Por: Mauricio Balbi
Abogado asociado del estudio Miranda & Amado
Google anunció hace poco su intención de lanzar al mercado una plataforma de pagos móviles que permitirá que sus smartphones se conviertan en verdaderas “billeteras digitales”. Esta iniciativa de la gigante norteamericana es una clara demostración de que el fenómeno de los “pagos móviles” está en plena ebullición. En un futuro no muy lejano todos podremos pagar nuestros recibos de agua y luz, la cuenta de un restaurante y hasta una carrera en un taxi a través del envío de un SMS.
En el Perú ya se están dando los primeros pasos hacia la implementación de un sistema de pagos móviles. La utilización progresiva de esta nueva herramienta será clave para lograr la “inclusión financiera” de un gran porcentaje de la población peruana que, si bien cuenta con un celular y tiene acceso a Internet, desconoce (o, en todo caso, desconfía de) otro medio de pago que no sea el efectivo.
El último ranking del World Economic Forum (WEF) nos mostró lo atrasados que estamos en cuanto al desarrollo y difusión de servicios transaccionales. Así pues, si bien el WEF ubicó al sistema financiero peruano entre los veinte más sólidos del mundo, nuestro país quedó en los últimos lugares en cuanto a la provisión de servicios financieros no-bancarios. ¿A qué se debió ello? La respuesta evidentemente es compleja. La existencia de altos costos de instalación de “redes financieras”, la escasez de productos financieros innovadores —entre otros factores— han impedido hasta ahora el impulso de medios de pago alternativos. Al margen de ello, el origen de todos los problemas se encuentra —creemos— en la tendencia de la población de mantener su dinero “bajo el colchón” y de efectuar pagos única y exclusivamente a través del cash (con todas las consecuencias que ello trae: “marcas”, fraudes, imposibilidad de consumar transacciones económicas de mediana envergadura, etc.).
Frente a dicha coyuntura, la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), junto con otros organismos regulatorios, han venido promoviendo un proyecto de ley de “dinero electrónico”. ¿Qué es el dinero electrónico? Según dicho proyecto, se trata de un valor monetario que es almacenado en una especie de soporte o plataforma virtual y que es susceptible de ser convertido en billetes y monedas en cualquier momento. Una característica fundamental del dinero electrónico es que este sólo podrá ser emitido por empresas que se encuentren bajo el ámbito de supervisión de la SBS; ya sea un banco o una empresa especializada llamada “Empresa Emisora de Dinero Electrónico” (“EEDE”).
¿Cómo funcionaría el dinero electrónico como medio de pago alternativo? Cualquiera de nosotros podría acercarse a las oficinas de una EEDE y solicitarle que, por ejemplo, cargue S/. 100 de dinero electrónico en nuestro celular (tal y como cualquiera podría comprar una tarjeta pre-pago de telefonía en la bodega de la esquina). Ese valor monetario se almacenaría en una “billetera virtual”, representada por el celular, y podría servirnos para realizar transferencias de fondos a otros usuarios de telefonía móvil, comprar minutos, pagar cuentas o efectuar remesas; todo ello, mediante el simple envío de un SMS. Al final del día, si queremos, podríamos acudir a la agencia del EEDE y solicitarle que convierta el dinero electrónico en dinero físico.
Bajo el modelo de operación descrito anteriormente, no es necesario que el usuario o consumidor final abra una cuenta en algún banco o empresa del sistema financiero. En otras palabras, el titular del dinero electrónico no tendría que establecer un vínculo contractual con ninguna empresa que capte ahorros del público. Como consecuencia de ello, la contratación de este producto se flexibilizaría y masificaría, ya que no demandaría el establecimiento de políticas complejas de “conocimiento del cliente” ni implicaría el uso de otras medidas regulatorias típicas de protección al “ahorrista” (seguro de depósitos, secreto bancario, etc.).
Lo anterior no significa, sin embargo, que la emisión y comercialización del dinero electrónico no deba ser fiscalizada. Por el contrario, nosotros creemos que la regulación del producto es necesaria para reducir sus riesgos operativos al máximo posible, evitar fraudes y de esa manera generar confianza en la población (por ejemplo, estableciéndose topes a las transferencias para desincentivar prácticas “virtuales” de lavado de activos).
Ahora bien, existe un sector empresarial que considera que las “billeteras virtuales” deberían ser utilizadas como una herramienta de bancarización. Así, según dicha corriente de opinión, todas las “billeteras virtuales” en las cuales se encuentra “depositado” el dinero electrónico deberían tener un reflejo automático en una cuenta de ahorros tradicional abierta en una empresa del sistema financiero. De esa manera, el consumidor que es titular de una “billetera virtual”, y que habría acudido a una EEDE para beneficiarse del mecanismo de pagos móviles, se convertiría —forzosamente— en cliente de un banco o empresa del sistema financiero.
El argumento central de los promotores de esta postura es que la emisión de dinero electrónico representa una oportunidad única para “capturar” a aquellos millones de peruanos que, por una u otra razón, no se acercan a los bancos para depositar fondos o pedir préstamos y que, sin embargo, sí tienen acceso a uno o más celulares. Las estadísticas que respaldan su posición parecen contundentes: en el Perú existen alrededor de 26 millones de celulares contra “sólo” 12 millones de cuentas de ahorro. La tentación de poder identificar y alcanzar a esos millones de usuarios no-bancarizados es, naturalmente, bastante fuerte.
El objetivo de bancarizar es loable. Sin embargo, creemos que la inserción financiera vía celular no necesariamente tiene que estar relacionada con dicha meta. Si bien el Perú cuenta con índices de bancarización por debajo del promedio latinoamericano (el volumen total de depósitos representa apenas el 24% del PBI), no debemos perder de vista que el “boom” de los pagos móviles se ha dado justamente en sociedades con baja penetración bancaria. A nivel internacional, los casos de Kenia y Sudáfrica —países dónde las “billeteras virtuales” nacieron y tuvieron un éxito impresionante— han marcado la pauta sobre el poder integrador de los “pagos móviles”. Ambas economías están lejos de ser consideradas como de primer mundo y cuentan con bajos niveles de bancarización. Sin embargo, han sido eficientes y eficaces en incluir “financieramente” a un gran segmento de la población que ha sido tradicionalmente rechazada por los bancos.
Además, desde nuestro punto de vista, los bancos no tienen por qué monopolizar la provisión de medios de pago de la sociedad. Como ha señalado el propio Banco Central de Reserva, los pagos móviles no necesariamente implican banca móvil (esto es, el ofrecimiento de productos y servicios bancarios a clientes que tengan cuentas abiertas en dichas instituciones). Existen otros agentes en la economía que también se encuentran capacitados para llevar a cabo el negocio.
Tenemos una excelente oportunidad para que el peruano abandone definitivamente el efectivo. Mientras mayor sea el abanico de medios de pago en la economía, mayor será el grado de bienestar e inclusión social. Nadie duda de los beneficios de la bancarización. Sin embargo, lo que se necesita en el corto y mediano plazo es agilizar y dinamizar el sistema de pagos. Utilizar los teléfonos celulares como medio de pago puede ser un primer (y gran) paso. Luego de ello, creemos que se generarán las condiciones necesarias para que los usuarios del “dinero electrónico” se integren al sistema financiero formal y rompan finalmente con el mito del “dinero bajo el colchón”.