Hace algunos días, la ONG Reflexión Democrática publicó un ranking de “productividad” de nuestros congresistas de la República. Como era de esperarse, lógicamente, las cifras destacaban que existía un alto número de padres de la Patria que, efectivamente, habían presentado pocos proyectos o logrado pasar sus iniciativas. Esto llevó, sobre todo en los medios, a nuevas críticas sobre la supuesta “falta de trabajo” de nuestros parlamentarios.
Yo estoy completamente de acuerdo con los que sostienen que nuestros congresistas “se la llevan fácil” (al mejor estilo de Julio Andrade); sin embargo, discrepo en la razón de fondo. De hecho, presentar proyectos de ley puede ser una forma interesante de medir la productividad de un parlamentario, pero esta variable no debe absolutizarse ni mucho menos.
Nuestros parlamentarios, según lo que se desprende de nuestra propia Constitución, tienen dos funciones fundamentales: la de legislar y la de fiscalizar. En torno a la de legislar me parece preocupante que los medios de comunicación hayan realzado este ranking criticando de sobremanera a aquellos parlamentarios que presentaron pocos proyectos de ley, y colocando como en una suerte de pedestal a los “más trabajadores”.
Cuidado con eso. Tal como afirma Bullard en su reciente columna sobre el legado del economista Ronald Coase, son precisamente las sobrerregulaciones las que elevan los costos de transacción e impiden a los más pobres generar riqueza para su desarrollo. No pensemos que porque un parlamentario da más proyectos de ley, o aprueba sus iniciativas, este necesariamente está haciendo bien su trabajo o está mejorando el Perú. De hecho, muchos parlamentarios con sus iniciativas han generado (o podrían generar) graves daños a nuestro país. Creo que el ejemplo predilecto, y todos estaremos de acuerdo, es Jaime Delgado, uno de los más eficientes en este ranking de Reflexión Democrática.
Este último, sin embargo, en un ranking publicado por el suplemento Perú Económico, figuraba como uno de los tres congresistas que menos había contribuido al crecimiento del PBI con sus proyectos de ley.
De hecho, en el Perú se ha tenido siempre la preconcepción de que mientras un congresista presente más leyes, entonces es “más trabajador” o “más productivo”. Aunque, no para nuestra sorpresa, puede darse (y de hecho se da en la mayoría de los casos) que estos proyectos terminen siendo curiosamente “improductivos”.
La labor de un parlamentario no debe ser la cantidad, sino la calidad. Y esta debe estar siempre acompañada de un constante trabajo fiscalizador y, sobre todo, sancionador. Yo, desde esta pequeña tribuna, más bien felicito a los parlamentarios “improductivos” porque gracias a ellos cada vez los peruanos tenemos menos trabas y menos burocracia para poder salir adelante.