Traducido por Manuel Ferreyros. Republicado y traducido con permiso de los autores. El artículo original se encuentra aquí: http://www.becker-posner-blog.com/2012/05/homosexual-marriageposner.html
La declaración del presidente Obama a favor del matrimonio homosexual ha enfocado la atención pública en la pregunta de si tales matrimonios deberían ser permitidos, aunque hasta ahora la reacción ha sido algo tibia. Ya no parece ser un tema controversial, a pesar de que podría calentarse en el horno de la campaña por las elecciones presidenciales.
En 1967 la Corte Suprema, en un caso llamado Loving v. Virginia, sostuvo que la prohibición mantenida en las leyes de un número de estados del sur en contra del matrimonio interracial era inconstitucional. La decisión fue la culminación de una larga serie de medidas judiciales, legislativas, regulatorias y corporativas que colectivamente habían eliminado la mayor parte dediscriminación pública, así como un grado de privada, contra los afroamericanos. Hubiera sido extraño que las prohibiciones de matrimonio homosexual hubieran sobrevivido el movimiento antidiscriminación. La evolución de los derechos homosexuales ha sido similar. En los años 50s, en mi juventud, los homosexuales no tenían, como homosexuales, ningún derecho; el sexo homosexual era ilegal (aunque raramente perseguido), los homosexuales estaban vetados de las fuerzas armadas y muchos otros tipos de trabajo gubernamental (aunque nuevamente, la persecución era esporádica), y no existían leyes prohibiendo la discriminación contra homosexuales en la contratación laboral privada. Dado que la homosexualidad es mucho menos conspicua que la raza, los homosexuales no vivían la misma discriminación económica y educativa, ni las mismas humillaciones públicas, que los afroamericanos sí vivían. Pero para evadir la discriminación y el ostracismo tenían que ocultar su homosexualidad y por ende no podían manifestar sus relaciones públicamente ni revelar su sexualidad a los heterosexuales con quienes se relacionaban. El matrimonio homosexual estaba fuera de la discusión, a pesar de que el matrimonio interracial era legal ya en los años 50s en la mayoría de los casos.
Aunque en los 50s sabía que existían homosexuales, si me hubieran preguntado hubiera respondido con honestidad que nunca había conocido a ninguno, ni esperaba conocer alguno jamás, de la misma manera que nunca había conocido ni esperaba conocer a un esquimal.
A partir de los años 60s y acelerando en los 90s y 2000s, los cambios legales y en la actitud pública resultaron en el desmantelamiento de la mayor parte de las medidas discriminatorias públicas y privadas contra homosexuales. Por qué la profunda antipatía hacia la homosexualidad perdió terreno tan rápidamente y, aparentemente, sin esfuerzo, en el sentido que la resistencia pareció irse desvaneciendo en vez de haber sido derrotada por actividad militante, es un misterio. La muy crecida tolerancia al sexo no marital y de la cohabitación como sustitución del matrimonio redujeron el aborrecimiento tradicional del sexo homosexual, que era (y en gran parte sigue siendo, dado que solo un puñado de estados reconoces el matrimonio homosexual) no marital; y con el declive de la mojigatería, las prácticas sexuales “desviadas” generaban menos repulsión en la población heterosexual. Un número de países y de estados estadounidenses reconocieron el matrimonio homosexual o uniones civiles como sustitutos cercanos.
Otro factor en la tolerancia creciente es que los homosexales comensaron a sentir menos presión hacia ocultar su homosexualidad, y así empezaron a desenvolverse abiertamente con heterosexuales, estos últimos descubrieron que los homosexuales son mayormente indistinguibles de los heterosexuales, y esto creó simpatía hacia su deseo de ser tratados con igualdad tanto en general como en cuanto al matrimonio. Más aún, la visión antigua de la homosexualidad (especialmente la de la homosexualidad masculina) como una opción –la opción “egoísta” porque los homosexuales hombres tienen en promedio más parejas sexuales (porque en promedio los hombres son más promiscuos que las mujeres) y además no tenían que preocuparse por el embarazo (una razón por la cual los hombres son más promiscuos que las mujeres)– gradualmente cedió ante al reconocimiento de la mayor parte de las personas que la preferencia homosexual es innata y no escogida o el resultado de seducción o reclutamiento. No existe un gen para la homosexualidad (como es demostrado por el hecho de que si un gemelo idéntico es homosexual, lo más frecuente es que el otro sea heterosexual), pero es sumamente probable que una combinación de factores genéticos (estudios sobre gemelos idénticos revelan que si uno es homosexual, la probabilidad de que el otro lo sea también es mayor que la incidencia de homosexualidad en la población general) y otros factores biológicos y prenatales causen homosexualidad. Vean esta excelente discusión sobre el tema en “Biología y orientación sexual”, http://es.wikipedia.org/wiki/Biolog%C3%ADa_y_orientaci%C3%B3n_sexual.
El que exista un componente genético en la homosexualidad puede parecer paradójico, dado que los homosexuales producen en promedio menos descendencia que los heterosexuales, lo cual podría llevar a uno a esperar que con el paso del tiempo la homosexualidad se redujera y eventualmente desapareceríal –lo cual, por supuesto, no ha sucedido–. Pero en el arduo entorno ancestral en el que los humanos evolucionaron, había una relación de intercambio entre número y sobrevivencia de nacidos. Una familia con muchos niños no sería capaz de alimentar y protegerlos; quizá ninguno sobreviviría la infancia. Tanto la homosexualidad como la menopausia son maneras de incrementar la ratio de adultos proveedores a niños, dado que los homosexuales pueden proveer cuidado a sus sobrinos y sobrinas y las mujeres menopáusicas a sus nietos, sin que cualquiera de los dos grupos tuviera obligaciones hacia sus propios hijos. El resultado podría ser un incremento neto en aptitud inclusiva (número de descendientes); hay menos descendientes pero más de estos sobreviven a una edad en la que producen más descendientes.
Esta es solo una teoría; no ha sido confirmada por evidencia. Una teoría alternativa, para la cual hay alguna evidencia, es que la homosexualidad masculina ha sobrevivido porque las parientes femeninas de los homosexuales masculinos son más fértiles que las mujeres de parientes masculinos heterosexuales. Esta es una explicación genética alternativa para la homosexualidad.
Cualquiera que sea la causa precisa, parece haber muy poca duda respecto de que la homosexualidad es innata. Parece ser universal, a pesar de los esfuerzos públicos y privados (esto últimos por padres) de prevenirla. Los homosexuales invariablemente afirman haber descubierto su orientación sexual a una edad temprana. Y los esfuerzos de los psicólogos por “curarla” no han tenido éxito virtualmente nunca, a pesar de las desventajas de ser homosexual incluso en una sociedad tolerante.
Si la homosexualidad es innata, se vuelve difícil ver por qué se pensaría que debe ser regulada. Y por la razón adicional de que la población homosexual es particularmente pequeña. El estimado de Kinsey de que 10 por ciento de la población es homosexual ha sido desacreditado hace mucho; parece que solo lo es entre 2 y 4 por ciento. Esta pequeña población es en conjunto respetuosa de la ley y productivamente empleada, y al tener tasas de fertilidad por debajo del promedio no impone los mismos costos sobre los sistemas educativos y de pensiones que la población heterosexual. No es de sorprender, entonces, que en respuesta al anuncio del presidente de su apoyo al matrimonio homosexual, líderes republicanos advirtieran a sus seguidores que no dejarán que este tema los distrajera de los problemas de la economía estadounidense. Esto es un reconocimiento tácito que el matrimonio homosexual, y los derechos homosexuales en general, no tienen significancia económica alguna.
Pareciera que el único fundamento que queda para la oposición al matrimonio homosexual, o a la igualdad legal entre homosexuales y heterosexuales en general, es religiosa. Muchos cristianos, judíos y musulmanes devotos están fuertemente opuestos al matrimonio homosexual, y contra la homosexualidad en general. El porqué no es claro. Si, como aparenta, la homosexualidad es innata y por ende natural (y en efecto existe la homosexualidad entre animales), y si los homosexuales no son un segmento antisocial de la población, ¿por qué debería pensarse que están ofendiendo la voluntad de Dios? En otras palabras, ¿por qué el sexo ha llegado a tener un rol tan importante en las religiones abrahámicas? No se la respuesta. Pero sea cual sea la respuesta, Estados Unidos no es una teocracia y debería dudar en promulgar leyes que obedezcan a objetivos religiosos antes que seculares, como el bienestar material y la seguridad nacional.