El pasado 12 de Julio, arribó a Lima el ex candidato presidencial y líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles. Capriles llegaba a nuestro país como parte de su gira latinoamericana, en la que tenía por propósito reunirse con los venezolanos que habían emigrado a otros países latinoamericanos desde el surgimiento del fenómeno chavista, así como hacer un severo llamado de atención a la comunidad internacional, la que (a parecer de Capriles) había faltado a su deber al no apoyarlo en su pedido de recuento electoral, luego de que acontecieran unos muy ajustados comicios que dieron por ganador al oficialista, Nicolás Maduro. A diferencia de lo ocurrido en Colombia y en Chile, Capriles no fue recibido por el presidente de nuestra nación; sin embargo, pudo reunirse con otros líderes políticos como el ex mandatario Alan García.
En ese sentido también participó de un compartir con la colonia Venezolana en Lima. Es en esta disertación que entro yo.
El líder de oposición tardó dos horas en aparecer. Se había pactado la conferencia para las 4:00 p.m y Capriles ingresaba al auditorio pasadas las 6:15 p.m. Su público, sin embargo, no lucía ni impaciente, ni mucho menos fastidiado (a diferencia mía). Apenas hubo ingresado al auditorio central de la Universidad de Lima, las palmas tronaron por doquier al punto que el “flaco” -como cariñosamente le llaman- se limitó a dar sus saludos de forma meramente gestual resignado a que sus palabras serían ahogadas en un mar de palmas y de vivas.
Sin perder demasiado tiempo tomó la palabra y se explayó. El espacio al que me veo sujeto me impide retratar todo su mensaje; sin embargo, me es suficiente para detallar lo más destacado. Capriles fue frontal y también jocoso por momentos, más sin dejar de ser rotundo. La apertura fue la usual: comparación de las cifras actuales de Venezuela en materia de seguridad ciudadana, inflación, reservas, etc. Respecto a sus pares regionales, allí vendría la primera broma tragicómica de esa tarde:
“Nuestro país tiene 25% de inflación al año, Perú tiene 2% de inflación al año. Algo pasa entonces… Pero no solamente hay inflación, hay desabastecimiento, hay gente que nos pregunta: ¿Es verdad que no hay papel higiénico en Venezuela? Y uno responde avergonzado: ‘sí… pero ya lo superamos’. Imagínese usted (risas). Eso mella nuestra imagen como país y no sólo hay escasez, hay un tremendo problema de seguridad que se nos ha ido de las manos. En Venezuela hay 70 homicidios por cada 100 000 habitantes; en Chile sólo hay 7”, expresó Capriles no sin exaltarse y sin poder evitar una mueca de insatisfacción en su rostro.
Luego llegó la matriz del discurso, su rol como opositor y lo acontecido ese 14 de abril donde Venezuela optaba por el chavismo sin Chávez o por un camino alternativo, diferente, soñador. Capriles con la convicción sostenida en todo su discurso se dejó invadir una vez más por el malestar, comprensible si uno escucha a un hombre proferir las siguientes líneas:
“Y mire lo que pasó el 14 de abril: ganamos, eso fue lo que pasó. Aún no hemos cobrado, pero por primera vez en 14 años somos mayoría. Los que creemos en una alternativa para Venezuela somos mayoría y yo los invito a hacer crecer esa mayoría pacífica, democrática, constitucional. Ese es el gran reto que nosotros tenemos”.
Acaba de escuchar unas palabras brotadas del dolor de quien asegura haber ganado, gozar de mayoría y sin embargo no puede ejercer el respaldo que le fue confiado; y la impotencia de su discurso se duplica cuando recuerda que la comunidad internacional no le brindó el apoyo que solicitaba, a fin de que se realizara un recuento electoral.
Estaba entonces ante un líder, sí, ante uno que se abre paso en un nuevo frente, también. Sin embargo, estaba abriéndose este nuevo frente porque precisamente había sido derrotado en el anterior, ya sea justa o injustamente, era un león herido. Y es en esa angustia y esa ansia de revancha, no de venganza ni de saña, sino revancha pacífica, democrática, electoral, que Capriles decide cerrar su discurso agradeciendo la presencia de los venezolanos y de uno que otro peruano curioso tal como era mi caso. Antes de cerrar la conferencia no pudo evitar lamentar el hecho de no haber podido reunirse con nuestro presidente, Ollanta Humala: «Lamentamos mucho que el presidente Humala no nos haya recibido. Solamente quiero decir, en los países donde hay democracia uno no gana con el cien por ciento, uno gana con un porcentaje y tiene que representar al cien por ciento. En los países democráticos los líderes charlan con las partes y lo que nunca debe hacer un presidente es dejarse chantajear por otro gobierno». Con eso concluyó, había pasado una hora y cuarto y el ex candidato presidencial se retiraba bañado en palmas y flashes. No sé si el flaco gane las siguientes elecciones o si su gira logre lo que se ha propuesto, sólo sé que hay quienes creen en su proyecto, y es una sabia apuesta, particularmente en un país que se va quedando sin esperanza.