Traducción por Ian Forsyth

Por Richard A. Posner

El reciente anuncio que flexibiliza la política del hijo único en China al punto de que si uno de los padres es hijo único, la pareja pueda tener un segundo hijo, en vez de lo que sucedía anteriormente, cuando ambos debían ser hijos únicos para que se les permita tener un segundo hijo, probablemente tenga algún efecto sobre la tasa de natalidad china.  Como consecuencia de la política del hijo único debe haber un gran número de hijos únicos, ahora adultos, en China. Esta política fue instituida en 1981, lo que significa que en la actualidad cualquier persona menor de 31 o 32 años nació durante el periodo de aplicación de ésta y ahora muchas de esas personas están en edad para contraer matrimonio. ¡Entonces, la modificación de la política hará que los hijos únicos sean más fáciles de casar! Por lo tanto, si se espera que la política modificada continúe por muchos años, las parejas casadas tendrán un incentivo para continuar teniendo solo un hijo para así mejorar las perspectivas de matrimonio de sus hijos.

Como explica Becker, es poco probable que la política del hijo único haya tenido un efecto dramático en la tasa de natalidad china, no solo por otros factores (lo que colectivamente se conocen como la “transición demográfica”) que pueden provocar una dramática reducción en la tasa de natalidad, sino también porque la política era algo porosa, tanto en la teoría como en la práctica; hubo una serie de excepciones. Como la aplicación de esta política pasó (no del todo, sin embargo) de abortos y esterilización a multas (“tasas de compensación social”, como se les llama), como las sanciones primarias por la violación de la política; las parejas acomodadas podían tener otro hijo o hijos adicionales. Pero solo las parejas pudientes, pues las multas son rígidas. También los chinos que obtengan un título avanzado en una universidad extranjera están exentos de la política del hijo único. Es preciso observar que ambas excepciones podrían ser pensadas eugenésicas en propósito o efecto, ya que las personas acomodadas e individuos con títulos superiores extranjeros son grupos que probablemente tengan un coeficiente intelectual más alto que el promedio. Otra excepción, nuevamente centrada en las personas acomodadas, es para las parejas que tienen un hijo adicional en el extranjero, pero que no lo registran como ciudadano chino a su regreso. Un niño que no está registrado no tiene derecho a la educación y salud pública; por ello, esta excepción también está limitada a los acomodados.

Hay algunas pruebas que en su conjunto denotan claramente que la política del hijo único no es el, o incluso un, principal determinante de la tasa de natalidad china. Una de ellas, de mi propia experiencia como juez, es que prácticamente todos los casos que vemos en la que una mujer o una pareja china está buscando asilo en los Estados Unidos por temor a las sanciones por violar la política del hijo único (mientras están en los EE.UU.) en caso de regresar a China son de una sola provincia: Fujian. Fujian es una provincia grande, con una población de alrededor de 35 millones, pero eso es una fracción muy pequeña del total de la población china. Fujian parece ser un decidido ejecutor de la política del hijo único, tal vez es el único ejecutor determinado. De hecho, existe evidencia considerable de que todavía recurre al aborto y la esterilización (aunque con qué frecuencia no se conoce) como sanciones por la violación de la política del hijo único, a pesar de que la posición oficial de China es que las únicas sanciones son monetarias. Como en este ejemplo, aunque China es una dictadura, parece haber una buena cantidad de autonomía local y también una buena parte de corrupción. Es posible que en gran parte de China la política del hijo único esté muerta; sin embargo, esto no es más que mi conjetura.

Como Becker señala, cuando se adoptó la política del hijo único en 1981, la tasa global de fecundidad (el número total de hijos nacidos por mujer promedio) fue de 2,8. Según una fuente (indexmundi: census data online, www.indexmundi.com/g/g.aspx?c=ch&v=31), cayó a 1,82 en el 2001, pero sólo a 1.79 en el 2009, de la que se desplomó a 1,55 en el año 2012. La CIA World Factbook estima que la tasa global de fecundidad en el 2013 también es 1,55. Ambas cifras suponen una caída muy pronunciada en un período de tres años, que no se puede atribuir a la política del hijo único, lo que hace que uno se pregunte qué parte de la disminución de 1981 a 2000 (de 2,8 a 1,82) es atribuible a esta política. Según estimaciones del Banco Mundial, la tasa de fertilidad china cayó mucho más rápido antes que después de la política del hijo único, desde 6 en la década de 1960 a menos de la mitad en la víspera de la nueva política.

Difícilmente se puede esperar que la “transición demográfica” reduzca el número promedio de hijos por mujer durante su vida a 1; pero, por otro lado, China todavía no ha llegado a ello e incluso está flexibilizando la política del hijo único. De acuerdo con la fuente de líneas arriba, la tasa global de fertilidad es de solo 1,4 en Italia y ligeramente menor en Japón, y es inferior a 1,3 en Corea del Sur; y todos estos países no cuentan con una política del hijo único. La tasa en los EE.UU. es ligeramente superior a 2.

Así que es una incógnita abierta cuánto efecto habrá tenido realmente la política del hijo único en la tasa de natalidad china.