Traducido por José Antonio Salgado. Republicado y traducido con permiso de los autores. El artículo original se encuentra aquí: http://www.becker-posner-blog.com/2012/02/is-chinas-economic-future-a-rosy-one-becker.html

Comenzando con la apertura de la agricultura a iniciativas privadas, a finales de los años 70, China ha experimentado un crecimiento económico más rápido y prolongado que el de cualquier otro país. En solamente tres décadas China ha pasado de ser una nación muy pobre a un país con un nivel de ingresos medios, lo cual ha significado sacar a millones de chinos de la pobreza extrema. El PBI de China se encuentra en el segundo lugar a nivel mundial, solo por debajo de los Estado Unidos. Mientras que su renta per cápita se sigue encontrando muy por debajo del de EEUU, muchos predicen que incluso el PBI per cápita de China sobrepasará al estadounidense en unas pocas décadas.

Quizá lo haga, pero no nos dejemos llevar tan rápidamente. En décadas recientes, otras dos predicciones de países dejando atrás a EEUU son un recuerdo de que las proyecciones basadas en índices continuos de incremento en los ingresos pueden estar fuera de lugar. En 1956, Khrushchev proclamó que la URSS enterraría a EEUU, no en lo militar sino económicamente. Uno podría, en ese entonces, haber desestimado esto como las exageraciones de un líder hablador y beligerante, pero este tipo de proyecciones eran comunes entre economistas del mainstream. Varias ediciones del libro de Paul Samuelson Economía: un análisis introductorio predecían que para una fecha dada el PBI de la URSS sobrepasaría al de EEUU, pero con cada nueva edición la fecha iba siendo pospuesta. En las últimas ediciones la predicción fue retirada del libro, dado que esta empezaba a resultar ridícula. Como todos saben, la economía planificada de la URSS colapsó a finales de los años 80, y tanto el PBI como la renta per cápita de Rusia se encuentran muy por debajo de los de EEUU.

El crecimiento económico de Japón fue mucho más impresionante que el de la URSS, dado que se mantuvo con un ritmo acelerado desde los ‘50 hasta finales de los ‘80. En los años 80, las acciones en el Nikkei y los precios inmobiliarios en Japón alcanzaron niveles inimaginables. Japón pasó a ser el sustituto de Rusia como el país que adelantaría en poco tiempo a EEUU, y se convertiría en la nueva potencia económica mundial (ver, por ejemplo, Herman Kahn, The Emerging Japanese Superstate: Challenge and Response). Sin embargo, el rápido crecimiento de Japón se detuvo abruptamente a principios de los ‘90, y el país se ha estancado económicamente por las últimas dos décadas.

Estos dos ejemplos no prueban que los pronósticos sobre el futuro crecimiento de China terminarán (nuevamente) dando testimonio de un exceso de optimismo, y que la tasa de crecimiento de China bajará dramáticamente en un futuro cercano. El rápido crecimiento continuo de China a lo largo de las tres últimas décadas, a pesar de los muchos obstáculos por los que ha pasado, ha contradicho a muchos pesimistas durante estos años. La energía de los empresarios y trabajadores chinos ha sido refrescada luego del largo aletargamiento por el que pasó su economía, y se encuentran deseosos por tratar de recapturar su gloria económica.

No obstante, yo creo que la continuidad del crecimiento acelerado de China no está asegurada, y que aún le faltan varios serios obstáculos por sobrepasar en su camino al club de las naciones ricas. El día de mañana[1], el Banco Mundial y el Centro de Investigación para el Desarrollo de China emitirán un reporte conjunto llamado «China 2030» que discute los principales impedimentos para la sostenibilidad del crecimiento acelerado. De las discusiones sobre este reporte en los medios, encuentro que el reporte y yo coincidimos en la importancia de estos impedimentos y en la dificultad que habría para superarlos.

Quizá el problema más importante, uno difícilmente corregible gracias a la fuerte oposición política, es que cerca de la mitad de la producción manufacturera viene de empresas estatales (EE’s). Estas empresas son menos eficientes en todo sentido que las empresas privadas, muchas veces tienen monopolios en sus rubros, no son esencialmente innovadoras, y tienen acceso privilegiado a capitales de los bancos estatales.

El Reporte China 2030 postula la necesidad de que las EE’s operen más como compañías comerciales, pero esto no es fácil ya que, casi siempre, son los oficiales del Partido Comunista los que ocupan los altos puestos dentro de estas empresas, y muchas de las EE’s están estrechamente vinculadas al Partido Comunista y al ejército. La solución ideal sería privatizar estas empresas, pero esto no parece posible en un futuro cercano. Esto se debe, en parte, a que los oficiales del gobierno perderían poder si se privatizan estas empresas, y en parte al temor del gobierno de que la privatización de las EE’s genere un fuerte desempleo que desate los disturbios sociales. Desafortunadamente para China, la brecha entre el PBI per cápita de los países ricos y el suyo no podría ser cerrada con facilidad siempre que gran parte de su producción manufacturera se haga en empresas ineficientes y sobre-empleadas.

Las empresas privadas en China sufren grandes dificultades a la hora de pedir préstamos a los bancos estatales, ya que la mayoría de sus préstamos son dados en condiciones favorables a las EE’s. La crisis financiera en occidente ha incrementado la reticencia de los líderes chinos a abrir sus mercados capitales a la competencia de fondos y bancos extranjeros. No obstante, parece esencial para la sostenibilidad del crecimiento acelerado de China que haya un mayor acceso a la banca privada para las compañías y hogares chinos.

Al observar la Primavera Árabe y otros gobiernos derribados por conflictividad, a China le preocupa mucho el malestar social. Muchas de las protestas en China se originan en áreas rurales donde los granjeros se quejan de no poder vender la tierra que trabajan, y de los gobiernos locales que arbitrariamente les quitan sus tierras para construir fábricas o infraestructura. El gobierno chino también le teme a los 150 millones de trabajadores migrantes que protestan por mejoras salariales, y por recibir un trato discriminatorio en cuanto al acceso a vivienda, educación para sus hijos y servicios de salud. El malestar también proviene de trabajadores (no migrantes) de las fábricas que se quejan de las condiciones laborales, y de diferenciaciones arbitrarias en los salarios de otros trabajadores que tienen una productividad similar. Básicamente, la mayor parte del malestar en China se debe al hecho de que el incremento en la desigualdad no está basado en las diferencias de productividad , sino en las reglas y comportamientos discriminatorios del gobierno.

A medida que China continúa creciendo, los hogares necesitarán que una mayor fracción de los ingresos nacionales vaya dirigida a bienes de consumo y servicios, a expensas de la inversión y la acumulación de reservas internacionales. Mientras que en EEUU el gasto en bienes de consumo pasa el 70% del PBI, en China tan solo llega al 35%. Las empresas chinas podrían ser inducidas a mirar el mercado doméstico si al yuan le fuese permitido flotar y apreciarse con respecto al dólar y otras monedas. Para entonces, a las compañías chinas les sería más difícil exportar su producción.

En último término, el reto para China es el de moverse hacia una economía de empresa privada con flexibilidad y competitividad laboral y mercados capitales, donde los activos como la tierra puedan ser comprados y vendidos sin mayor problema, y donde los trabajadores sean libres de moverse por todo el país sin ser discriminados, y poder elegir el trabajo que ellos quieran. Confieso que no sé si China hará estas reformas a tiempo para prevenir un freno significativo en su camino a convertirse en un país rico. Las experiencias de Japón y la URSS nos muestran lo difícil que se les hace a los países cambiar de modelos cuando estos han generado un gran éxito económico, y que la desaceleración en la tasa de crecimiento es abrupta. Sin embargo, no apostaría contra la habilidad de los líderes chinos de cambiar radicalmente sus modelos económicos (una vez más) si se vuelve necesario para continuar creciendo con rapidez.


[1] Nota del traductor: este artículo fue publicado originalmente el 26/2/2012.