El 5 de junio pasado, los peruanos elegimos una incógnita. Para cerca de un tercio de la población, una esperanza; para un medio de la población el mal menor. A estas alturas no caben ya los argumentos, menos aún los lamentos. Como demócrata y liberal, asumiré una postura en dicha línea: me guste o no Ollanta, éste es el presidente de todos los peruanos, y por lo tanto espero que lo haga lo mejor posible. En dicha frontera, deseo empezar por plantear mis miedos y esperanzas.
A mi mejor entender, el domingo ingresamos a la Dimensión Desconocida. Como en la serie norteamericana de ciencia ficción de los sesentas, hemos entrado a un espacio de drama, fantasía, suspenso, esperanza y, ojalá no, terror.
Durante la primera vuelta, la candidatura nacionalista varió del variopinto estatismo populista, interventor y represor, a una propuesta de regulación intensa con mayores ánimos redistributivos. Pasadas las primarias, y con el aporte de una sólida coalición, la propuesta giró nuevamente a una modera reinterpretación a la izquierda del modelo actual. Promesas de campaña o no, dudo que el propio actor del proceso tenga -hoy- claras las cosas.
¿A qué decantará el nacionalismo en el poder? Habiendo hecho el análisis, suponemos hasta tres escenarios-marco: el primero, una reinterpretación híbrida del modelo Toledo-García-Lula; en el segundo, un fatal desliz hacia un Modelo Kirchner-Correa; el tercero, y más peligroso, sería el derrumbe al Modelo Morales-Chávez. ¿Es posible dicho abanico? Sin la menor duda.
¿Cuáles serían las variables a buscar durante el periodo? Lamentablemente, estos procesos son largos, complejos, borrosos y, por lo tanto, inexactos. Habría que partir por advertir cualquier tentativa por socavar la democracia, tal como hicieron Correa, Morales y Evo (para mantenernos en los modelos mencionados, ya que sucede lo mismo con Ortega y Colom). Esto es, ánimos de reformar la Constitución, de construir una figura política familiar, cooptar ciertas instituciones, entre otros.
Luego están las ventajas del poder para ésta coalición: por un lado, el manejo discrecional de fondos, los cuales pueden ser dirigidos a incrementar la popularidad del mandatario, de tal manera que mañana el pueblo organizado legitime cualquier ruptura del Estado de Derecho; por el otro, el débil contrapeso político que enfrenta Ollanta Humala: digan lo que digan, miren alrededor y busquen un líder político capaz de afrontar un escenario fatal en el futuro. ¿Lo ven? Yo no.
La izquierda llegó al poder con una economía creciendo al 7,7% promedio; con una reducción significativa de la pobreza y de la inequidad. Veamos hacia dónde nos llevan, cuáles serán los resultados y quiénes se planteen como oposición.