Este 8 de marzo festejamos el Día de la Mujer. Es un día importante, somos la mitad más uno (metáfora futbolera, si no sos fan de Boca Jr. no vas a entender ese chiste, paciencia, googlealo).

Otro 8 de marzo y tantas cuentas pendientes ¿Verdad? Pero también algunas alegrías.

Arrancamos el año con nueva dirección en Enfoque. Y que esta responsabilidad recaiga nuevamente en una mujer, me llena de orgullo. ¡No se ofendan los caballeros! ¡Saben que a ustedes también los quiero! Pero es tremendamente importante que las chicas sigan avanzando y tomando posiciones, ocupando sin dudar los espacios públicos, haciendo oír su voz y sus ideas, sus sueños y su visión del mundo. Desterrando y ayudando a desterrar para siempre a  las “tapadas”. Dejando los susurros para la intimidad y hablando fuerte, claro y sin medias tintas cuando haga falta. Caminando con paso firme, mirada desafiante y los hombros bien erguidos. Riéndose a carcajadas. Exigiendo el mismo trato, las mismas oportunidades, el mismo sueldo, idéntico respeto.

¿Qué significa ser mujer hoy? La haré breve, no tengo la menor idea. Sobre todo cuando una viene bregando hace años por desterrar estereotipos sexistas, definirme como mujer se me antoja posible solo desde la dimensión de un simple ser humano que habita este cuerpo y esta psiquis con la mayor lealtad y honestidad posible, oscilando según el día, el humor y las circunstancias entre actitudes consideradas por algunos muy “masculinas”, por otras muy “femeninas” y para más de uno, francamente incivilizadas. Estoy lejos de ser un ejemplo para nadie, de hecho mi estándar es básico, considero que dejé de ser tan machista el día en que ya no lamenté no haber nacido hombre (lo lamenté amargamente muchos años y aun sigo atenta a que no broten los resabios de mi machismo de crianza). Es verdad que la vida se nos presenta más complicada en sus dimensiones prácticas, pero también lo es que vinimos armadas de un arsenal fantástico. Si no me creen lean “Mujeres que corren con Lobos” de Clarissa Pinkola Estés. Un libro esencial, leerlo es como tener toda una comunidad de madres, hermanas, abuelas, amigas y tías respaldándonos desde la mesita de luz y el fondo del alma. Léanlo y no se desesperen por el tamaño, que no se lee de corrido  ni de un tirón. Yo empecé hace dos años y no lo terminé, pero les aseguro que hay un antes y un después de ese libro.

Si las tuviera ahí a la mano les diría que el 8 de Marzo es un buen día para patear traseros (¿Puedo decir “trasero” en un blog PUCP?). Me refiero a agilizar las nalgas, a sacudir la modorra, propia y ajena. Que me encantan las flores, los chocolates y los piropos. Pero solo si vienen precedidas de respeto, igualdad y oportunidades. Que nos regalen chucherías si quieren, pero que se reconozcan las libertades que faltan. Y los espacios que se habilitan a cuentagotas. ¿Cuántas alumnas hay? ¿Y cuántas profesoras? En un Congreso de Derecho (que no sea de Derecho de Familia) ¿cuántas expositoras hay?  ¿Cuántas decanas o rectoras? ¿Quién  es responsable de eso?  ¿Estás ocupando el lugar que te corresponde? El que te ilusiona, aquel para el que estás preparada o querés prepararte ¿o estás esperando que alguien te de permiso o te consiga ese lugar?

Queridas amigas, no se detengan a pedir permiso. Ocupen simplemente el lugar que les corresponde con pasión, compromiso y generosidad en el trabajo. No vale escudarse en las dificultades de ser mujer, es preferible quejarse menos y trabajar más. Pero no crean que está todo ganado. Pertenecen a una generación que ya encontró mucho camino recorrido pese a lo cual falta aun mucho por conquistar y es preciso estar alertas frente a las amenazas concretas a nuestros derechos. Viralícense. Ocupen lugares. Disputen poder. Acostúmbrense a tomar decisiones, a liderar espacios.

Vivan su sexualidad de manera libre, alegre, segura y responsable. Estando muy atentas para no permitir ninguna forma de violencia, sobre todo las más sutiles, las que van adormeciendo el alma y marchitando el cuerpo. Nunca, pero nunca,  permitan que se hable mal de otras mujeres. No hay mujeres “tontas”, “huecas, “fáciles”, “cholas”. Hay mujeres. Si ustedes, las que tienen más oportunidades – y por ende mayores responsabilidades-   se suman a los que ponen ramas en la hoguera ¿Quién las va a defender?

Protesten cada vez que haga falta, cada vez que a la pregunta  ¿Dónde están las mujeres? no le de la realidad una buena respuesta. No tengan miedo de hacer enojar a los dinosaurios o a alguna que otra vaca sagrada, o bien a padres, novios, hermanos, profesores. Si se enojan ya les tocará desenojarse, pero pueden encontrarse con la bella sorpresa de descubrir aliados, amigos, compañeros y campeones realmente valiosos.

Hacen falta mujeres que se indignen más, que reclamen a viva voz. Y que también canten, rían, abracen, bailen, jueguen, amen  y sueñen, porque la alegría es un extraordinario motor del cambio. No hay que ser amargada para ser firme, no hace falta andar a cara de perro para transmitir fortaleza o consecuencia con las ideas. No se puede cambiar el mundo si en el mientras tanto se envenena la propia vida.

“Mujer bonita es la que lucha”, dicen por ahí. Elijan sus luchas, velen por las más vulnerables. Abogar es hablar por otro. Elegir qué voces voy a hacer oír en mi rol de abogada entraña una profunda responsabilidad social  y una elección de vida tan fundamental como permanente.

Que tu vida valga la pena.  Verlas a ustedes crecer  refuerza el sentido de la mía cada día. Gracias a todas y cada una de las hermosas mujeres que se cruzaron física o virtualmente en mi camino, tengo con ustedes una deuda que nunca podré pagar.