La economía global se encuentra aún enfrascada en los vaivenes típicos de toda crisis financiera. No obstante, los pronósticos del Fondo Monetario Internacional para el 2010 auguran un crecimiento de 4.8%, los países desarrollados creciendo al 2.7% y las economías emergentes 7.1% (ver World Economic Outlook, octubre 2010), cifras nada despreciables tomando en consideración los riesgos aún presentes en Europa. Los volúmenes de comercio mundial comienzan a regresar a cifras precrisis, así como los precios de los commodities.

Las proyecciones para el 2011 van en perspectivas similares (4.2% para el mundo, 2.2% para las economías desarrolladas y 6.4% para las economías emergentes), lo cual significa que deberíamos entrar al año electoral con buenas expectativas para la economía local. Si a ello sumamos la probable victoria del Consenso de Urubamba en abril del 2011, los próximos cinco años los peruanos estaremos frente a la posibilidad de caminar -irremediablemente- al desarrollo económico en un plazo no muy lejano.

Los riesgos que enfrentamos se encuentran, sin duda, en la ausencia de reformas que mejoren nuestro perfil competitivo. El World Economic Forum, en reciente reporte del 2010-2011, define competitividad como el «conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país». Interesante, ya que parte por considerar la productividad la variable clave en el desarrollo de largo plazo. Dicho esto, podemos notar que el Perú ha mejorado, aunque levemente, durante los últimos años, pasando del puesto 83 de 134 (con un puntaje de 3.9) en el 2008-2009 al puesto 73 de 139 (con un puntaje de 4.1).

Nuestras fortalezas relativas se hallan, principalmente, en la eficiencia de nuestros mercados de bienes y financieros. Ello explica, sin duda, el dinamismo del sector privado, en especial de los productores locales, quienes se hallan expuestos a bienes y prácticas empresariales foráneas, lo que les incentiva a participar en permanentes esfuerzos de mejora. La competencia, estamos aprendiendo, mejora nuestro perfil competitivo, en contraste con el tole tole de los mercantilistas y proteccionistas locales.

Por otro lado, nuestras deficiencias se encuentran en tres variables que, lamentablemente, ponen en riesgo el desarrollo de largo plazo: educación, infraestructura e instituciones. Respecto de la primera y la segunda, es sin duda la apuesta por soluciones privadas la que mejores resultados podría brindar a los más necesitados, ya que las mismas promueven las inversiones alineando incentivos como calidad. En cuanto a nuestras instituciones, los problemas se vuelven más complejos, ya que las mejoras en dicha área requieren de un consenso político con respecto a las soluciones, lo cual, creo, estamos todavía lejos de asumir.