Por José Carlos Fernández Salas, docente de la Facultad de Derecho de la PUCP e Investigador Doctoral en la Universidad de Harvard

El problema fundamental del Perú es el problema del indio. Excusemos por un momento las connotaciones negativas que genera hoy usar ese término, “indio”. Así también le llamó Mariátegui a este cuestionamiento cuando en el segundo de los siete ensayos hizo una revisión de la cuestión indígena. Concentrémonos en el problema que nos presenta esa afirmación. En aquella ocasión, Mariátegui lo consideró como un problema económico-social, pues afirmó que era uno que tenía sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra, de la propiedad agraria. No le faltaba razón, pues era el gamonalismo la estructura económica a la cual se enfrentaba su planteamiento político y la forma de traducirse un esbozo de solución pasaba por estudiar las formas de tutela de la propiedad indígena – dilema que tal vez podríamos señalar que aún existe hoy 2021, aunque ya no respecto de la propiedad agraria, sino respecto de la propiedad urbana. Pero en lo que quiero concentrarme ahora es en lo que la cuestión indígena o el problema del indio significan no tanto en su faceta económica, sino en relación a la cuestión de la identidad. Creo que muchos problemas – la propiedad del suelo, las luchas sindicales, los derechos lingüísticos – tienen una raíz en la pregunta sobre la identidad en general y sobre la identidad peruana en particular. Así, una de las conclusiones principales de la reciente conmemoración del bicentenario de la república creo que debe ser lo inacabada que se nos muestra la construcción de algo que podamos llamar la identidad de la nación peruana.

¿Qué es ser peruano? ¿Qué es ser un ciudadano peruano? ¿Qué papel juega la idea del indígena o del indio en esa pregunta? Preguntarnos esto puede ocuparnos mucho tiempo si lo pensamos a nivel de puras ideas, pero no hace falta nada más que mirar nuestra vida cotidiana para ver repetirse una y otra vez esa pregunta. Por ejemplo, pensemos en nuestro propio ambiente en la facultad de derecho. ¿Qué es lo que caracteriza al derecho peruano? ¿Será nuestro Código Civil elaborado por admiradores del derecho italiano, será nuestro derecho público moldeado con la mirada hacia el derecho administrativo español o es acaso nuestro régimen de comunidades campesinas en la Constitución o nuestra ley de consulta previa a las comunidades con un origen prehispánico? ¿Existe algo característico del derecho peruano? Pero no nos sintamos solos en la incertidumbre ante esas preguntas. Son las mismas que se hace un arquitecto peruano cuando se pregunta cuán peruana es esa cuadrícula con la que están organizados los centros de las ciudades peruanas alrededor de sus plazas o cuán peruana es la arquitectura de un edificio de departamentos frente a una avenida concurrida. El arquitecto, el economista, el historiador, el literato día a día convive con la pregunta de qué significa ser peruano y qué rol juega la idea de lo indígena dentro de ese concepto identitario.

No es naturalmente una pregunta que nos hagamos solamente en nuestro país por lo que de lo que les hablaré es de un proyecto en el que vengo trabajando en base a un ensayo que pienso que da luces sobre el tema que se llama “El escritor argentino y la tradición” de Jorge Luis Borges[1]. “El escritor argentino y la tradición” es un ensayo que leí en la edición de las obras completas de Borges de Emecé el 2013, que luego encontré que fue originalmente una conferencia que dio Borges en 1951 en el Colegio Libre de Estudios Superiores de Buenos Aires, que en 1955 apareció en la famosa revista Sur y que luego fue sucesivamente incluida en sus libros de ensayos[2]. En este ensayo Borges aborda la tradición de la literatura argentina y toca el tema de la poesía gauchesca, esa referida a las historias y aventuras de la figura de los gauchos, habitantes de la Pampa argentina del siglo XIX. Usando como obra paradigmática al Martin Fierro de José Hernández, Borges critica la posición de los académicos argentinos de su tiempo que identificaban como el canon de la literatura argentina a la literatura gauchesca. Siendo como era Borges un escritor con vocación universal, es decir, un autor de antologías de leyendas escandinavas, un autodidacta del alemán y un admirador de la literatura china, discrepaba de esa visión de la literatura argentina. Así, él escribe: “(…) la idea de que una literatura debe definirse por los rasgos diferenciales del país que la produce es una idea relativamente nueva; también es nueva y arbitraria la idea de que los escritores deben buscar temas de sus países” (Borges, 2013).

Este texto es usualmente discutido en círculos de crítica literaria, para precisar las razones del estilo y la temática de la producción literaria de Borges y su relación con las corrientes de pensamiento nacionalista en Argentina. Es menor la lectura que se hace de este texto con ojos que vayan más allá de la literatura, por ejemplo, en relación con preguntas identitarias, no sólo sobre Argentina sino sobre Latinoamérica en general. Así, lo que planteo es que ese mismo trabajo de Borges refiriéndose nominalmente a la tradición literaria argentina es un punto de partida que se puede tomar para responder a las preguntas sobre la identidad del ciudadano peruano que hice al inicio de este texto y, en especial, en relación a ese añorado pasado prehispánico que entra tantas veces en esa discusión. Así, a manera de experimento, lo que he venido trabajando es un ensayo de lo que he llamado una “transcripción intervenida” del ensayo original de Borges al que he llamado “El ciudadano peruano y la tradición”. Lo que ahora les paso a mostrar es un par de fragmentos de la parte inicial de esa transcripción antes de contarles qué lección es la que pienso que se puede extraer de este ejemplo de ejercicio de pensar un Borges aplicado.

El texto original es el siguiente:

“Quiero formular y justificar algunas proposiciones escépticas sobre el problema del escritor argentino y la tradición. Mi escepticismo no se refiere a la dificultad o imposibilidad de resolverlo, sino a la existencia misma del problema. Creo que nos enfrenta un tema retórico, apto para desarrollos patéticos; más que de una verdadera dificultad mental entiendo que se trata de una apariencia, de un simulacro, de un seudoproblema.

Antes de examinarlo, quiero considerar los planteos y soluciones más corrientes. Empezaré por una solución que se ha hecho casi instintiva, que se presenta sin colaboración de razonamientos; la que afirma que la tradición literaria argentina ya existe en la poesía gauchesca. Según ella, el léxico, los procedimientos, los temas de la poesía gauchesca deben ilustrar al escritor contemporáneo, y son un punto de partida y quizá un arquetipo. Es la solución más común y por eso pienso demorarme en su examen”.

El texto intervenido es el siguiente:

“Quiero formular y justificar algunas proposiciones escépticas sobre el problema del ciudadano peruano y la identidad. Mi escepticismo no se refiere a la dificultad o imposibilidad de resolverlo, sino a la existencia misma del problema. Creo que nos enfrenta un tema retórico, apto para desarrollos patéticos; más que de una verdadera dificultad mental entiendo que se trata de una apariencia, de un simulacro, de un seudoproblema.

Antes de examinarlo, quiero considerar los planteos y soluciones más corrientes. Empezaré por una solución que se ha hecho casi instintiva, que se presenta sin colaboración de razonamiento; la que afirma que la identidad ciudadana peruana ya existe en la sociedad prehispánica. Según ella, el idioma, las tradiciones, la cosmovisión de la sociedad incaica deben ilustrar al ciudadano contemporáneo, y son un punto de partida y quizá un arquetipo. Es la solución más común y por eso pienso demorarme en su examen”.

Aquí se formula esa parte de la visión que en algunos momentos se tiene respecto de la identidad peruana como cercana a la sociedad incaica o tal vez a las comunidades originarias. Basta con sacar del bolsillo una moneda de un sol y ver la figura de Machu Picchu en ella. Es una mirada según la cual podría estar en el Tawantinsuyo el equivalente a la historia clásica de nuestra sociedad. Los yaravíes, el ayllu, Tupac Amaru, el cóndor o la admiración contemporánea de la palabra “Tupananchiskama”, son todos ellos una suerte de tokens de esa visión de la identidad peruana. Más todavía, se le llama milenaria a nuestra cultura, porque antes de los incas estuvieron los wari, los tiahuanaco y uno hoy puede visitar Caral. Esas exaltaciones son nada más que artificiales o contingentes en esta lectura intervenida de Borges. Para explicar esto último, aquí muestro otro fragmento de la transcripción:

“Rojas estudia la poesía de los gauchescos, es decir, la poesía de Hidalgo, Ascasubi, Estanislao del Campo y José Hernández, y la deriva de la poesía de los payadores, de la espontánea poesía de los gauchos. Hace notar que el metro de la poesía popular es el octosílabo y que los autores de la poesía gauchesca manejan ese metro, y acaba por considerar la poesía de los gauchescos como una continuación o magnificación de la poesía de los payadores.

Sospecho que hay un grave error en esta afirmación; podríamos decir un hábil error, porque se ve que Rojas, para dar raíz popular a la poseía de los gauchescos, que empieza en Hidalgo y culmina en Hernández, la presenta como una continuación o derivación de la de los gauchos, y así, Bartolomé Hidalgo es, no el Homero de esta poesía, como dijo Mitre, sino un eslabón”.

La transcripción intervenida es la siguiente:

“Valcárcel estudia la historia de los incas, es decir, la historia de Guaman Poma de Ayala, el Inca Garcilaso de la Vega, Bartolomé de las Casas, y la deriva de la historia de los preincas, de la espontánea historia de los incas. Hace notar que el paradigma de la historia popular es el ayllu y que las formas de organización de la sociedad inca se basan en esa institución, y acaba por considerar la historia de los incas como una continuación o magnificación de la historia de los preincas.

Sospecho que hay un grave error en esta afirmación; podríamos decir un hábil error, porque se ve que Valcárcel, para dar raíz popular a la historia de los incas, que empieza en Manco Capac saliendo del río Titicaca, la presenta como una continuación o derivación de la de los tiahuanaco, y así Manco Capac es, no el fundador de esta historia, como dijo Guaman Poma, sino un eslabón”.

Lo que sigue en este trabajo de transcripción es afirmar que la identidad indígena o prehispánica en sus distintas manifestaciones es nada más que una identidad más de las muchas que se encuentran en la complejidad del ser peruano. Así, ¿por qué identificar al peruano de los andes por usar una casaquilla colorida, si es que a él le gusta usar su polera nike con el símbolo del check bien claro y grande en el pecho? ¿Por qué no celebrar que ahora en el billete de veinte soles esté la hija de un aristócrata polaco que trabajó como misionera en la Amazonía como María Rostworowski?

Ese eclecticismo es, por lo demás, lo que hace que un peruano y un latinoamericano suelan tener una más sencilla aclimatación cuando se encuentran en alguno de esos espacios de congregación de gentes de distintas partes del mundo, que, por ejemplo, en mi caso particular fue una universidad en Estados Unidos. En mis conversaciones con un amigo de Hong Kong y otro de Japón identificamos que, aunque todos extranjeros, a ojos de ellos, un Latino se encuentra siempre con un pie en casa, cuando se encuentra en Estados Unidos o en Europa, es decir en Occidente. Ese lugar donde ellos se sentían cien por cien extranjeros y donde un gesto o un sarcasmo en la conversación era para ellos un proceso de aprendizaje más lento que para un peruano. Ahí también se nota, yo creo, lo cuestionable de la equiparación del peruano con lo incaico o lo prehispánico.

Luego de ocuparse de la poesía gauchesca, Borges critica también cualquier identificación de la literatura argentina con la literatura española. En su ensayo original señala que la propia definición de lo que es un argentino es la oposición al vínculo con la metrópoli, con lo español, con lo que tal vez ahora llamaríamos lo colonial. Aunque en el caso de la identidad peruana, tal vez esa aseveración sea más autoevidente que en los círculos que frecuentaba Borges en Buenos Aires, es enteramente pertinente repetirla. Si no, pensemos en otro de los orgullos peruanos típicos, el nobel de literatura, que, aunque ahora venido a menos en su imagen, fue celebrado cuando en 2011 recibió de Juan Carlos I el título de Marqués de Vargas Llosa. “Los cholos hemos llegado a la aristocracia española” dijo aquella vez el escritor.

Borges critica esa identificación con lo español, pues la no pertenencia a esa sociedad es la que genera esa posibilidad de desembarazarse sin vergüenza de aquello español o europeo que no hay por qué compartir. Con tranquilidad podemos decir los peruanos y los latinoamericanos que las guerras y los imperialismos europeos son ajenos a nosotros. Un ejemplo que recuerdo de ello fue un debate de hace unos años entre los economistas Joseph Stiglitz y Hernando de Soto en el que el peruano se aprovechó de eso. A pesar de yo estar más de acuerdo con el primero en el objeto de la discusión, era innegable la eficacia de los argumentos de Hernando de Soto cuando apelaba a su condición de foráneo y de desventajado. “Venir desde abajo, desde el tercer mundo” le permitió echarle a su contrincante la responsabilidad por el desastre económico que en ese momento se estaba viviendo por la crisis hipotecaria y financiera del 2008 originada en el hemisferio norte. Para el público de aquella vez, De Soto, del desventajado, ganó claramente la discusión[3]. Así, esa condición de extraño, de no europeo, es una ventaja que también resalta Borges: “Creo que los argentinos, los sudamericanos en general, estamos en una situación análoga [refiriéndose a la condición de los irlandeses con respecto a los británicos]; podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irrelevancia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas”.

¿A dónde se llega con todo esto? Pues las conclusiones de Borges – que comparto para el caso de la identidad nacional peruana – son una combinación de cosmopolitismo y pluralismo. El escritor argentino no es ninguno de los anteriores, es todos los anteriores. El ciudadano peruano no es ninguno de los anteriores, es todos los anteriores. No hay necesidad de atribuir el corazón de la identidad peruana a alguno de los componentes parciales de nuestra sociedad y más bien conviene incluir también aquellas que representan la influencia que típicamente se consideraría extranjera. Es por eso que tal vez las manifestaciones más avanzadas de la identidad peruana han sido aquellas de la celebración de la diversidad. Piénsese en lo lejos que ha llegado la cocina peruana como manifestación de ello o el episodio de la celebración de los juegos panamericanos en que no dejó de sorprender la heterogeneidad de las canciones, los trajes y bailes. Por ello, termino con otro fragmento de la transcripción intervenida en la sección de conclusiones del ensayo:

 “¿Cuál es la tradición argentina? Creo que podemos contestar fácilmente y que no hay problema en esta pregunta. Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esa tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental.

(…)

Por eso repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad, y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara.

Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que se llama la creación artística, seremos argentinos y seremos también, buenos o tolerables escritores”.

En la versión intervenida:

“¿Cuál es la identidad peruana? Creo que podemos contestar fácilmente y que no hay problema en esta pregunta. Creo que nuestra identidad es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esa identidad, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental.

(…)

Por eso repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; aceptar todas las costumbres, y no podemos concretarnos a lo peruano para ser peruanos: porque o ser peruano es una fatalidad, y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser peruano es una mera afectación, una máscara.

Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que se llama la convivencia de costumbres, seremos peruanos y seremos también, buenos o tolerables ciudadanos”.

Bibliografía y referencias

[1] Borges, Jorge Luis. 1983. Discusión. 3a. ed. Madrid : Buenos Aires: Alianza Editorial ; Emecé

[2] Hernaiz, Sebastián. 2019. “Borges, Reescritor. En Torno a «El Escritor Argentino y La Tradición» y La Intriga de Sus Contextos de Publicación.” Estudios Filológicos, no. 63: 81–98. https://doi.org/10.4067/S0071-17132019000100081.

[3] https://youtu.be/r-n3ux36Rz8