Por Guillermo Arribas I., Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Master en Derecho por Yale Law School. Profesor de Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Asociado Senior de Payet, Rey, Cauvi, Pérez Abogados.

Las últimas semanas nos envían un mensaje claro, la calle en el Perú no se siente representada por sus políticos. Cómo leía en las marchas contra el fracasado y breve gobierno de Manuel Merino “Ni Merino, ni Vizcarra”, “Merino no me representa”, o “que se vayan todas las ratas [del Congreso]” (en una injusta alusión a los pobres roedores). No obstante, no podemos olvidar que ese mismo pueblo levantado eligió a PPK, Vizcarra, y Merino (así como a Toledo, Fujimori, Humala y el buen Alan). ¿Por qué hoy la proclamada generación del Bicentenario no consigue quién la represente?

Una explicación es que el político es intrínsecamente malo y corrupto. Más aún, que el peruano es especialmente malo y corrupto (lo habrán escuchado en varios almuerzos familiares). Esta explicación, categórica y absoluta, la descarto. Este mismo Congreso nos da evidencia que la contradice. Creo que muchos defenderían o se sentirían representados por Alberto de Belaunde o Daniel Olivares. Para otras inclinaciones políticas, seguro Indira Huilca en el 2016. Si vamos hacia los 90s, tuvimos representantes como Jorge Avendaño, Felipe Osterling, Javier Valle Riestra, y algunos otros.

Otra explicación es que existen peruanos buenos, pero son pocos. Descarto también esta idea, conozco muchos jóvenes, no tan jóvenes, y nada jóvenes, que tienen perfiles destacados. Personas que son respetadas en el Perú y el mundo, tanto en el ámbito académico como profesional.

Una versión un poco más sofisticada del argumento anterior es que sí existen peruanos buenos, pero pocos que se involucren en política. Aquí el tema se pone interesante. Existen peruanos calificados, verdaderos ejemplos, pero, en su mayoría, no están en las urnas cada 5 años.

Piénsenlo, ¿cuántos congresistas en este quinquenio les parecen ejemplares? La respuesta es además de banda ancha, porque no solo se trata de títulos académicos, si no de experiencia profesional y de vida. Miguel Grau, probablemente el peruano más aclamado en nuestra historia, no terminó el colegio, ni tampoco fue a la universidad. Se embarcó a los 9 años como aspirante a grumete en un barco mercante, y navegó 10 años por el mundo. A su regreso ingresó a la Marina de Guerra del Perú y, además de ser Comandante General de Marina de Guerra, fue Diputado de la Nación. No obstante, en el actual Congreso la mayoría no cumple con ninguna de estas características ejemplares (ni académica, ni profesional, ni de vida).

Desde mi profesión, el Derecho, les diría que solo me siento representado por dos abogadxs que se encuentran hoy en el Congreso. Los demás, desde la perspectiva que probablemente tendría un alumno de derecho hoy, han tenido carreras más bien mediocres u oscuras. Sin embargo, también desde el Derecho, veo a gente muy comprometida, que estoy seguro sí estarían dispuestos a asumir la responsabilidad de asumir un cargo representativo.

Así, les planteo los tres problemas que, a mi parecer, hacen que los buenos peruanos no estén hoy en política (la fuente, pura observación y algo de trabajo de campo):

  1. Cambio generacional y falta de interés

Creo que sí le preguntáramos a nuestros padres si les parece buena idea que entremos en política nos dirían en una gran mayoría “No lo hagas, solo hay corruptos y vas a manchar tu nombre”. Esto obviamente genera temor, y es un disuasivo, pero, además, explica también el poco involucramiento de la generación de nuestros padres en la representación nacional.

Hacer política, por lo menos desde 1968 con la entrada del gobierno militar de Velasco, ha sido difícil y hasta tenebroso en nuestro país. En los 80s tuvimos el terrorismo a flor de piel, y en los 90s tuvimos a un galopante fujimontesinismo que sumó a los ya macabros Sendero Luminoso y MRTA. Entre militares, cochebombas y corrupción, quizá era mucho pedir el hacer política (no se puede exigir a alguien ser mártir).

Esto, creo, que hoy ha cambiado, las protestas son prueba de ello. No solo las multitudinarias contra el efímero gobierno de Merino (y, sobre todo, contra el cambio de la ley universitaria), sino contra la virtual victoria de Keiko en 2016, o la expulsión de los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez en diciembre de 2019.

No obstante, sin hacer un estudio estadístico sobre el tema, parecería que la mayoría de nuestros congresistas están siempre entre 45 y 75 años. No por nada se considera a Daniel Olivares como un congresista joven, cuando tiene ya 39 años. Esto significa que la “clase política” reinante, podría bien estar flaca de talentos.

Los jóvenes de hoy que han puesto su vida en la línea para derrocar el gobierno de Merino, por supuesto que estarían dispuestos a tomar la envestidura congresal por 5 años y empujar un cambio en el país. La mayoría de los buenos de la generación que hoy tendrían entre 45 y 75 años, parecería que no querrían a asumir un cargo público.

  1. Dinero

Una campaña electoral para ser congresista acompañando a una plancha presidencial, entiendo cuesta por lo menos alrededor de USD 50 mil. Es costosa y, como es obvio, no hay resultado asegurado. Como comprenderán, no hay muchos peruanos que tengan esas sumas de dinero para regalar, menos si eres joven. Aquí es dónde las cosas se comienzan a poner sinuosas. Si la mayoría de peruanos no tiene estos montos ni para ahorrarlo, ¿cómo hacen los actuales congresistas para financiar sus campañas? Más aun cuando consideramos, como se indicó antes, que gran parte de ellos parecería tener carreras profesionales, cuando menos, chatas.

Aquí es donde comienza la subasta de números para la lista del Congreso y los favores. “¿Cuánto puedes aportar para la campaña del candidato presidencial?” o “de la plata no te preocupes, nosotros la conseguimos”. La primera, implica un lujo que no muchos se pueden dar, especialmente aquellos que viven de su trabajo (aunque pueda ser bien remunerado, son sumas considerables). De otro lado, la filosofía “de la plata no te preocupes” esconde una emboscada. Nada es gratis, y creo que muestra más que suficiente nos da la historia política reciente de nuestro país con el caso Odebrecht (y buena parte del actual congreso vinculado a las universidades defenestradas por SUNEDU).

Si bien esto puede ser una explicación hacia el pasado, la buena noticia es que hoy existen mecanismos de fondeo diferente, como las herramientas de crowdfunding. También existen maneras de hacer una campaña costo-eficiente a través de redes sociales. Si se logró movilizar millares de personas alrededor del Perú básicamente compartiendo posts en Tik Tok e Instagram, definitivamente que podría usarse para elegir buenos candidatos.

  1. Los Partidos Políticos

Creo que este es el problema principal. Existen centenares de críticas al sistema de partidos políticos en el Perú, comenzando por si este en realidad existe. En cada elección presidencial aparecen alrededor de 20 o más partidos peleando en la carrera. Muchos no pasan la valla electoral, con lo cual deberían dejar de existir, pero mágicamente, retornan o se reciclan bajo otra bandera para la siguiente elección.

Solo para que tengan una idea de la prostitución partidaria, o de los también llamados “vientres de alquiler”, grande fue mi sorpresa al descubrir que el hoy Unión Por el Perú (el partido que acoge al movimiento etnocacerista de Antauro Humala), haya sido el mismo que llevó a Javier Perez de Cuellar como candidato presidencial en las elecciones contra Alberto Fujimori en 1995. La distancia entre Javier Perez de Cuellar, secretario general de Naciones Unidas de 1982 a 1991 y premier en el gobierno de transición de Valentín Paniagua en el 2000, y Antauro, no es poca.

Dentro de estos “negociados” tenemos que no cualquier buen ciudadano puede presentarse a un cargo representativo, ya sea para el Congreso, Presidencia, alcaldía o Gobierno Regional. En mayor o menor medida, tienes que pasar por el aro partidario. Esto tiene sentido porque los partidos supuestamente buscan representar a la sociedad de manera organizada, teniendo cada uno distintos principios o ideales que unen a sus miembros.

Esto, como es obvio, no ocurre en el Perú, o al menos eso parecería. Si el común de los peruanos considera que los políticos son corruptos, probablemente considere que los miembros de los partidos son aún peor: aspirantes a corruptos (un corrupto pulpín). Esto genera, me parece, un doble problema (de forma general, como es obvio, siempre hay excepciones). Primero, los miembros de los partidos no son los personajes más capacitados o representativos, y segundo nadie quiere ser parte de un partido por todo lo malo que representa.

Sobre lo primero, existe evidencia empírica fácil. ¿Por qué Jorge Muñoz postuló a la alcaldía de Lima con Acción Popular luego de haber estado por años con Somos Perú?, ¿por qué Alberto de Belaunde y Gino Costa son dos de los congresistas más representativos del Partido Morado a pesar de ser invitados del Partido?, ¿por qué Omar Chehade, en su momento escudero de Humala y hoy supuestamente de “derecha”, es ahora congresista por Alianza por el Progreso? Propongo como respuesta que nuestro sistema de partidos es un club, en dónde solo entra quien tiene la plata para pagarlo, o quien se ha hecho alguna fama que pueda arrastrar voto.

Sobre lo segundo: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Las personas preparadas y trabajadoras no quieren formar parte de un grupo de dudosa reputación (por decir lo menos). Se les es más fácil aceptar una invitación a un cargo que a poner el cuello por una bandera que realmente no conocen.

Este es un análisis descriptivo, el deber-ser definitivamente dista mucho de lo mencionado. Sin ánimo de minimizar la necesaria reforma del sistema de partidos en el Perú, aún en el contexto actual me parece que hay espacio para mejora. Si es un hecho que todos los partidos funcionan en su gran mayoría con invitaciones, ¿por qué no se enfocan en buscar a los mejores en cada provincia para que los representen en las votaciones? Personas que realmente sean ejemplo de los valores que queremos en nuestro país. Así como una de las principales preocupaciones de una compañía es captar el mejor talento, ¿por qué no hacen lo mismo los partidos.

En las últimas elecciones Acción Popular fue el único partido que no aceptó invitados, ¿cuál fue el resultado? Un desastre. No solo por Manuel Merino (actualmente inubicable), si no por la manera de comportarse ante los momentos de crisis en el país. Quizá dejar un poco las apariencias (“No! Los invitados en nuestra institución son excepcionales”) y enfocarse en captar talentos a través de invitaciones a personas ajenas a los partidos pueda ser un camino interesante en el corto plazo.

Como es obvio, el Perú tiene muchos retos. Varios han comentado que tenemos una democracia en cuidados intensivos. No lo sé. Creo que, si observamos con atención, tenemos una gran oportunidad. Pocos países pueden decir que sus marchas (sin apoyo militar y de manera pacífica) lograron destituir un gobierno que consideraban ilegítimo.

La recientemente llamada generación del bicentenario tiene representantes ya en edad de madurez (por edad o por pensamiento), y eso la habilita a tener un rol protagónico en la política con una mirada más serena respecto de los traumas de los 70s, 80s y 90s. Considerando lo desarrollado a lo largo de este texto, creo que no es descabellado pensar que en la calle hay varios Alberto de Belaunde, Daniel Olivares o Indira Huilca dispuestos a asumir el reto.

Quizás sea el momento que esta nueva generación deje de reclamar a terceros su representación, y más bien encuentre entre los suyos a sus propios “Padres de la Patria”. Incluso los sectores tradicionalmente apolíticos parecen dar esperanza de que ello es posible. La facilidad para acceder a la información a través de las redes sociales y los celulares ha hecho que hasta el más desentendido de los acontecimientos nacionales se sintiera parte de la pelea contra el breve gobierno de Merino.

¿En quién recae que lo dicho sea posible? Creo que, principalmente, en los partidos políticos. Señoras y señores encargados de armar listas para el 2021, por favor no sean irresponsables y ofrezcan buenas opciones. El Perú lo exige y, parecería, los va a escuchar (y vigilar).

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Fuente de imagen: El Agora Digital.