Por: Alejandro Cavero.
Estudiante de Derecho en la PUCP y miembro de la asociación civil THEMIS

En el Perú siempre hemos discutido cuáles son o deberían ser las grandes prioridades en el gasto estatal. Como es natural en toda economía y en toda sociedad, los servicios que otorga el Estado mediante sus gastos no siempre son distribuidos equitativamente, ni tampoco deberían serlo. El asunto y el gran problema de los estados en general, es que siempre distintas facciones de la sociedad se pelean por que el Estado invierta el dinero en donde a ellos mejor les parezca. De allí nace la política, que no es sino el arte de cooptar el Estado para decidir dónde invertir su dinero.

Sin embargo, en el Perú no solo hemos invertido muchísimo dinero donde no debíamos, sino que además lo hemos invertido mal. Nuestro gasto público ha estado siempre rebosante de corrupción, burocracia y mala asignación. Ello se debe a que en nuestro país nunca se ha apostado por una carrera pública de largo plazo, ni mucho menos por los criterios técnicos al momento de asignar el gasto. Ello resulta también de, como mencionamos al principio, que nuestro Estado sea uno cooptado por facciones sociales en disputa y a la larga inestable y volátil con el cambio de gobiernos.

A mi me sorprendió muchísimo leyendo las memorias del ex primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, cómo este narraba con toda la naturalidad del mundo su arribo a Downing Street y cómo el personal de su más intima confianza trabajaba allí incluso desde la época de la misma Margaret Thatcher (miembro del partido político opositor al de Blair). Ello muestra que en países como Gran Bretaña sí se apuesta por la continuidad estatal más allá de la continuidad de sus líderes. Es decir, no tiene un Estado copado por grupos en disputa, volátil e inestable, sino un Estado de los británicos.

La inestabilidad genera ineficiencia, como la incertidumbre podría generar mal desempeño en toda compañía. Por ello los estados nunca logran cumplir sus objetivos, derrochan su dinero, y lógicamente lo asignan políticamente, es decir, donde no deberían asignarlo realmente. En el Perú se ha intentado innumerables veces mejorar la calidad de la gestión pública, con ciertas instituciones estatales dando la batalla, y con ciertas bastante rezagadas.

Invertir no es una cuestión que atañe solo a dónde colocar el dinero y para qué, sino a cómo colocarlo. Esto tiene mucho que ver con la capacidad de nuestra burocracia estatal que está a la deriva. El Estado peruanos es, a mi juicio, demasiado numeroso y engorroso. No necesitamos muchos funcionarios para hacer un buen trabajo, necesitamos funcionarios honestos y capaces. Pienso que el Estado peruano debería focalizar más su inversión en cuatro temas prioritarios que deben ser el inicio para mejorar la calidad de la inversión pública en el Perú. El primero de ellos es mejorar la calidad de los sueldos de sus funcionarios mediante un programa de capacitaciones que se maneje meritocráticamente. El segundo es invertir en detectar y reducir los trámites administrativos en el Estado; en este sentido los tupas han sido un avance, pero aún nos queda mucho camino. El tercero, junto con reducir los trámites burocráticos es importante reducir el personal y focalizar nuestra metas: el Estado no puede invertir en todo y con todos tomando decisiones, al menos no eficientemente. Y cuarto, y más importante, es fundamental iniciar una reforma en el sistema de justicia para velar por que la asignación de estos recursos y el manejo de la administración estatal cumplan con la normatividad correspondiente y se ganen legitimidad ciudadana. Sin una administración eficiente de justicia es poco probable que la burocracia estatal se desempeñe con honestidad y transparencia.

El eje central cuando tocamos temas de inversión pública, y de inversión en general, es dónde focalizarla. Si bien en nuestro país existen diversas y muy urgentes necesidades tanto en educación, salud, infraestructura, servicios sociales, entre otros, es importante tener al corredor sano antes de iniciar la carrera, de lo contrario sucumbirá en el derrotero a mitad del camino. Un Estado gordo, con soroche y analfabeto no es la mejor herramienta que debe tener el Perú para competir con el mundo, ni mucho menos para atraer el capital necesario para dinamizar nuestra economía. Hoy en día que el Perú asume el reto de iniciar el camino hacia la globalización, la calidad del Estado es fundamental para medir cuándo estamos avanzando como país. Por ello el Estado debe invertir principalmente en capacitarse a sí mismo para de esta manera optimizar su desempeño a largo plazo. El principal enemigo del crecimiento económico a largo plazo será la ineficiencia del Estado. Hoy en día vemos como no se ejecuta la gran mayoría de los presupuestos tanto a nivel regional y nacional, generando que se retrasen inversiones en infraestructura y servicios básicos que permitirían aún más dinamizar y acrecentar las inversiones. Seamos gestores de un Estado eficiente y moderno para poder correr esta carrera de largo aliento.