Por Gabriela Ramírez Parco, Profesora Ordinaria de la Facultad de Derecho & Magíster en Derecho Constitucional.
El 1 de enero del presente año han entrado en vigencia los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible[1] (ODS) aprobados el año pasado por la Asamblea General de las Naciones Unidas[2], los cuales amplían los anteriores y conocidos 8 Objetivos del Milenio (ODM)[3]. Así, los mencionados 17 ODS establecen metas específicas y ambiciosas que deberán ser alcanzadas por los Estados Miembros de la ONU para el año 2030 en distintos rubros que involucran el bienestar humano, la reducción de la pobreza, del hambre, la mejora en los sistemas de salud y todos los factores asociados a ella, la búsqueda de una educación de calidad para todos, la igualdad de género, la lucha por un trabajo decente, la construcción de ciudades sostenibles, la conservación de los océanos, la mejora en los sistemas de saneamiento del agua, el alcance de la justicia e instituciones sólidas, etc., siendo el desarrollo sostenible el eje transversal a todos los objetivos establecidos.
De este modo, teniendo en cuenta el ámbito universitario en el que nos desenvolvemos y la importancia de la enseñanza del Derecho en la construcción de valores democráticos y ciudadanos, nos parece interesante llamar la atención en este breve artículo, acerca del rol indispensable que actualmente la educación cumple para alcanzar el anhelado “Desarrollo sostenible” y cómo, incluso, de manera previa a la concepción de los ODS, ya se trabajaba sobre la construcción de la denominada Educación para el Desarrollo Sostenible o también llamada “EDS”.
El ODS 4:
De los 17 ODS, el ODS 4 establece como Objetivo: “Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”. En este sentido, de las 10 metas que contempla este ODS, la meta 4.7 establece que a 2030 se debe “asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible”.
Resaltamos esta meta, pues consideramos que es la que mejor plasma la estrecha relación entre la Educación y la búsqueda del Desarrollo Sostenible para toda la comunidad. Incluso el reciente Acuerdo de París -acuerdo bajo el cual, las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático “se comprometieron (…) a adoptar medidas ambiciosas para mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de 2 °C de aquí a finales de siglo”[4]-, contempla también en su artículo 12[5] la necesidad de mejorar el proceso educativo a fin de que las personas puedan conocer y acceder a la información apropiada para la adopción de medidas que contribuyan a enfrentar y mitigar los cambios generados por el cambio climático.
En este orden de ideas, podemos señalar que la educación constituye esa llave maestra que permite abrir de manera adecuada las demás puertas que nos conducirán hacia el Desarrollo Sostenible, pues en ella se encuentra la base no sólo de la construcción y el establecimiento de verdaderas políticas ambientales a nivel nacional e internacional, sino que además interviene en la toma de decisiones que cada persona debe asumir en su quehacer diario, las cuales sin duda, influyen en la conservación del ambiente en que nos desenvolvemos.
El Desarrollo Sostenible (DS): del concepto clásico a una dimensión integral
Teniendo en cuenta lo señalado líneas arriba, resulta fundamental recordar el clásico concepto de Desarrollo Sostenible (DS) marcado por el Informe Brundtland, “Nuestro futuro común”, en el año 1987, que lo definió como la “satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. No obstante, a la fecha, el DS debe ser entendido en el marco de sus tres dimensiones: ambiental, social y económica, las cuales alimentan su aplicación como principio rector en toda política o decisión que comprometa el bienestar de las personas en general.
Así, en la Resolución A/RES/70/1 de 25 de setiembre de 2015: “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” podemos observar de alguna manera lo que implica o procura abarcar cada una de esas dimensiones en la Agenda 2030. Por ejemplo, al referirse a la dimensión ambiental, se hace mención entre otras cosas a que “(…) la gestión y el desarrollo sostenibles del medio urbano son fundamentales para la calidad de vida de nuestros pueblos. (…)”. En cuanto a la dimensión social, cabe resaltar que “(…) para promover la salud y el bienestar físicos y mentales y prolongar la esperanza de vida de todas las personas, debemos lograr la cobertura sanitaria universal y el acceso a una atención médica de calidad, sin que nadie se quede atrás (…)”. Como puede observarse, la salud también juega un rol muy importante en este tema. Y en relación a la dimensión económica, encontramos que se menciona un crecimiento económico inclusivo, es decir, que beneficie a todos en igualdad de condiciones, pues la propia Resolución establece que “(…) el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible es esencial para lograr la prosperidad, lo que solo será posible si se comparte la riqueza y se combate la desigualdad de los ingresos. (…) Fortaleceremos la capacidad productiva de los países menos adelantados en todos los sectores”.
De esta manera, podemos observar que hoy en día, el Desarrollo Sostenible implica un compromiso y una labor que trasciende al simple hecho de utilizar los recursos de tal modo que estos puedan ser aprovechados por las generaciones futuras, es decir, estamos ante una gran responsabilidad que con el paso del tiempo ha ido creciendo y que debe ser asumida a la luz de las tres referidas dimensiones. En este sentido, sin duda, la educación se desenvuelve como una de las principales –por no decir, la principal- protagonistas en el cambio de los patrones de comportamiento y en la adopción de políticas públicas que contribuyan a la construcción de un verdadera ciudadanía, pues “el desarrollo sostenible y una ciudadanía mundial dependen indudablemente de nuestra capacidad de inculcar los valores de una ciudadanía responsable, de enseñar los conocimientos modernos preservando al mismo tiempo nuestro patrimonio común y nuestros valores tradicionales, que se conservan especialmente bien en el marco familiar, tan frágil y amenazado.”[6] Sobre esto último está claro para quienes tenemos la vocación y la tarea de impartir la docencia, que el reto es mayor.
La Educación para el Desarrollo Sostenible y el rol de los jóvenes y los docentes:
Y de la mano del concepto del Desarrollo sostenible, nos encontramos con la Educación para el desarrollo sostenible (EDS), la cual en palabras de la UNESCO “apunta a integrar en la enseñanza y el aprendizaje problemas fundamentales del desarrollo sostenible, como el cambio climático, la reducción de los riesgos de desastre, la diversidad biológica, la reducción de la pobreza y el consumo sostenible. Además, la EDS requiere métodos participativos de enseñanza y aprendizaje que motiven a los educandos y los faculten para cambiar de comportamiento y actuar en pos del desarrollo sostenible”[7].
Bajo la EDS la educación se ha convertido en la principal aliada del Desarrollo Sostenible, pues diversos Informes y la propia realidad manifiestan que ciudadanos con un mejor nivel educativo demostrarán no sólo mayor preocupación por los problemas ambientales que existen en su entorno, sino que además esta preocupación se reflejará en una participación activa para procurar encontrar soluciones o impulsar la adopción de medidas que detengan o mitiguen el problema al cual se enfrenta el planeta. Desde la toma de conciencia sobre las conductas diarias que generan un impacto en el medio ambiente, por ejemplo, en el uso adecuado de los recursos hídricos o energéticos, o el respeto a la biodiversidad, hasta la construcción de iniciativas sociales y políticas que busquen la asunción de reales compromisos de cambio a favor del medio ambiente, la educación está presente como elemento sustancial de transformación.
De esta manera, desde el ámbito educativo, tanto docentes como estudiantes, tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos, pues nos corresponde trabajar no sólo en la formación de valores, sino en la convicción de los mismos, es decir, que cada docente y estudiante realmente crea y asuma que cumple un rol importante en el planeta y que de cada uno de nosotros dependerá la posibilidad de alcanzar las metas establecidas por los 17 ODS hacia el 2030. Aunque la pregunta que puede surgir es: ¿Cómo lograr este cambio o toma de convicción?, pues sobre esto último, nos parece pertinente mencionar que las Naciones Unidas hace referencia e incluso comenta experiencias sobre los beneficios que representa la inclusión de la EDS como eje transversal no sólo en los programas curriculares a nivel escolar, sino en los Planes de Estudios a nivel universitario o de formación profesional. Sería sin duda, muy interesante y alentador, si en un breve plazo, se observan cambios progresivos en este sentido, a nivel nacional. Y mejor aún, si como Facultad podemos empezar a trabajar sobre este nuevo reto que involucra a toda la comunidad universitaria.
Ya lo ha señalado Amina Mohammed, Asesora Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Planificación del Desarrollo después de 2015, que “Las grandes transformaciones no se lograrán con una sola persona, sino con un liderazgo comprometido y unas comunidades que se apoyen mutuamente. (…) docentes, políticos, economistas y activistas deben encontrar un terreno común en su búsqueda de un cambio sustancial y sostenible”[8]
Queda claro que el espacio universitario y sus aulas representan un ámbito que no debemos desaprovechar, pues sí tomamos conciencia que el Desarrollo Sostenible es el Objetivo general que debe ser alcanzado por todos, nos será más fácil transmitir con convicción a nuestros estudiantes la urgencia y necesidad de empezar a trabajar desde el rol que cada uno desempeña en el aula, a favor del planeta.
[1] ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS: Objetivos de Desarrollo Sostenible. Consulta: 29 de marzo de 2016.
http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/
[2] Resolución AG, A/RES/70/1, 25 de setiembre de 2015: “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.
[3] ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS. Objetivos de Milenio, Informe 2015. “A comienzos del nuevo milenio, los líderes mundiales se reunieron en las Naciones Unidas para dar forma a una visión amplia con el fin de combatir la pobreza en sus múltiples dimensiones. Esa visión, que fue traducida en ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), continuó siendo el marco de desarrollo predominante para el mundo en el curso de los últimos 15 años.”
[4] ONU: cambio 2016.
http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/combatir-el-cambio-climatico/
[5]Artículo 12 del Acuerdo de París: “Las Partes deberán cooperar en la adopción de las medidas que correspondan para mejorar la educación, la formación, la sensibilización y participación del público y el acceso público a la información sobre el cambio climático, teniendo presente la importancia de estas medidas para mejorar la acción en el marco del presente Acuerdo”.
[6] Haddad, Georges. Reflexiones sobre el progreso, el desarrollo sostenible y la ciudadanía mundial. Investigación y Prospectiva en Educación. UNESCO, París. [Documentos de Trabajo ERF, No. 8].
[7] UNESCO: Ejemplos de éxitos: La experiencia transformadora de un docente en favor de la promoción de bienestar ambiental y humano. Consulta: 1 de abril de 2016. www.unesco.org/education/desd
[8] UNESCO. El desarrollo sostenible comienza por la educación. Cómo puede contribuir la educación a los objetivos propuestos para después de 2015. UNESCO, París. 2014.