En setiembre del año pasado, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (la más grande organización en temas de medio ambiente en el mundo, con más de 1200 miembros, incluyendo 91 estados y 127 agencias estatales) promulgó una resolución declarando que los niños y niñas tienen el derecho humano a experimentar el mundo natural. En la resolución se indica que los niños y niñas tienen derecho a tener una conexión significativa con la naturaleza y con las bondades esta brinda para tener un desarrollo físico y psicológico sano[1].
No es de extrañar que la IUCN haya dado este paso. La Red de Niñez y Naturaleza[2] publicó recientemente un reporte que resume las más importantes investigaciones respecto a cómo la naturaleza beneficia a niños y niñas[3]. Si nos centramos únicamente en los beneficio de dicho vínculo en los colegios, tenemos resultados como que: i) plantas en la clase mejoran las emociones, comportamiento y salud de los alumnos y alumnas, ii) en kindergarten, una clase a la semana fuera del aula (en la naturaleza) mejora las habilidades de lectura temprana y el auto control, iii) clases con grandes ventanas que permiten ver la naturaleza ayudan a mejorar el rendimiento académico y el comportamiento, iv) jardines en los colegios contribuyen al aprendizaje y a mejorar el comportamiento. Y muchos otros hallazgos no solo en colegios sino también en otros ámbitos de la vida de niños y niñas.
Cuando examinamos la lista de derechos de los niños y niñas es fácil percatarnos que son casi idénticos a los de los adultos pese a que, evidentemente, son muy distintos a los adultos en aspectos medulares de la personalidad y el desarrollo. Quizá este tratamiento altamente similar responda a la amnesia infantil de los adultos, que no recuerdan en su mayoría que significa ser niño o niña. Sin embargo, los avances en las investigaciones psicológicas y pedagógicas respecto al bienestar de la niñez han avanzado mucho, y parece que hay una oportunidad para que el derecho no se quede relegado y encerrado en sus muchas veces abstractas disquisiciones, alejadas del mundo real de la niñez.
Si el contacto con la naturaleza debe o no ser un derecho fundamental merece un análisis mas profundo. Pese a ello, no es necesario crear un derecho o modificar la Constitución para que el sistema legal reconozca y haga algo respecto a una evidencia científica tan clara. Por ejemplo, sería una iniciativa muy positiva del IPEBA (agencia acreditadora de la educación básica en nuestro país) incluir, dentro de los estándares en infraestructura y recursos para el aprendizaje[4] en los colegios, algunas referencias a espacios naturales y al esfuerzo por conectar a los alumnos y alumnas con la naturaleza. El costo de estas medidas no es alto y los beneficios son muy claros, más aun, como muestra el Premio Nobel en Economía James Heckman, cuando se enfocan en la primera infancia[5].
Asimismo, es importante anotar que, como mostraron Carl G. Jung y Joseph Campbell, el ser humano ha proyectado, desde siempre, los contenidos de su mundo interior en la naturaleza. El mar simboliza nuestro misterio y profundidad inconscientes; los árboles, que crecen con su fuerza interior desde la tierra hasta el cielo, representan nuestra vocación hacia la unificación de cuerpo y alma; nuestra búsqueda de trascendencia es expresada en las piedras mágicas, otorgando vida a lo que nunca muere; nuestra fuerza de espíritu está en el soplo del viento que, pese a ser invisible, puede ser sentido; nuestro instinto animal es proyectado en el poder del león y el cangrejo simboliza la fragilidad de nuestro interior cubierta por fuertes corazas. A nivel inconsciente, cuando un niño ve a un león puede sentir la rabia que él tiene contenida e intuir el riesgo que implica dejarla salir sin restricciones, y cuando ve un árbol fuerte y alto que surgió de una pequeña semilla puede sentir su fragilidad actual e imaginar con esperanza su fortaleza futura que lo llevará hasta el cielo.
El vínculo con la naturaleza ha sido siempre un vínculo con nosotros mismos, con nuestras más genuinas energías. Al preservarlo, preservamos nuestra capacidad para conectarnos con nuestro mundo interior, un mundo en el que los adultos son cada vez más extranjeros pero que es esencial para que los niños y niñas no pierdan nunca su magia natural.
*Actualmente siguiendo estudios de maestría en la Universidad de Duke, como becario Fulbright.
[1]Ver artículo sobre la promulgación en: http://richardlouv.com/blog/the-forgotten-human-right1/. La resolución se puede encontrar en: http://portals.iucn.org/docs/2012congress/motions/en/M-132-2012-EN.pdf
[2] http://www.childrenandnature.org/
[3] Ver sumillas de las investigaciones en: http://www.childrenandnature.org/downloads/C&NNEducationBenefits2012.pdf
[4] Ver los estándares en: http://ipeba.gob.pe/wp-content/uploads/publicaciones/20120113083015_matriz_ebr2011dic.pdf
[5] Ver: The Economics of Investing in Children (Conferencia de James Heckman, Premio Nobel en Economia): http://www.youtube.com/watch?v=RtaO5PmJmS8