Desde que empezara la segunda vuelta, hace casi cinco semanas, las tendencias en las preferencias del electorado han variado sustancialmente; hoy, con el panorama apuntando a una candidatura fujimorista en ascenso y una leve caída de la candidatura humalista, las cosas se ponen un poco más difíciles para esta última. Ello, por supuesto, ha polarizado aún más las cosas e intuyo que, lamentablemente, se ampliarán las fisuras durante las próximas cuatro semanas. La pregunta es si llegaremos al 5 de junio como país, prestos a buscar la unidad post-electoral, o la polarización hará dicha tarea imposible por los próximos cinco años.
Esto, para algunos, podrá sonar irrelevante. No obstante, una mirada desapasionada a la realidad nacional obliga, a quien salga elegido y a quienes pierdan en las próximas elecciones, a llamar a dicha unidad por el bien de todos los peruanos.
Veamos. Durante los últimos 11 años, luego de la recuperación de nuestra economía emprendida en los noventa y la reparación del sistema democrático en el 2000, el Perú ha crecido a tasas cercanas al 5% promedio, altas en nuestro estándar histórico local. Dicho crecimiento, aunque muchos resientan del modelo, ha permitido sacar a cerca de seis millones de peruanos de la pobreza, al reducirse la misma de 54% en el 2001 al 31% actual. No obstante, aún quedan casi nueve millones de hermanos viviendo en dicha situación de miseria, razón por la cual queda mucho trabajo por realizar.
Las brechas de capital intangible e infraestructura, sumadas, son cerca de $790 billones ($760 billones en capital intangible, que agrupa al capital humano e instituciones; $30 billones en infraestructura), lo cual implica que para llegar al estándar chileno -país con el que medimos recurrentemente la brecha- necesitamos de al menos 30 años de altas tasas de crecimiento, aunado a reformas que permitan mejorar la calidad y eficiencia del gasto público y promover la inversión privada en zonas donde más se requiere de la misma.
Esto, por supuesto, no es tarea fácil. Y si bien es sumamente importante el modelo de desarrollo que utilizamos, el mismo estaría lejos del potencial si los peruanos no trabajamos unidos en este gran esfuerzo. El mensaje, por lo tanto, es sencillo: salga quien salga elegido, no podemos mantener las grietas. Mientras el gobierno respete la democracia, las libertades individuales y el orden constitucional, los peruanos -clase política incluida- debemos trabajar unidos con un objetivo común: continuar la senda de desarrollo que permita mejorar la calidad de vida de los 28 millones de peruanos, y en especial de aquellos nueve millones más necesitados.