Cuando los peruanos pensábamos que ya no había nada que pudiera indignarnos más, descubrimos que siempre puede haber razones nuevas. Hace algunos días, el Movadef, considerado el brazo político del grupo terrorista Sendero Luminoso, ha decidido formar parte de un frente autodenominado “Unidad y Defensa del Pueblo Peruano”, junto con otros movimientos como Patria para todos, Tierra Verde o el Movimiento Etnocacerista Runa Masi Perú siglo XXI. Su vocero, Jorge Paredes Terry, por otra parte, es un ex nacionalista y ex asesor principal de Daniel Abugattas en el Congreso, nada más ni nada menos que cuando este lo presidía.
Recordemos que el Movadef es, por cierto, no solo un partido político que reivindica y celebra el genocidio y las atrocidades cometidas por Sendero y su líder, el hoy encarcelado Abimael Guzmán, sino además un grupo con serios y fuertes vínculos a actividades delictivas como el narcotráfico y el terrorismo. Es decir, ya no solo hablamos de un pensamiento peligroso, que en fin puede ser siempre combatido bajo la fuerza que las ideas de la democracia y la libertad pueden contener, sino de acciones reales que buscan socavar el Estado de Derecho y la paz que hemos logrado conseguir con tanto esfuerzo en los últimos años.
Yo nunca he sido partidario de censurar el pensamiento de ningún grupo político, por más radical que este sea. Creo, como liberal, que las ideas se deben combatir con ideas y argumentos también. Y esto lo digo porque estoy convencido que son la libertad y la democracia las ideas políticas más fuertes y con mayores argumentos filosóficos y empíricos para luchar esta batalla. Sin embargo, la democracia no puede caer en el juego de los tontos si permite a un grupo que, por un lado lucha en la batalla de las ideas, pero por el otro busca empuñar las armas y delinquir en el terreno de las acciones concretas. En ese caso ya no hablamos de un partido de ideas, sino de un partido del delito y de la muerte; y como tal no debe ser permitido.
Recordemos pues, los nexos de este movimiento con el terrorismo y el narcotráfico. El año pasado, un grupo de integrantes del Movadef fue detenido tras la operación Perseo, en la cual participaron más de 300 agentes de distintas divisiones de la PNP. En ella se recopiló una serie de evidencia contundente que permitió encarcelar a muchos de sus dirigentes, como por ejemplo, un audio proveniente de interceptaciones telefónicas en el que se escucha a “Artemio” (entonces líder de la columna narcoterrorista en el Vraem) coordinar acciones para el financiamiento del Movadef. Asimismo, son notorios los vínculos y documentos que señalan que serían los propios Guzman e Yparraguirre, condenados no por pensar como piensan, sino por asesinar a miles de personas, quienes coordinarían y dirigirían las acciones del Movadef desde la cárcel.
La propuesta de este nuevo frente, integrado por el Movadef, de constituir un partido político puede ser muy peligrosa en tanto aún no están esclarecidos del todo los vínculos que este movimiento tiene con acciones delictivas como el narcoterrorismo que hoy asola a una parte del país. Si bien muchos fueron luego liberados, esto se debió en su gran mayoría a vacíos legales, más que a una autentica convicción de estar exentos de vínculos delictivos. Nadie puede criticar al Movadef por pensar como piensa, lo que no se puede permitir es que golpee el Estado de Derecho. Si quiere jugar en el terreno político, debe jugar respetando todas las reglas que la democracia nos impone.
Por otro lado, y yendo a un plano más pragmático, desde mi punto de vista ni siquiera, será necesario impedir por la ley que el frente que integra el Movadef (dejando de lado el hecho que nos oponemos a su existencia en tanto no estén claros los vínculos con hechos delictivos) llegue a formarse, pues lo más probable es que ni siquiera alcance el número de firmas necesario. En el Perú, son necesarias alrededor de medio millón de firmas para poder obtener una inscripción partidaria, la cual en el terreno de la realidad terminan siendo más de un millón y medio debido a que gran número de ellas son depuradas en el camino. Todo esto sin contar los más de 130 comités (con aproximadamente 30 miembros cada uno) que cada agrupación debe acreditar a nivel nacional. Y si bien sabemos que la mayoría de partidos no tienen todos estos comités activos, ni siquiera creemos que exista en el país el suficiente número de gente que siquiera prestaría su nombre al juego ideológico o simpatizaría con los preceptos que defiende del Movadef. Conseguir medio millón de personas que crean que Abimael Guzmán debe ser liberado es algo demasiado improbable. Y aunque en el Perú ya nada me sorprendería, la verdad es que no creo que lleguemos a ser tan autodestructivos (esto, por supuesto, discrepando en esta ocasión con lo que sostendría Aldo Mariategui).
En el Perú, nos falta madurar muchísimo políticamente y construir instituciones sólidas para poder entrar plenamente a una segunda fase de desarrollo. Sin embargo, creo que en el Perú hemos aprendido la lección de la violencia (que no es la misma que la de la caviarada). Creo que hoy, muy pocos peruanos estarían dispuestos a reivindicar a un genocida y asesino como Guzmán, aunque habrá que entrar al terreno electoral para comprobarlo; y como repito, ya nada me sorprendería.