Por Gabriela López, Asociada Senior, Jefa del Área de Consultoría Económica del Estudio Bullard Falla Ezcurra +

La teoría económica sostiene que las interacciones constantes entre empresas o individuos facilitan los acuerdos entre ellos. La razón se puede resumir en una frase: “las consecuencias sí importan”.

En efecto, las interacciones constantes entre agentes facilitan los acuerdos o la cooperación entre ellos. Esto es algo que de alguna forma todos sabemos intuitivamente. Por ejemplo, si alquilo un departamento por un periodo de 6 meses no me va a importar tanto afianzar los lazos con mis vecinos, a diferencia de si compro ese departamento y entonces voy a tener que convivir con ellos un periodo mucho más largo. Otro ejemplo lo podemos encontrar en nuestras relaciones personales. Una persona tendrá más incentivos a portarse bien y cumplir los acuerdos con su pareja si está en una relación seria de largo plazo, que si se encuentra en una relación más informal que puede durar una semana o incluso un día.

Para analizar esta situación en términos de los acuerdos entre empresas, imaginemos que dos empresas se reúnen para intentar coludirse o acordar un precio, pero si una de ellas se desvía del mismo y reduce su precio todos los consumidores acudirían a él, por lo que la otra empresa no vendería nada. En otras palabras, si el acuerdo era vender el producto a S/.5, una de ellas podría desviarse y vender el producto a S/.4, por lo que todos los consumidores le comprarían a ella y la otra no vendería nada. Supongamos también que los gerentes de ambas empresas tienen un contrato de un año con sus respectivas empresas y luego de eso se jubilarán. Además, quieren desvincularse del negocio y vivir de sus rentas. En ese contexto, ambos gerentes -que saben que no se volverán a ver los rostros después del año de concertación- analizan bien la situación y ambos se desvían del acuerdo, es decir, deciden no cooperar porque saben que no habrá consecuencias de lo que hagan. La razón se puede resumir en que nunca más volverán a verse y no les importa lo que ocurra con las empresas que dirigen porque ya están de salida en el mercado.

Ahora, imaginemos que los gerentes recién están empezando su carrera, tienen un contrato indeterminado, están en proceso de obtener resultados para mostrárselos a los accionistas. Además, supongamos que esta vez la concertación no tiene un plazo determinado, como el caso anterior, sino que puede durar tanto tiempo como ellos estén y no se sabe cuándo terminará. En este caso, ambos gerentes saben que si se desvían del acuerdo y engañan a la otra empresa habrá consecuencias para ellos, porque recién están empezando en el negocio y podrían tomar represalias contra ellos. Entonces, en este caso, la concertación será más probable porque habrá consecuencias.

En otras palabras, cuando el periodo de interacción es determinado (por ejemplo, un año) es más difícil sostener el acuerdo, pero si la interacción es más prolongada o indeterminada, la cooperación o concertación se podrá dar más fácilmente. Esto sucede porque las consecuencias sí importan.

Ahora bien, en términos económicos, ¿a qué me refiero cuando señalo que las consecuencias sí importan?. Me refiero a los incentivos, es decir, a los premios que existen por cooperar o los castigos por no hacerlo. Me explico.

Los agentes económicos funcionamos de acuerdo a los incentivos, que son los premios o recompensas por hacer algo o el castigo por no hacerlo. Pensemos por ejemplo, en un acuerdo entre dos amigos para guardar un secreto. Este acuerdo tiene implícitamente un sistema de premios y castigos. Si ese acuerdo se cumple, el premio será la confianza generada entre ellos, pero si no se cumple, el castigo será la desconfianza creada en el amigo que fue traicionado, el cual probablemente no le cuente ningún secreto nunca más pues considerará que no es alguien de fiar.

Lo que hemos señalado anteriormente es que acuerdos con un plazo determinado y limitado son más difíciles de sostener que acuerdos de largo plazo en el que las interacciones se repiten. Esto es porque en el primer caso, el de plazo determinado y limitado, es muy difícil generar un sistema de recompensas que premie la cooperación y un sistema de castigos que evite que esta se rompa. Sin embargo, en el caso de acuerdos de largo plazo con interacciones repetidas, es más fácil construir un sistema de futuras recompensas que premien la cooperación y  un sistema de futuros castigos que eviten que los acuerdos se rompan.

Por ejemplo, en el caso que acabamos de mencionar de los amigos que guardan un secreto. Si son dos amigos que se verán constantemente y por un plazo indeterminado, un sistema de premios y castigos podría ser el siguiente: si guardas el secreto tendrás mi amistad por siempre, de lo contrario (si me traicionas) no te cuento algo privado nunca más. Esta estrategia en casos de concertación entre empresas se llama la “estrategia del gatillo”. La regla es: Si cooperas, compartimos las ganancias, pero si me traicionas bajaré el precio para llevarme todo el mercado y tú no podrás vender nada. En ese caso, la empresa conociendo esta regla, evaluará lo qué le brinda mayor rentabilidad, si cumplir con el acuerdo o romperlo.

Entonces, lo que vemos es que para las empresas, los incentivos y los castigos son ganancias o pérdidas económicas. Así, cuando decimos que las consecuencias sí importan para facilitar la concertación, estamos hablando de que lo que realmente importa es el bolsillo del agente económico.

Todo esto es importante porque el mejor entendimiento de las prácticas colusorias, permite un mejor análisis de estas conductas y una mejor aproximación para su control y disuasión.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí