FC Barcelona-Messi: otro (eficiente) resultado negocial fue posible

"Visto el escenario resultante de la negociación, pareciera inicialmente que el FC Barcelona hubiera conseguido sus objetivos, pero puede tratarse de una victoria pírrica"

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Por José Luis Pérez Triviño, profesor de Negociación en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona) y presidente de la Asociación Española de Filosofía del Deporte.

Uno de los principios básicos de toda negociación es que si vas a dirigir una amenaza a tu contrario esta no debe ser ni demasiado grande que no pueda ser cumplida ni demasiado pequeña para no ser tomada en serio. Visto el órdago que le lanzó Messi al FC Barcelona con el burofax en el que mostraba su intención de rescindir su contrato con el club y marcharse a las bravas, el astro argentino cayó en el primer error.

A pesar de que había razones jurídicas para sostener que Messi conservaba la facultad para rescindir gratis su contrato con el FC Barcelona dado que el concepto de “temporada” debería aplicarse teleológicamente -atendiendo a las imprevistas consecuencias de la pandemia en las competiciones- y no de forma literal, lo cierto es que no se ha visto con fuerzas para llevar el envite hasta las última consecuencias.

No sabremos si fue realmente, como ha explicitado, porque se le hacía complicado ir a juicio contra el club de toda su vida o por el miedo a que un juez ofreciera una interpretación favorable al FC Barcelona e hiciera imposible su traspaso a ningún club, por muy poderoso que este fuera económicamente.

Pero sí puede afirmarse con cierto grado de convicción que hubo por su parte (o sus abogados) una minusvaloración del factor emocional del que era rehén Bartomeu: el interés de no pasar a la historia como el presidente que dejó marchar a Messi.

Es obvio para cualquier negociador avezado que los abogados de Messi podrían haber explotado esa circunstancia que se conoce en la teoría de la negociación como la “toma de rehenes”. Y es que en una negociación no debe tenerse solo en cuenta las posiciones sobre el objeto negocial explícito (en este caso, claramente económico: pagar o no los 700 millones) sino los intereses subyacentes de cada parte, y en el caso del mandatario culé pudiera haber jugado un papel más relevante ese factor simbólico.

Este no es un elemento baladí, y otro presidente, Puigdemont, cercano geográficamente y con un marco mental colectivo similar, recuérdese, también primó ese mismo aspecto emocional por encima de intereses más tangibles cuando desechó convocar elecciones y en su lugar proclamó la república catalana. Todo ello para no pasar a la historia como un traidor.

En todo caso, visto el escenario resultante de la negociación, pareciera inicialmente que el FC Barcelona hubiera conseguido sus objetivos. Pero puede tratarse de una victoria pírrica -aquella que se logra con muchas pérdidas en el bando aparentemente vencedor, de modo que incluso tal victoria puede terminar siéndole desfavorable-, ya que el año próximo Messi podría irse gratis, por lo que el FC Barcelona habría perdido la oportunidad de obtener una compensación económica cuantiosa en caso de haber pactado la salida del astro rosarino.

Y es que el FCB ha optado por adoptar un papel en el proceso negocial que en la teoría de la negociación se conoce como un “antagonista estridente”, así una actitud de suma cero, esto es, pretender obtener una victoria sin paliativos a costa de que la otra parte no consiga nada.

Ahora bien, esta estrategia, aunque ha resultado vencedora, puede tener costes a largo plazo: crear resentimiento en la parte vencida. En este sentido, corre el riesgo de que Messi se quede en el club, pero a regañadientes e incómodo con una junta directiva que no se ha avenido a negociar y con un entrenador que ha despedido a su mejor amigo.

Esto puede provocar que su rendimiento en el campo de juego no sea el mismo de otros años. No obstante, el club puede haber previsto esta consecuencia colateral de su estrategia, y en este sentido, pensar que, como ha ocurrido con otros jugadores en situaciones similares, al final, acabará comprometiéndose con los intereses del club.

El caso de Neymar con el PSG durante esta temporada parece haber sido el referente para confiar en que esto pasaría. Pero las diferencias son notables, pues el brasileño no llevó tan lejos su apuesta y, por otro lado, la marcha deportiva del club parisiense ha sido exitosa conquistando la liga francesa y llegando a la final de la Champions League.

Pero ¿Y si esto no ocurre en can Barça la próxima temporada? ¿Tendrá entonces Messi incentivos para sacrificarse por el club que le ha retenido y, además, correr el riesgo de lesionarse y frustrar su salida en la próxima temporada? Los expertos en estas lides saben perfectamente que mantener en contra de su voluntad a un jugador en el club del que pretende marcharse no es la opción más eficiente, por más que pueda suponer una victoria simbólica.

Un análisis aséptico de la estructura negocial hacía prever que actuando racional y auto interesadamente, las partes podrían haber adoptado una actitud constructiva que les hubiera permitido llegar a un acuerdo, no totalmente satisfactorio para ambas partes, pero sí lo suficiente como para sentirse satisfechos y mantener mínimamente su imagen ante los aficionados.

Dicho en términos negociales, habrían podido evitar los nefastos resultados del dilema de prisioneros si seguían perseverando en sus intereses egoístas en lugar de optar por una solución coordinada. Y es que había una zona de posible acuerdo entre ir a los tribunales y esperar un año para salir del club, o dicho en términos técnicos, los respectivos valores de reserva del club y del jugador.

Entre ambos extremos existía el margen de acordar una indemnización que el club adquiriente pudiera pagar razonablemente y de esa forma, obtener el Barça una cantidad económica tan necesaria para las arcas del club, y, por otro lado, compensar emocionalmente a Messi, que no se iría sin hacerle un postrer favor al “club de su vida”.

Y es que, en el fondo, como sucede en otros ámbitos de la vida, el objeto principal del conflicto no era la cláusula de 700 millones, sino cómo y cuándo acabar una relación con un importante componente emocional entre las partes, que es de lo que, en último término, trata el fútbol, de pasiones y lealtades.


Fuente de imagen: Telemundo

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