A diferencia de otros sistemas económicos, el de mercados libres e instituciones sólidas brinda un escenario donde la competencia obliga a la innovación y provoca, como corolario, una senda de crecimiento basada en la creación y propagación del uso de conocimientos, métodos y tecnologías. Los países desarrollados lo tienen claro, y por lo tanto destinan tasas más altas de su producción (PBI) a Investigación y Desarrollo (I+D), entre otras acciones. Perú, en dos recuentos de gasto en I+D como ratio del PBI revisados, aparece con 0.1% (puesto 64/71 en el más reciente, UNESCO); mientras que el promedio de la OCDE es 2.29% y del G7 es 2.53%.
No obstante, las tecnologías que, por ejemplo, les permitirían a los peruanos alcanzar altos niveles de productividad- ya han sido extendidas, por lo que uno no esperaría rezagos tan grandes en desarrollo en el largo plazo. Dado que afectan las relaciones de intercambio entre individuos, así como la asignación de recursos y los comportamientos en la composición de los ratios de inversión, ahorro y consumo, son las instituciones las que explican en mayor medida las diferencias entre las tasas de crecimiento y desarrollo, incluso entre países vecinos (Corea del Norte y Corea del Sur; EE.UU. y México; entre otros).
Siendo entonces el conocimiento y las instituciones las variables que explican, en mayor medida, las diferencias en el crecimiento e ingresos entre países, ¿cuál es nuestra real situación en dicho espacio? Simplemente preocupante. Sólo para que tengamos una clara idea de la dimensión del problema: la brecha en Capital Intangible (la suma de capital humano e instituciones) con Chile es ¡cercana a los US$760 billones!* Si comparamos la misma con la brecha en infraestructura, tan mencionada por los analistas locales, la diferencia es casi 2,000% (la brecha en infraestructura a la fecha es de US$38 billones).
La solución no va, por supuesto, por incrementar (u ofrecer aumentar) el gasto en I+D; la innovación no es un mérito estatal o un resultado de la planificación central del mismo. La innovación responde a la necesidad empresarial de sobrevivir en un ambiente competitivo; empero, para ello requiere de reglas claras y estables que santifiquen el sistema de incentivos que enfrentan los individuos. ¿El huevo y la gallina? Felizmente no es un dilema en dicho sentido: un ambiente estable y predecible, donde la propiedad y los acuerdos son respetados, funge como catalizador del conocimiento y la tecnología, acrecentando la tasa de innovación y la rápida propagación tecnológica.
* Estudio producido por el Instituto Acción basado en «Where is the Wealth of Nations?» (Banco Mundial, 2006)
(Fuente de la imagen: masternewmedia.org)