Por Javier Alonso de Belaunde. Abogado por la PUCP, ex Director de THEMIS-Revista de Derecho.
“Andá a lavar los platos, Irene, ahora falta que las mujeres hablen de fútbol”. Con esta frase, Hugo Orlando Gatti, ex arquero de Boca y de la selección argentina, pretendió silenciar la opinión de una periodista con la que compartía un debate en un programa deportivo. Sucede que en el fútbol como en otros espacios las mujeres no reciben la misma valoración que los hombres.
Esta semana, 40 jugadoras de fútbol han demandado por discriminación de género a la Federación Internacional de Fútbol Asociado – FIFA ante el Tribunal de Derechos Humanos de Ontario, Canadá. La demanda cuestiona la decisión de la FIFA de que el mundial femenino Canadá 2015 se juegue sobre pasto sintético, superficie que los organizadores han reconocido como impensable para el Mundial masculino de Brasil de este año o el próximo que se llevará a cabo en Rusia. Para las demandantes, se les pretende forzar a jugar sobre un terreno de segundo orden que las expone a lesiones, altera el juego, devalúa al deporte y a ellas como futbolistas, sin mayor explicación que el hecho de ser mujeres. Que no estará Lionel Messi, sino Alexandra Morgan.
Aún está por verse si el caso supera aspectos formales y el Tribunal Administrativo acepta tener competencia para resolverlo, pero ello podría ser secundario. Que las futbolistas se organicen colectivamente para presentar un reclamo igualitario contra una organización que constantemente pretende estar al margen de las normas, es una noticia positiva. Además, se trata de un muy popular espacio masculino «cerrado».
Si el caso se tuviera que resolver en el Perú a la luz de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre discriminación, los demandados tendrían que acreditar que existe una justificación razonable y objetiva en la elección de la superficie sintética sobre el césped natural. Que si se tratara del mundial masculino “Canadá 2015”, la decisión hubiese sido la misma. En definitiva, que el género (“es el campeonato femenino, qué tanto, que jueguen en sintético nomás”) no ha tenido nada que ver. La FIFA no podría sostener que se trata de una organización privada con el poder de fijar sus propias reglas. El TC tiene definido que el respeto a los derechos fundamentales es exigible tanto al Estado como a los particulares. La FIFA la tendría muy difícil.
Pero no es solo la FIFA la que debe cambiar sus prácticas y mentalidad para que las futbolistas alcancen el reconocimiento debido. “Con un golpe maestro, que nunca nadie repetiría así pasara el resto de su vida ensayándolo, había logrado hacer describir a la pelota una trayectoria insensata”. La cita de Ribeyro describe con justicia el gol de Ellyse Perry en el Mundial femenino pasado. Tal vez no esté lejos el día en que podamos ver goles como ese en los resúmenes de los mejores goles de la semana de los noticieros.