Publicado originalmente en el diario El Comercio. Todos los derechos del texto reservados. Republicado con permiso del autor.
Chávez deja al chavismo una herencia complicada: los problemas económicos y sociales que hoy enfrenta Venezuela cada vez con menos recursos.
El motor de la revolución de Chávez funcionaba a petróleo. Él pudo financiar las políticas asistencialistas de su “socialismo del siglo XXI” gracias al aumento de los precios de dicho producto. En 1998, cuando Chávez asumió el poder, el precio del galón era de US$9, un año después había subido a US$80 y llegó hasta US$146 en el 2008. Esto, sin embargo, parece ya no ser suficiente para financiar el gasto populista del chavismo.
En primer lugar, la ineficiente empresa petrolera estatal ha reducido su producción de 3.3 millones de barriles por día en 1998 a 2.25 millones en el 2011 (momento en el que dejó de publicar cifras auditadas), de los cuales alrededor de un millón es vendido a precios subsidiados. Así, desde que Chávez tomó el poder, la producción de petróleo para exportación a un precio rentable se ha reducido a menos de la mitad, limitando los ingresos del gobierno, que dependen en un 50% de la venta de este producto.
Por otro lado, las políticas antiinversión de Chávez han reducido severamente la producción privada y los tributos que ella generaba. Según el ex ministro venezolano Gerver Torres, el número de empresas privadas ha caído de 14.000 en 1998 a 9.000 en el 2011. Venezuela, además, se encuentra rezagada en la atracción de inversión extranjera. Mientras que en el 2011, por ejemplo, Colombia atrajo US$13 mil millones, la República Bolivariana atrajo solo US$5mil millones.
Viéndose sin recursos para seguir gastando, Chávez empezó a endeudar a Venezuela, llevándola a que hoy tenga el déficit fiscal más alto de América Latina. Según Morgan Stanley, la situación es tan complicada que es probable que no pueda cumplir con sus obligaciones en la segunda mitad del 2013, época en la que tendría que hacer pagos a sus acreedores por US$4,3 mil millones.
Asimismo, para seguir agenciándose dinero, a Chávez no le quedó más que imprimirlo en descontroladas cantidades, lo que llevó a su país a tener la segunda inflación más alta del mundo. Tratando inútilmente de controlar la pérdida de poder adquisitivo (en los últimos diez años los precios suben anualmente 23% en promedio), el Gobierno estableció controles de precios que solo han generado escasez y racionamiento de productos.
Como si esto fuera poco, Chávez ha dejado un legado de terrible violencia ciudadana. La tasa de homicidios por cada 100.000 ciudadanos ha aumentado de 25 en 1999 a 73 en el 2012.
Este es el país inmanejable que Chávez heredó del chavismo. Este último quizá pueda mantenerse un tiempo en el gobierno, pero sin dinero para seguir financiando el populismo, con tremendas crisis económicas y de seguridad, y sin su carismático líder, eventualmente perderá el apoyo popular. Quizá su única (aunque improbable) vía de mantenerse el poder en el largo plazo sería lograr engendrar un Estado dictatorial y aún más represor. A fin de cuentas, el “socialismo del siglo XXI” no resulta muy distinto al del siglo XX.