Traducido por Manuel Ferreyros. Republicado y traducido con permiso de los autores. El artículo original se encuentra aquí: http://www.becker-posner-blog.com/2012/05/on-homosexual-marriage-becker.html

Posner muestra cómo las actitudes hacia homosexuales han cambiado dramáticamente durante el pasado medio siglo. Este cambio no ocurrió en un vacío, pues la mayoría de actitudes sexuales y familiares pasaron por cambios revolucionarios durante el mismo periodo de tiempo. Las mujeres divorciadas eran parias en aquellos tiempos anteriores, mientras que ahora ellas, tanto como los hombres divorciados, son consideradas parte del panorama matrimonial común. Ser una madre soltera era entonces considerado vergonzoso, mientras que si bien la maternidad soltera aún no es aceptada como normal, estas ya no son excluidas.  La píldora y otras medidas contraceptivas mejoradas acarrearon una revolución sexual que incrementó enormemente la actividad sexual premarital de adolecentes y adultos.

El día de hoy, en el ámbito sexual, la homosexualidad ya no es algo exótico ni radicalmente antinatural. Por esta razón, mientras que la ley anti-discriminación americana protege a los homosexuales de la discriminación, la aceptación de estos en el lugar de trabajo y otros sitios hubiera incrementado mucho incluso sin esta protección legal. No conozco ningún estudio que analice las causas del declive en la discriminación en contra de los homosexuales, pero estas mostrarían, creo, que los cambios en actitudes fueron más influyentes que la legislación.

No sugiero que la discriminación contra los homosexuales haya desaparecido. La reciente renuncia de un miembro importante del equipo del gobernador Romney fue aparentemente forzada por la revelación pública de que era homosexual. Aún así, la discriminación de este tipo ha disminuido considerablemente, y en un número de actividades los homosexuales ya no tienen que esconder su orientación sexual, e incluso acuden abiertamente a eventos públicos con sus compañeros sexuales.

En cada vez más estados, si bien aún en una minoría, los homosexuales ya pueden formar uniones civiles que les dan la mayoría de los derechos de los que son titulares los matrimonios heterosexuales. Más aún, un creciente número de compañías dan a los miembros sobrevivientes de uniones homosexuales los mismos beneficios que se les da a los sobrevivientes de uniones heterosexuales. Un cambió natural y deseable sería dar a las uniones civiles homosexuales el conjunto entero de derechos que se les concede a las uniones matrimoniales. En efecto, podría irse tan lejos como en los países escandinavos y dar iguales derechos a las parejas que han vivido juntas por un número de años, incluso si nunca codificaron sus relaciones en matrimonios o uniones civiles.

Tales cambios serían, por supuesto, bienvenidos por las parejas gay, pero muchas de estas objetarían que estos cambios no irían lo suficientemente lejos porque desean llamar a las uniones “matrimonios”. Como indica Posner, muchos cristianos judíos y musulmanes religiosos, así como otros heterosexuales, rechazan fuertemente la idea de llamar “matrimonios” a las uniones homosexuales, si bien muchas de estas personas estarían dispuestas a dar a las uniones civiles homosexuales la mayor parte de los derechos que a las parejas casadas heterosexuales. Pero es extraño que los homosexuales pueden antes adoptar hijos o proveer esperma para los hijos que criarán que llamarse a sí mismos “casados”.

He argumentado varias veces con anterioridad que todos los “matrimonios” deberían ser, básicamente, arreglos contractuales entre parejas, sean heterosexuales u homosexuales. Estos contratos específicos para cada pareja especificarían los deberes de cada miembro, incluidas las condiciones requeridas para terminar tal arreglo, de modo que las parejas, en lugar de las leyes o los jueces, determinarían las condiciones por las cuales se mantienen juntas o se separan. Estos contratos estarían diseñados a la medida de cada pareja, e incluso podrían hacerse compulsorias con la finalidad de quitar cualquier información revelada cuando una persona le pidiera un contrato a su compañero (ver mi discusión en torno al matrimonio gay del 10/08/2008).

Si tales uniones civiles contractuales se volvieran la regla general, las uniones homosexuales no serían diferentes de las heterosexales. Si las uniones civiles obtuvieran todos los derechos de las uniones maritales, entonces la cuestión del “matrimonio” gay quedaría solo en el lenguaje, si bien el lenguaje tiene una carga emocional a ambos lados del debate.

Como parte de mis opiniones liberales clásicas creo que los gays que formaran uniones y quisieran llamarlas “matrimonios” claramente deberían tener el derecho a hacerlo, aunque muchos otros objeten a tal descripción de sus uniones. Sin embargo, dado que la ley es la que está definiendo el tema del matrimonio gay, la siguiente mejor solución es que estas leyes estén determinadas a nivel estatal que a nivel federal. Cuando las leyes son estatales, los homosexuales que quieren llamar a sus uniones civiles “matrimonios” pueden mudarse a estados que permiten tal denominación, o deberían poder adquirir residencia en estados que lo hagan, para luego regresar a sus estados de residencia permanente.

Pero como Posner me recordó, este tipo de maniobra temporal choca contra el “Ley de Defensa del Matrimonio”[1] de 1996, que establece que ningún estado está obligado a reconocer un matrimonio realizado en otro estado si este no es entre un hombre y una mujer. El gobierno de Obama indica que no va a poner en práctica esta ley, pero no queda claro cómo pueden forzar a estados a reconocer matrimonios entre gays si así no lo desean.

Incluso si los matrimonios homosexuales tuvieran que ser reconocidos por todos los estados, este tipo de evasión de leyes estatales que no permiten el matrimonio homosexual no es idea. Es similar a la manera en la que las parejas se divorciaban antes de los 70s cuando vivían en estados en los que los divorcios estaban prohibidos o eran difíciles de conseguir. Muchos individuos que deseaban divorciarse iban por varias semanas para conseguir residencia en estados como Nevada que permitían el divorcio. Luego de divorciarse, regresaban a sus hogares como parejas divorciadas.

Para reiterar, la solución ideal sería convertir todos los “matrimonios” en uniones civiles contractuales que especificaran los derechos de ambas partes. Cada pareja, incluidas las homosexuales, podría entonces llamar “matrimonio” a su arreglo si así lo desearan. Desafortunadamente, un cambio así de radical en la aproximación al matrimonio probablemente no ocurra en el futuro cercano.


[1] Nota del traductor: en inglés, llamada “Defense of Marriage Act”.