Por Sebastian Guzman-García y Carlos Canevaro M., estudiantes de la Facultad de Derecho PUCP y miembros del Consejo Editorial de EnfoqueDerecho.com.

«De ninguna manera me puedo someter a un proceso disciplinario arbitrario, ya me despedí de la Sra. Keiko Fujimori” señaló la congresista Yeni Vilcatoma luego de renunciar a la bancada de Fuerza Popular. Ello tras una serie de desacuerdos dentro de este partido respecto al proyecto bandera de esta congresista: una Procuraduría autónoma[1]. A una semana de su renuncia, la Comisión de Constitución, presidida por el congresista fujimorista Miguel Torres, aprobó una propuesta, presentada por el partido que representa, para modificar el Reglamento del Congreso a fin de sancionar el cambio de bancadas durante los cinco años que dura el mandato parlamentario. En otras palabras, castigar al transfuguismo.

Este proyecto de ley señala que los congresistas que hayan renunciado al partido no podrán constituir una bancada parlamentaria ni unirse a otra existente. Tampoco podrán dirigir comisiones ni postular a cargos directivos —como la Mesa Directiva del Congreso— o a la Junta de Portavoces. Por ello, en el presente artículo explicaremos los intentos de terminar con el transfuguismo y analizaremos si es que —dada la naturaleza del sistema político peruano— la actual propuesta está en capacidad de lograr uno de sus principales fines: el fortalecimiento de los partidos.

El transfuguismo: fantasma e institución política nacional

No es la primera vez que se intenta regular el cambio de bancada de parte de un congresista. En el 2003, un proyecto de ley de Jorge del Castillo planteó que el transfuguismo sea introducido como un tipo penal cuando estuviera vinculado al cohecho. La pena sería de cuatro a seis años en caso un congresista “traicionara la voluntad popular con el objeto de percibir una suma de dinero u obtener una ventaja económica de cualquier índole”[2]. Por su lado, Henry Pease planteó que los congresistas sean vacados del Congreso una vez que renuncian a sus bancadas originales. Ello debido a que “el transfuguismo es antiético, [pues] el elector vota por un partido y una persona»[3]. Bajo esta perspectiva, el cambio de partido de un congresista configuraría un engaño al votante.

En el actual período parlamentario, la Asociación Civil Transparencia presentó 32 propuestas de reforma política, entre las que se encontraba una norma sobre el transfuguismo. Esta propone que los congresistas que renuncien no puedan incorporarse a una bancada ya existente o conformar un grupo nuevo, sino que recaigan en una Bancada Mixta. Ello reduciría los incentivos a “jalar” congresistas, sin necesariamente atarlos al partido al que fueron elegidos ni dejarlos sin la posibilidad de presidir comisiones (puesto al cual solo puede accederse como parte de una bancada)[4].

Caso Perú: ¿cómo contrarrestar al transfuguismo?

La preocupación por el transfuguismo es entendible a la luz histórica de nuestro sistema político. En primer lugar, están los rezagos de la memoria popular sobre el vídeo de Alex Kouri recibiendo de Vladimiro Montesinos un pago de US$10 mil. Ello para que integre las filas oficialistas en el Congreso durante el tercer gobierno de Alberto Fujimori, tal vez el acto de transfuguismo más sonado en la historia peruana reciente. En segundo lugar, durante el último gobierno, el Congreso pasó de tener seis bancadas a nueve en menos de tres años; mientras que el partido de gobierno, Gana Perú, entregó la mayoría parlamentaria a la oposición a raíz de las renuncias a su partido.

“Los orígenes del transfuguismo no están en la ausencia de una regulación, sino en características vinculadas al sistema político”, señaló para este artículo Paolo Sosa, politólogo por la PUCP e investigador del IEP. Ello obedece a la fragilidad e inestabilidad que tienen los partidos en el país. “La solución para mantener congresistas en tu bancada es tener una candidatura [presidencial] viable para mantener una proyección político-partidaria de mediano plazo. Así se generan los incentivos para mantener a la gente en tu grupo”, añade el politólogo.

Esta “expectativa de candidatura” representa un incentivo viable para mantener a los congresistas aglomerados en una bancada, en un contexto de debilidad partidaria pues permite el arrastre de votos necesario para que los congresistas que postulen por la lista de un candidato presidencial popular lleguen al poder, toda vez que en el Perú las elecciones presidenciales ocurren al mismo tiempo que las elecciones parlamentarias. En efecto, la figura del candidato fuerte en las elecciones siguientes incentiva que los congresistas se mantengan a su lado a fin de alcanzar la reelección.

“Animales ambiciosos”

“El Perú es uno de los casos más extremos del mundo en debilidad partidaria (…): una
generación de políticos peruanos aprendió a ganar elecciones y mantener una carrera [política] exitosa sin organizaciones partidarias”[5]
, escribió Steven Levitsky, catedrático de la Universidad de Harvard, en el prólogo del libro “Coaliciones de Independientes”. En líneas resumidas, “los políticos son animales ambiciosos propensos a tomar decisiones de corto plazo cuyo horizonte no supera la elección inmediata, [pero] cuando son parte de un partido que se supone sobrevivirá más allá de una elección y que deberá competir en diferentes circunscripciones, se generan prioridades de largo plazo y metas de mayor alcance”[6].

De esta manera, los políticos que ingresan a estos partidos reciben beneficios que incentivan su inclusión y se contraponen a los costos que deben asumir por limitar sus objetivos de corto plazo. Esto incluye “ideas y principios que promueven una marca asociada con ciertos principios y valores que brindan a los políticos una reputación instantánea y que luego guían sus preferencias programáticas [capital ideacional]”, así como “beneficios o ventajas simbólicas, generalmente en forma de recursos financieros u organización preexistente [capital administrativo]”. Estas ventajas pueden incluir desde organizaciones de base y personeros hasta acceso a programas sociales o a becas de estudio. En efecto, cuando los políticos asumen que sólo podrán acceder a ese capital político —tanto ideacional como administrativo— ingresando a un partido político, se está ante un sistema de partidos sólido.

Debido a la debilidad del capital político que ofrecen los partidos en el Perú no existen incentivos para limitar los intereses y objetivos de corto plazo en los políticos peruanos (principalmente, ganar la próxima elección), por lo que ellos guían su militancia en base a estos objetivos cortoplacistas. Ello genera el terreno fértil que fomenta el transfuguismo. No obstante, no parece ser que la solución a este problema sea una norma punitiva. Como señala Sosa, se podrá “mantener el número de cada bancada, pero no (…) obligar al congresista a votar con la bancada. Al final del día, lo que vas a tener es un grupo de personas, dentro de la bancada, sí; pero que puedan votar como se les da la gana»[7].


[1] https://enfoquederecho.com/publico/constitucional/por-una-procuraduria-anticorrupcion-autonoma/

[2] Proyecto de Ley 8688/2003-CR, citado en DELGADO-GUEMBES, César. Transfuguismo y su matriz política. Derecho PUCP: Revista de la Facultad de Derecho Número 59. Año 2006: páginas 93-110.

[3]http://www.andina.com.pe/agencia/noticia-henry-pease-si-renunciaron-a-sus-bancadas-son-transfugas-469516.aspx

[4]http://www.transparencia.org.pe/admin/ckfinder/userfiles/files/Propuestas%20de%20Reforma%20web(1).pdf

[5] LEVITSKY, Steven. “Introducción”. En ZAVALETA, Mauricio. Coaliciones de Independientes. IEP. Lima, 2014.

[6] ZAVALETA, Mauricio. Coaliciones de Independientes. IEP. Lima, 2014.

[7]https://enfoquederecho.com/publico/entrevista-a-paolo-sosa-el-transfuguismo-no-se-cambia-con-una-norma-sino-cuando-los-lideres-politicos-deciden-invertir-en-hacer-partidos/