Por Walter Piazza, abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú y asociado en Sullivan & Cromwell LLP- New York

El prestigio de los abogados anda hoy en día por las patas de los caballos. Luego de los grandes escándalos de corrupción descubiertos en los últimos años, no es raro escuchar que el Derecho y la corrupción van uno de la mano del otro, que los abogados somos los habilitadores de las mafias que han tomado control del Estado y que los jueces no son administradores de justicia, sino mercenarios buscando su propio beneficio. Cuando veo la calidad moral de algunos de los miembros de mi profesión, no puedo evitar pensar en cómo se pudo permitir que estas personas siquiera llegaran a ser abogados, cómo no hubo nadie que los detuviera antes de estar en una posición de hacer tanto daño, y cómo en este momento no hay nadie que, desde la profesión, los quiera sancionar.

Esto me ha llevado a pensar en la entidad diseñada para ser el filtro de ingreso y el supervisor del ejercicio de nuestra profesión: el Colegio de Abogados. Además, esta reflexión me llega en un momento en el cual me encuentro en proceso para ser admitido a ejercer derecho en la entidad equivalente en el estado de Nueva York, una institución popularmente conocida como la “barra”. Quiero contar mi experiencia para ser admitido para ejercer en el Perú, y compararla con el proceso que me encuentro viviendo para formar parte de la barra de este estado.

Antes de empezar, es importante anotar una diferencia respecto a lo que se considera “ejercer el derecho” en una y otra jurisdicción. En el Perú, no tener la colegiatura impide al abogado hacer dos cosas. Primero, no puede autorizar minutas para que sean convertidas en escrituras públicas ante un notario y, segundo, no puede firmar escritos que vayan a ser presentados ante un juzgado. Eso es todo. Es por eso que muchos abogados jóvenes optan simplemente por no colegiarse, y ejercen la profesión solo con el título de abogado. Al fin y al cabo, alguien habrá que firme las minutas o los escritos en el estudio o la empresa. En Nueva York, en cambio, el régimen es mucho más estricto. Las personas no pueden ofrecer consejo legal, negociar contratos o conciliaciones o aparecer ante cualquier entidad pública en representación de otra persona sin estar licenciadas. Los que han visto la serie Suits saben que, de hacerlo, uno se arriesga a pasar tiempo en la cárcel. 

El proceso para entrar al Colegio de Abogados de Lima no fue para nada complicado. Luego de terminar la carrera y obtener el título de abogado, lo único que tuve que hacer fue pagar una tasa y asistir a un curso de un día en el que se habló de derecho constitucional e, inexplicablemente, de medicina forense. Peor aún, el curso no contaba con ningún tipo de examen al ser finalizado, por lo cual asistí con una computadora, me la pasé avanzando cosas de la oficina, y al final firmé el papel de asistencia para cumplir con el requisito. No aprendí nada.

Luego de ello, fui citado a la ceremonia de colegiatura, un mes más tarde. Parado en el auditorio del local en la Avenida Santa Cruz en Miraflores, el Decano nos preguntó si jurábamos cumplir con la ley, observar fielmente las disposiciones del Estatuto y el Código de Ética del Colegio, y observar los deberes profesionales con moralidad, honor, lealtad y diligencia para los fines superiores de la Justicia. Contesté que sí, lo juraba. Recogí un pequeño diploma y, listo, estaba colegiado. Era miembro y agremiado de la profesión de abogado.

El proceso para ser admitido aquí es muy diferente. Luego de haber culminado exitosamente la carrera (o la maestría, en mi caso) y obtenido el título, uno empieza demostrando sus conocimientos sobre las reglas de la ética legal. El Examen de Responsabilidad Profesional Multiestado (Multistate Professional Responsibility Examination), se ofrece tres veces al año, en marzo, agosto y noviembre. Para el estudio, diversas instituciones ofrecen manuales que varían entre 100 a 200 páginas y el examen mismo consiste de 60 preguntas para marcar, a las cuales se le asigna dos minutos a cada una, resultando en un examen de dos horas. En el 2016, el ratio de aprobación fue de 76.4%.

Finalizado el examen de ética, el alumno procede a un examen de conocimiento llamado el Examen Uniforme de la Barra (Uniform Bar Exam). Si el examen de ética fue difícil; el examen de conocimiento es una verdadera pesadilla. La evaluación cubre las ocho áreas “principales” del derecho anglosajón (Contratos, Responsabilidad Civil, Derecho de Propiedad, Procesal Civil, Prueba, Penal, Procesal Penal y Constitucional), así como siete cursos “secundarios” (Familia, Garantías, Sociedades, Conflictos de Leyes, Fideicomisos, Sucesiones y Agencia), además de la capacidad general de análisis del alumno. 

El Examen Uniforme de la Barra se lleva a cabo dos veces al año, en julio y en febrero, y se recomienda a los postulantes que dediquen no menos de dos meses a estudiar para el mismo de forma exclusiva. Yo estudié los dos meses recomendados, todos los días, sin excepción (salvo el día que jugó Perú), no menos de ocho horas, e igualmente entré al examen pensando que no llegaba a saber ni la mitad de los materiales. 

El examen mismo está dividido en dos días, cada día en dos sesiones, cada sesión en tres horas. En la primera sesión, se toma el Examen Multiestado de Rendimiento (Multistate Performance Test). Para este examen, de nada sirve lo que se ha estudiado. Al alumno se le presentan dos cuadernillos que contienen cada uno un caso ocurrente en el ficticio estado de Franklin. Las leyes y jurisprudencia de Franklin son incluidas en los cuadernillos (diciéndose expresamente que las leyes de Nueva York o Estados Unidos no son aplicables) y el alumno debe resolver el caso exclusivamente en función a ellas. Un ejercicio de análisis puro, de aplicar sentencias y normas ficticias a un caso ficticio.

Terminada la primera sesión, uno pasa al Examen Multiestado de Ensayos (Multistate Essay Examination). Como el título sugiere, este examen consiste de seis ensayos que deben ser escritos en tres horas, teniendo el alumno treinta minutos para desarrollar cada uno. De los seis, tres ensayos se refieren a los ocho cursos “principales” que mencionaba antes, y tres a los cursos “secundarios”. Estresantemente, los ensayos son sobre aspectos específicos de cada uno de los seis cursos evaluados (¡habiendo estudiado quince!) y sobre puntos específicos de cada uno. Si preguntaron justo lo que no sabías, pues mala suerte. 

El último día viene la prueba más difícil, el Examen Multiestado de la Barra (Multistate Bar Exam). En cada sesión, uno responde 200 preguntas para marcar sobre los ocho cursos “principales” del derecho, teniendo el alumno un minuto y cuarenta y ocho segundos por pregunta. Tras seis horas de marcar respuestas, uno sale agotado, con los nervios triturados y, en la mayoría de los casos, convencido de que lo van a jalar. El ratio de aprobación total para julio de 2019 fue de 65%. Para los alumnos extranjeros fue de 43%. 

No contentos con esto, la barra de Nueva York deja un último examen para el final. Como los nombres anteriores sugieren, los exámenes “multiestado” son iguales para diferentes estados de este país. Pero, como Estados Unidos es un país federal, hay un último examen: el Examen de la Ley de Nueva York (New York Law Exam), en el que se evalúa cómo la ley de Nueva York difiere de los términos generales aprendidos para los exámenes multiestado. Afortunadamente, este examen se considera un examen relativamente sencillo, se toma en casa, en línea, y la mayoría de alumnos no tiene problemas para aprobarlo.

Con ello terminan los exámenes y la peor parte de este proceso, pero aún el postulante no puede colegiarse. Hasta este momento, la institución se ha asegurado de que el alumno tiene los conocimientos necesarios para ser abogado, incluyendo los referidos al Código de Ética que lo va a regir, pero aún no ha verificado que el postulante sea una persona íntegra en la realidad. Terminados los exámenes, la barra realiza una investigación sobre cada una de las personas que están postulando, para determinar que sea una persona que no vaya a poner en riesgo el prestigio de la institución. 

Para esta investigación, el postulante debe presentar un cuestionario invasivo sobre su vida, que incluye preguntas sobre antecedentes penales y policiales, pero también sobre despidos de trabajos pasados, pensiones de alimentos vigentes o impagas, incumplimiento de pago de préstamos, deudas pendientes de pago, actividad militar, entre otros, que son evaluados por los administradores de la barra para asegurar que los antecedentes de la persona sean conformes a lo esperado de un abogado. Por supuesto, mentir en el formulario es causal inmediata de descalificación.

Asimismo, el postulante debe obtener una declaración jurada de un supervisor de todos y cada uno de los lugares en los que el postulante haya trabajado en relación al derecho (de practicante o voluntario), en las que los declarantes informen si el postulante cumplió sus deberes satisfactoriamente, y declaren que no tienen información que lo descalificaría de ingresar a la barra de Nueva York. En segundo lugar, el postulante debe obtener dos declaraciones juradas de personas, que no sean ni el actual empleador del postulante ni uno de sus familiares, que hayan conocido a la persona por al menos dos años, y que estén dispuestos a avalar su calidad moral, declarando que no tienen conocimiento de circunstancia alguna que impediría la colegiatura del postulante y que, por el contrario, la recomiendan. Por último, el postulante debe demostrar, a través de declaraciones juradas u otros medios, que ha llevado a cabo al menos 50 horas de trabajo pro bono en la universidad o después de haberla terminado.

Una vez que se ha logrado superar la investigación de forma satisfactoria para los evaluadores, con tres exámenes encima, y habiendo transcurrido al menos un año desde que inició el proceso, la barra tiene la potestad de aprobar la solicitud y admitir al abogado para que, finalmente, se presente en la Corte Suprema del estado de Nueva York y se convierta en abogado. He asistido a una juramentación en el pasado y debo decir que el momento en que los postulantes finalizan este proceso es igual o más emotivo que el que yo viví en Lima.

En este artículo, he pretendido abordar las diferencias que hay en el ingreso a la profesión entre el Ilustre Colegio de Abogados de Lima y la barra de Nueva York. Como claramente se desprende de la descripción, hay un abismo entre uno y otro proceso. El Colegio de Abogados de Lima no hace absolutamente nada para asegurar que sus miembros tengan los conocimientos técnicos, los conocimientos éticos o la calidad moral necesaria para ser operadores del derecho. No hay ninguna preocupación de que una persona pueda no haber aprendido correctamente el derecho en las muchas facultades de derecho de pobre calidad que el mercado peruano tiene que ofrecer. No genera inquietud que una persona con antecedentes penales, de corrupción o violencia, que no pague pensiones de alimentos o defraude a sus acreedores, se presente ante la sociedad como un abogado. Ni la menor zozobra frente la posibilidad que el colegiado jamás haya leído el Código de Ética y que no sepa las reglas que debe cumplir. Basta con pagar una tasa y asistir a un curso que no sirve para nada, y listo, uno está autorizado a ejercer en el Perú. 

No sé si el sistema de Nueva York sea el mejor. Es enormemente burocrático y tortuoso, lo que lo hace a la vez caro. Personalmente, estoy ahora mismo por tomar el Examen de la Ley de Nueva York, me quedan al menos seis meses más antes de poder ser admitido, y no puedo esperar a que esto acabe. Sin embargo, tengo la confianza que solamente aquellos que han tenido la capacidad y los antecedentes necesarios para transitar por este camino son abogados en esta jurisdicción. Cuando finalmente sea admitido, habré pasado por esa misma vía tortuosa y demostrado estar a la altura. ¿Cómo sería el ejercicio del derecho en el Perú si los Colegios de Abogados nos pudieran dar esa misma confianza? No tengo idea.