Oscar Alejos, asociado de CMS Grau e integrante del equipo de Derecho Administrativo y Regulación
Sara Mesa no es abogada, ni escribe sobre Derecho; es periodista, cuentista y novelista. Sin embargo, ello no le impide describir descarnadamente y con precisión las vicisitudes que sufren los ciudadanos cuando encaran al aparato estatal. «Silencio administrativo» no es un manual de derecho administrativo. Es – como lo explica su autora – una crónica personal que describe las peripecias por las que tiene que pasar una persona en situación de extrema pobreza que se enfrenta a la burocracia del Estado.
El título del libro puede llevar a equívocos. Como ya indiqué, no se trata de un manual de derecho administrativo. Siendo honestos, es un libro más enriquecedor. Se trata del “silencio” de la administración, pero entendido en sentido lato, como la actitud inerte de un aparato estatal complejo que no responde al pedido del ciudadano.
Para quien ha realizado alguna vez un trámite ante cualquier entidad pública (municipalidad, ministerio, etc.), el libro le resultará bastante familiar. Reglas confusas, requisitos irrazonables, trámites complejos, funcionarios displicentes, tiempos interminables de espera, etc. ¿Le suena familiar? Esto y más es lo que encontrará en el libro materia de comentario.
Evidentemente este libro no provee la receta para superar lo que denomina el “laberinto burocrático”. Esas recetas pueden encontrarse en ensayos sobre políticas públicas y mejora regulatoria. Por tal motivo, el mérito de este libro ha de encontrarse en otro lado.
Para el lector en general, esta obra le permitirá sensibilizarse frente al drama que muchas personas tienen que pasar cuando encaran a la administración para reclamar un derecho. Pero no solo ello, sino que además lo llevará a ser más empático frente a las situaciones de pobreza que sufren muchas personas, las más de las veces ignoradas o estigmatizadas.
Para el lector de Derecho, la obra es igualmente útil. La descripción que se realiza es sintomática de aquellos enredos en que nos envuelve la administración en todas las facetas en las que ejerce poder. Recordemos que la administración actual diseña sus propias reglas y las ejecuta.
Los problemas de esta concentración de poder no son expresamente analizados en el libro. Sin embargo, sí se aprecian en todo su esplendor, cuando se verifica la existencia del mal diseño de las reglas: confusas, contradictorias y ambiguas. Se aprecia, además, cuando se verifica la desidia de los funcionarios encargados de aplicar dichas reglas. Como dice la autora en uno de los pasajes del libro: “El laberinto burocrático, al final, resulta ser un laberinto sin salida”.
Quizás el capítulo más importante para los lectores de Derecho sea el capítulo 10 (“El laberinto burocrático”). Aquí se toca un tema fundamental respecto de la relación desequilibrada que existe entre la administración y el ciudadano. Para ilustrar esto, basta citar este pasaje del libro que el lector peruano sentirá muy familiar: “El laberinto burocrático puede incumplir sus propios plazos – y de hecho así sucede –, pero es implacable con los plazos ajenos”.
Lo mismo sucede en nuestro país, pero no solo con los plazos. Un ejemplo adicional es el tema del error. A la administración se le permite equivocarse incontables veces. Siempre le está expedita la vía de la “rectificación”. Incluso cuando no corresponde, la administración sabe reconducirse al camino de la “rectificación”. En cambio, al ciudadano le está casi prohibido equivocarse. Cuando se le permite subsanar, se le otorga un plazo irrisorio. Cuando no puede subsanar, lo mínimo que le sucede es que pierde la oportunidad de reclamar su derecho. Lo más grave es que un error le puede acarrear hasta una sanción.
Este es, sin duda, un tema que le debe interesar al estudioso del derecho administrativo. La necesidad de equilibrar la relación entre la administración y el ciudadano es un tema de especial trascendencia. Sobre todo, porque solo ese equilibrio permitirá al ciudadano ejercer adecuadamente sus derechos. Una visión contraria nos lleva necesariamente a condenar al ciudadano al silencio administrativo, es decir, a esa inercia de la administración. Sara Mesa se encarga de ilustrar espléndidamente este aspecto.
En suma, Silencio administrativo es una crónica que refleja nítidamente la realidad de muchos ciudadanos que se encuentran, casi siempre, en situaciones de desventaja frente a la administración. Quizá lo más revelador del libro es que nos permite ver más allá del papel, los trámites y las tasas, y descubrir que detrás se encuentran personas de carne y hueso que sufren diariamente el silencio de la administración. Solo por esto, su lectura está más que recomendada.
Fuente de la imagen: Seancecorp