Traducido por Lucas Ghersi. Republicado y traducido con permiso de los autores. El artículo original se encuentra aquí: http://www.becker-posner-blog.com/2012/06/capitalismposner.html
Estoy totalmente de acuerdo con Becker cuando dice que el capitalismo es un sistema económico superior a cualquier otro que se halla implementado, siendo principalmente las alternativas el socialismo y el comunismo. La mejor prueba de esto es que de los 194 países que hay en el mundo solo logro pensar en dos que no son capitalistas: Cuba, que sin embargo se mueve lentamente en dirección al capitalismo, y Corea del Norte, el fracaso económico más grande del planeta.
Sin embargo, esto significa que el capitalismo es una condición necesaria para el éxito económico mas no una condición suficiente. Muchas de las naciones del mundo, aunque capitalistas, funcionan bastante mal –no tan mal como Corea del Norte, pero bastante mal–. Los ingresos per cápita de los países capitalistas desarrollados tales como EEUU, Canadá, Alemania, Gran Bretaña y Japón exceden con creces aquellos de los países capitalistas más pobres que, además, son la mayoría.
Por lo tanto, la pregunta que debe responderse es ¿además del capitalismo qué necesita un país para poder prosperar? Sabemos que no es necesario tener recursos naturales abundantes o contar con una población grande. Pero sí es necesario un sistema legal y político que proteja los derechos de propiedad, que garantice amplias esferas de libertad económica, que minimice la corrupción, que controle las externalidades dañosas (como la contaminación) y subsidie las positivas (como la educación), que distinga entre la igualdad de oportunidades (que promueva) y la igualdad de ingresos (que promueva solo en cuanto a combatir la pobreza), que reciba y asimile la llegada de inmigrantes capacitados y pudientes y que (en protección de la libertad económica) evite la propiedad o control estatal de la actividad empresarial. Para crear y mantener un sistema legal y político con esas características también es necesario desarrollar una cultura que respete el éxito empresarial, la competencia, la toma de riesgos y el consumismo puesto que, como sostuvo Keynes, el consumo empuja la producción.
Una combinación así es muy difícil de conseguir; ninguna nación en el mundo lo ha conseguido. La variación cultural e institucional de país a país es muy grande y determina el nivel de éxito económico relativo que cada estado asegura para sí.
Dado que existe tanta variación entre países capitalistas –tanto que puede salir mal con un sistema capitalista debido a la complejísima estructura social y estructural que el capitalismo requiere para tener éxito en maximizar el bienestar social– debemos evitar la complacencia. Esta fue un factor importante del súbito descalabro económico que aconteció en setiembre del 2008 cuyas consecuencias seguimos sintiendo el día de hoy.
Cuando empecé mi labor docente a fines de la década del 60, el economista Harold Demsetz enseñaba acerca de la “Falacia del Nirvana”. Él definía este concepto como la creencia de muchos economistas de que cualquier falla de mercado, tales como los monopolios, la contaminación o la poca oferta de bienes de necesidad pública, se podía solucionar de forma poco costosa a través de la intervención gubernamental. Si eso fuese verdad, entonces el Nirvana (en el sentido de “paraíso”, que no es realmente el significado de la palabra; este es más cercano a “olvido[1]”) sí se podría alcanzar. Pero como sostuvo Demsetz, ello no es cierto. Así como existen fallas en el mercado existen, también, fallas en el accionar del gobierno, y estas tienen que ser consideradas para decidir si el gobierno debería intervenir en cuanto a las fallas del mercado y cómo debería hacerlo.
Con el correr del tiempo, sin embargo, una falacia del Nirvana inversa se apoderó de muchos economistas, notoriamente Alan Greenspan. Esta es la idea de que el capitalismo es un sistema que se autoregula; las fallas de mercado, salvo pocas excepciones, se corrigen a sí mismas o son menos dañosas que los intentos estatales por enmendarlas. Esa forma de pensar influenció la laxitud regulatoria que, a su vez, contribuyó (decisivamente, en mi opinión) al colapso financiero del 2008 y la consiguiente depresión mundial, contra la creencia que tenían hasta ese momento muchos economistas de que nunca más habría una depresión significativa. Greenspan y los economistas y políticos de igual postura se equivocaron al pensar que el capitalismo se regula a sí mismo; ignoraron necesidad de una estructura institucional y una cultura que marcan la diferencia entre un país exitoso y uno no exitoso.
La estructura institucional de los Estados Unidos está bajo presión. Estaríamos en una peligrosísima situación si es que el dólar no fuese la principal divisa internacional de reserva y la Eurozona no tuviera tantos problemas fiscales. Tenemos una enorme deuda pública, infraestructura peligrosamente descuidada, un sistema penitenciario sobrecargado, una aparente inhabilidad para lidiar con problemas mediambientales graves como el calentamiento global, un sistema educativo oneroso e inadecuado, políticas migratorias insensatas, una epidemia de obesidad vergonzoso, un sistema de salud desmedidamente caro, una tasa de desempleo estructural que posiblemente esté creciendo, estados y gobiernos locales en crisis fiscal, un sistema tributario malogrado, un sistema de patentes disfuncional, y una desigualdad económica que podría crear tensiones sociales serias pronto. Para poder conseguir sus objetivos el sistema capitalista norteamericano necesita muchísimos arreglos.
[1] Nota del traductor: el autor utiliza la palabra del inglés “oblivion”, de difícil traducción directa.
Recomiendo ver:
http://www.newmedia.ufm.edu.gt/gsm/index.php/La_crisis_global_y_la_teor%C3%ADa_austriaca%2C_principios_econ%C3%B3micos