Por: George Reisman.
Profesor Emérito de Economía en la Universidad de Pepperdine y autor de Capitalism: A Treatise on Economics (Ottawa, Illinois: Jameson Books, 1996). Su sitio web es www.capitalism.net. Su blog se encuentra en www.georgereisman.com/blog/. (Puede descargarse una réplica completa de su libro Capitalism: A Treatise on Economics en pdf en el disco duro del lector simplemente clicando en el título del libro que aparece aquí y salvando el fichero cuando aparezca en pantalla).

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5542.

A los manifestantes de Ocupa Wall Street se les permitió permanecer en el Parque Zuccotti de Nueva York durante dos meses, contra la voluntad de sus propietarios privados. Eran claramente allanadores, de hecho muchos peores que los allanadores de jardines que normalmente se van pronto. Estaban preparados para quedarse indefinidamente. En la práctica, estaban literalmente intentando robar al parque a sus legítimos propietarios.

Sin embargo, se les permitió quedarse, creyendo que echarlos de alguna forma constituye una violación a su libertad de expresión. Se han apropiado del parque para denunciar el capitalismo. Echándolos se habría acabado su uso del parque para este fin y por tanto, de acuerdo con casi todos con voz pública, desde el alcalde de Nueva York al último reportero, habría violado su libertad de expresión.

Una lección importante a aprender de la ocupación es que apenas nadie hoy entiende el significado de la libertad de expresión. Al contrario de la opinión que prevalece, la libertad de expresión no es la capacidad de decir cualquier cosa y en cualquier lugar. La libertad real de expresión es coherente con el respeto a los derechos de propiedad. Supone que el que habla tiene el consentimiento de los dueños de cualquier propiedad que emplee al hablar, como el terreno, el sistema de sonido o el local o el estudio de radio o televisión que utilice.

Si los propietarios del Parque Zuccotti hubieran invitado a los manifestantes a acampar es su terreno y expresar sus ideas y luego la policía les hubiera expulsado, la libertad de expresión de los manifestantes se habría violado realmente. Pero no fue el caso. La única violación real de una libertad actual fue la violación de los manifestantes de la libertad de los propietarios del Parque Zuccotti a utilizar su propiedad para sus propios fines. Los manifestantes no violaron concretamente la libertad de expresión de los propietarios, pero indudablemente sí violaron la libertad en general con respecto al uso del Parque Zuccotti. Si los propietarios quisieran invitar a otra persona o grupo para hablar, entonces los manifestantes habrían violado concretamente la libertad de expresión por medio de su presencia y actividades.

Sin embargo, por la lógica de la visión que prevalece hoy de la libertad de expresión, los manifestantes en el futuro serán capaces de entrar en aulas o apropiarse de estaciones de radio y televisión para enviar su mensaje y luego proclamar que su libertad de expresión se ha visto violada cuando la policía vino a expulsarlos, aunque la policía en esos casos estaría realmente actuando precisamente para mantener la libertad de expresión. De hecho, desde los días del llamado Movimiento Libertad de Expresión en Berkeley, en la década de 1960, las interrupciones de discursos realizados por invitados se han producido repetidamente en las universidades, en nombre de la supuesta libertad de expresión de los reventadores. No se ha prestado atención a la verdadera violación de la libertad de expresión de los oradores invitados.

La visión predominante de la libertad de expresión es una gran amenaza para la libertad de expresión. No solo proporciona justificación para violaciones reales de la libertad de expresión del tipo recién mencionado, sino asimismo hace que la libertad de expresión parezca ser un enemigo fundamental de la comunicación racional. Los oradores no pueden dirigirse a las audiencias, los profesores no pueden enseñar a los alumnos si se permite eternizarse a los reventadores y luego esconderse tras la afirmación de que los hacen en nombre de la libertad de expresión. Si la visión predominante de la libertad de expresión fuera correcta, la capacidad de los oradores de hablar y de los profesores de enseñar requeriría aceptar el principio de la necesidad de violar la libertad de expresión.

Por supuesto, la visión predominante es completamente incorrecta. La verdadera libertad de expresión, basada en el respeto a los derechos de los propietarios a usar a utilizar su propiedad como les parezca, es la garantía de una comunicación racional. Si se respetaran los derechos de propiedad de los dueños de parques, aulas y estaciones de radio y televisión, los reventadores serían expulsados y muy pronto no se preocuparían ni de aparecer. La comunicación racional se produciría entonces sin incidentes.

Defender la libertad de expresión y la comunicación racional requiere una política de intolerancia con la ocupación de propiedad contra la voluntad de sus dueños. Cualquier ocupación así es una violación de la libertad de los propietarios, incluyendo su libertad de expresión. Los ocupantes-manifestantes son enemigos de la libertad, incluyendo, sobre todo, la libertad de expresión.

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