lo femenino, causando así una relación de poder de desiguales en la cual el hombre posee el poder (Menjívar 2001:2).

Ahora bien, ¿cómo esta masculinidad responde a la distribución inequitativa de las tareas del hogar? Pues para ello debemos tener claro que históricamente los labores que se realizan en el hogar se han concebido, erróneamente, como una actividad de dedicación femenina. Es decir, la mujer es la encargada de cuidar a los hijos y realizar los quehaceres de la casa, mientras que el hombre debe proveer económicamente a ese hogar. Este sistema se nos ha implantado a lo largo de los años en el cual se subordina a la mujer y le establece roles de género diseñados por ese mismo hombre que domina y posee el poder.

Siguiendo a Mauricio Menjívar, la masculinidad hegemónica legitima al patriarcado “para garantizar la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres”. Esta concepción de la masculinidad conlleva un repudio a todo lo relacionado con lo femenino. En ese sentido, como se llegó a concebir las labores del hogar como exclusivos de las mujeres, también se llegó a marginar dichas actividades y las cuales deberían ser realizadas única y exclusivamente por ellas. Entonces, el hombre para reiterar su masculinidad no podría estar inmiscuido en dichas actividades, es más a lo mucho solo podría “ayudar” en los quehaceres del hogar, porque su verdadero rol está en proveer económicamente a su esposa e hijos.

En síntesis, la sociedad peruana actual aún se encuentra arraiga a esta concepción de masculinidad y a la división de roles de género que implica. Por lo cual a la hora de distribuir las actividades del hogar y el cuidado de los hijos la mujer es quien se lleva la mayor carga mientras que el hombre podría dedicar el resto de su tiempo en su productividad laboral. Del mismo modo, durante la pandemia, esta distribución se ha reafirmado, ya que la población de mujeres laboralmente activo ha tenido que trasladar sus actividades hacia su hogar, quien por encontrarse en una sociedad dividida se le tiene que sumar el cuidado de sus hijos y los quehaceres domésticos. Pero, por el contrario, el hombre viene centrando su tiempo únicamente en el home office, y quien eventualmente podría “apoyar” a las actividades domésticas mas no ser una responsabilidad directa para él.

  1. La identidad masculina en los roles del hogar

Si bien se ha respondido, en el punto anterior, el nacimiento de las inequidades de cargas en el cuidado del hogar e hijos(as), también es necesario evidenciar cual es la identidad que la concepción de las masculinidades le otorgar al hombre a la hora de concebirse como padre. Esto podrá platearnos de manera más clara como el hombre concibe su rol de padre incluso antes de encontrarse en aquella situación, la cual a futuro reforzará los roles de género en los hogares.

Gioconda Batres, en su libro “El lado oculto de la masculinidad” recoge una encuesta realizada en Costa Rica en 1997 acerca de la masculinidad y paternidad responsable. Con dicha recopilación, Batres plantea confirmar la realidad de su país respecto a la desigualdad de género que existe y muchos se negaban a aceptarlo.

El estudio realizado en un primer instante revela las prioridades e importancia que los hombres otorgan a diversos aspectos de sus vidas. Para el caso de los hombres, los aspectos más importantes de sus vidas son sus estudios y su trabajo. Esta respuesta es dada por más de la mitad de hombres encuestados. Asimismo, en segundo lugar, pero con solo la cuarta parte del total se encuentra la vida familiar como prioridad en sus vidas. Caso contrario sucede en las mujeres, quienes en mayor porcentaje respondieron como prioridad en sus vidas a la familia; y en penúltimo lugar de las opciones con un 8.2% de mujeres se encuentra como prioridad el trabajo o estudio.

*Encuesta sobre masculinidad, C.M.F., 1997*

Con aquellos resultados se llega a la conclusión que la identidad de los hombres se encuentra la realización de sus estudios y de su vida laboral, y muy cercano a ello la realización de su vida familiar, aunque ello no implica el cuidado del hogar. Por otro lado, las mujeres afirman como su identidad la maternidad y el cuidado del hogar dejando casi relegados su realización laboral (Batres 1999:25).

Esta identidad que se evidencian llega a demostrarnos también los parámetros de como concebimos a los hombres conciben a las mujeres y viceversa. Es decir, si bien un hombre se concibe y encuentra su realización en su trabajo y estudios; la mujer, también, arraiga esta concepción a la hora de determinar los parámetros que buscaría en un esposo. Por el lado de los hombres sucede lo mismo, establecen parámetros que encasillan a su pareja futura como la encargada y dedicada al hogar e hijos como prioridad. En palabras de Gioconda Batres podemos decir que hemos arraigado mitos en cuanto a lo que representa un hombre y lo que debe representar una mujer a la hora de formar un hogar, roles basadas en subjetividades como por ejemplo la masculinidad que deben representar los padres en el hogar.

  1. Masculinidad hegemónica como impedimento en el desenvolvimiento del hombre como padre

Las masculinidades hegemónicas no solo generan consecuencias como divisiones inequitativas de las labores del hogar; sino, estas también, trae consigo consecuencias como límites marcados al hombre de cumplir su rol de padre a plenitud. En palabras de Michael Kaufman, “la alienación de los hombres es la ignorancia de nuestras emociones, sentimientos, necesidades y de nuestro propio potencial para relacionarnos con el ser humano y cuidarlo” (1997:72). Con esta afirmación, Kaufman nos señala que las masculinidades han otorgado privilegios y un poder social al hombre por encima de las mujeres, pero el costo por ello no solo se encuentra en la opresión de ellas sino también una opresión intrínseca del mismo hombre, un arrebato de nuestras emociones, y nuestra capacidad de sentirlas y demostrarlas.

Los hombres “crecemos mutilados, incapaces de enfrentar aquellas situaciones de crisis que exigen un adecuado manejo emocional” (Menjívar 2001:6). El hombre es formado con la prohibición de sentir emociones y demostrarlas mas aun en público. Esta forma de moldear la identidad de un hombre y su masculinidad conlleva a trasladarlo a la hora de cumplir nuestros roles de padres como debería ser, tal cual como el rol de la madre. Esta masculinidad concebida desde pequeños nos limita a futuro ejercer la paternidad en todo su esplendor, sino por el contrario nos lleva a alejarlos de nuestros hijos, a creer que la mujer es la encargada de los aspectos sentimentales y emocionales con respecto de nuestros hijos. El vínculo de padre a hijo no llega a completarse adecuadamente por el hecho de concebir al papá como el miembro rudo de la familia. Una masculinidad que frena los sentimientos es un falso poder que repercute en la vida familiar.

Todas estas razones nos conllevan a creer que el cuidado del hogar se encontrará mejor realizado si es la mamá -mujer- quien se encargue de ello, ya que el hombre no representa afecto hacia los hijos sino por el contrario representa corrección y autoridad. Asimismo, todo ello también responde una vez más a la división sexual del trabajo en los hogares. Y como vemos, las masculinidades con la mayoría hemos crecido nos obliga a creer que el hombre puede encargarse de cuidar a los hijos y gestionar el hogar ya que ello implicaría una grave reducción a su virilidad y su concepción de masculino-hombre. Sin embargo, cabe plantearse ¿si esta masculinidad podría cambiarse para mejor o sucede que todas aquellas masculinidades son toxicas para la igualdad de género?

Como ya mencionamos anteriormente, la masculinidad se basa en subjetividades, y estas cuestiones subjetivas cambian, evolucionas o trascienden con el tiempo. Cada sociedad y generación crea sus propias bases para entender lo que implica “masculino”. Asimismo, esta misma sociedad es quien otorga, en base a sus concepciones, los parámetros de la relación de poder que pueda traer consigo el entendimiento de la masculinidad. Es decir, se podría plantear una relación entre iguales a la hora de concebir lo masculino y lo femenino, dejando de lado la subordinación de uno de ellos. Sin embargo, para llegar a ello primero debemos de retirar todos los candados que viene consigo el entendimiento de la masculinidad en los tiempos contemporáneos; como, por ejemplo, entender que lo masculino también debe representar emociones y sentimiento. La legitimidad que nosotros le otorguemos al sistema a la hora de concebir lo masculino dependerá de los sesgos que cada uno empiece por retirar en sus hogares y comenzar una relación de iguales, y no de poder con subordinación.

  1. Reflexiones finales entorno a una nueva masculinidad.

“El lenguaje no solo esconde significados, sino también sesgos. Con mi esposa decidimos eliminar una palabra: ´ayudar´. Yo no ayudo a mi esposa, cumplo mi rol de padre”[3]. Con esta frase, David Reyes[4] nos invita a reflexionar acerca de una nueva masculinidad favorable para la búsqueda de la igualdad de género.

Siempre, en nuestras familias, al menos una vez, habremos escuchado decir que el papá ayuda a la mamá en los quehaceres del hogar y en el cuidado de los hijos. Aunque parezca positivo y creamos que la palabra “ayudar” representa un involucramiento de los padres en el hogar aún estamos actuando bajo sesgos de las masculinidades. En mejor perspectiva, lo que viene sucediendo con la famosa frase “ayudar en el hogar” estamos reafirmando que el rol de cuidado del hogar e hijos es íntegramente de la mujer y que el padre -con un extra de su tiempo- apoyará a la mamá en esas labores, mas los sigue desconociendo como suyos.

Iniciar por drenar los sesgos machistas en las familias respecto a los roles de cada padre serían un gran paso en cuanto a la búsqueda de reafirmar una masculinidad no toxica para la igualdad de género. Comenzar a cumplir un rol de padre sin limitaciones machistas ayudaría a crear lazos paternos que históricamente se encontraron reprimidos y solo permitidos para las mujeres. A lo largo de los años los hombres han encontrado su paternidad recortada por sus propias manos y su propio sistema patriarcal.

En ese sentido comenzar con reconocer el machismo encubierto que existe en el hogar sería un primer paso para lograr esta igualdad en primer lugar. Posterior a ello, iniciar y aceptar el desprendernos de ciertos privilegios que nos otorga el solo ser hombres sería otro gran paso, en segundo lugar, para comenzar a crear una nueva masculinidad.

Desprendernos de privilegios que creíamos tener por arte de magia como “el hogar impecable, la ropa planchada, los hijos bañados, comidos y listos” (Menjívar 2001:7) y comenzar a cumplir un rol de padre sumado al simple hecho de comenzar a involucrase en aspectos del hogar que creíamos ajenos a los hombres es un gran paso a la evolución de una masculinidad positiva. Asimismo, tomar conciencia de las dolencias que una sociedad machista viene dejando en los hombres es fundamental, ya que reconocer el daño que nos causa nuestra masculinidad hegemónica y nuestros privilegios contribuye a mejorar nuestro entendimiento y replanteamiento de hombres en una sociedad que viene evolucionando y cambiando.

El establecer un sistema que favorezca tanto a hombres como mujeres sentarían las bases sólidas para concretar la igualdad de género que buscamos conseguir. Del mismo modo, replantear esa masculinidad que no nos arrebate los aspectos emocionales y afectivos ayudará a que el hombre pueda ejercer su paternidad a plenitud y crear mejores vínculos con los hijos y con la pareja rompiendo esa barrera de estereotipos y desigualdades. Tener presente que la paternidad emocional es posible y es la mejor forma de romper ese círculo vicioso social que reafirma el patriarcado, y crear conciencia de género en los hijos e hijas quienes conciban la masculinidad fuera del machismo y mas bien como el apoyo a la lucha feminista por la igualdad de género.


Bibliografía

  • Menjívar Ochoa, Mauricio. (2001) Masculinidad y poder. San José, Costa Rica: ESPIGA.
  • Kimmel Scott, Michael. (1997), “Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina”. En: Valdés, Teresa y Olavarría, José. Masculinidad/es. Poder y crisis. Ediciones de las Mujeres N° 24. Isis Internacional/FLACSO-Chile. Santiago, Chile.
  • Batres Méndez, Gioconda. (1999) El Lado Oculto de la Masculinidad. En: Tratamiento para ofensores. San José, Costa Rica: ILANUD.
  • Reyes Zamora, David. (2020) ¿Por qué el machismo impide ejercer la paternidad con plenitud? Lima, Perú. [Vídeo] <https://bit.ly/2WU7ysq>
  • (2020) Encuesta de igualdad en tiempos de Covid-19. Lima, Perú. <https://bit.ly/2BuGQz3>
  • Kaufman, Michael. (1997), “Las experiencias contradictorias del poder entre los hombres”. En: Valdés, Teresa y Olavarría, José. Masculinidad/es. Poder y crisis. Ediciones de las Mujeres N° 24. Isis Internacional/FLACSO-Chile. Santiago, Chile.

[1] https://drive.google.com/file/d/11mFtDpeNQZyD1BgRWJRP7DiH95_ooZBW/view

[2] Organización que promueve políticas y prácticas de diversidad e inclusión en las organizaciones.

[3] https://twitter.com/TEDxTukuy/status/1274507544598401027

[4] Director de Contenido de SEMANAeconómica.


Fuente de Image: RPP